Arte y ciencia dos hermosos demonios

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Por Marcelo Andocilla López*

Tiempo y evolución

Donald Johnson y Tom Gray, científicos antropólogos, entre el insomnio de una noche, sus anotaciones y la música de los Beatles, revisaban los restos de un  Australophytecus afarensis, entonces gráciles y esbeltos de 1.40 m de estatura y 50 kg de peso, que se distribuyeron posiblemente desde Tanzania a Etiopia, y por esta coincidencia le pusieron ese nombre al primer esqueleto de mujer encontrado en la faz de la tierra, Lucy… la canción que escuchaban se trataba de los acordes de “Lucy in the Sky with diamons” Y sí que fue  una gran coincidencia en la razón que todos los seres vivos como lo dijo el poeta Ernesto Cardenal no somos sino Polvo cósmico: Lucy in the Sky whith diamonds. Este esqueleto remontó a calcular que la línea evolutiva más cercana a la especie homo (se creía entonces) apareció de entre 3 a 2.3 millones de años… ¡apenas! La reflexión a la que quiero arribar es: ¿qué son  tres millones de años probables de la evolución de nuestra especie humana? David Brower grafica nuestra presencia en el tiempo simulando la vida de la tierra, desde la formación del planeta en una semana, como dice la biblia, donde nosotros aparecemos apenas once segundos antes de la media noche del domingo y la historia escrita menos de un segundo antes de la media noche (David Brower, let the Mountains talk, Let the Rivers Run, New York, 1995). Tomemos en cuenta que hace tres mil quinientos millones de años, entre la obscuridad de las tinieblas de lo que llamarían la noche de los tiempos, que en realidad fue la oscuridad de un amanecer de los tiempos, entonces, varios especímenes de poblaciones bacterianas encontraron refugio en grietas subterráneas y submarinas como las aperturas hidrotermales, luego que el calor proveniente de un bombardeo etéreo,  que duró entre 20 y 200 millones de años, abrazara todo lo que existió, prácticamente esterilizando el planeta hace tres mil novecientos millones de años.

Hace unos dos mil quinientos millones (de años) un gas extraño comenzó a expandirse planetariamente provocando otra de las primeras extinciones de las formas de vida existentes hasta entonces. Las especies que aprendieron a realizar fotosíntesis serían, entonces, las responsables, dando inicio al ciclo aeróbico del nitrógeno que obligó a una mayor eficiencia de los procariotas y a su síntesis simbiótica en los eucariotas. Así se fueron propagando las formas de vida aerobia y el sustento posterior de las cadenas alimenticias que hoy conocemos.

Entonces, la vida microbiana particularmente las bacterias fueron las responsables de preparar el escenario propicio para el aparecimiento y desarrollo de las actuales formas de vida. Y son las responsables de devolver a la atmósfera los elementos necesarios para la vida y mantener el flujo energético del planeta tierra.

Las células que conforman nuestro organismo, el de los animales o las plantas, conocidas como eucariotas, devienen del dominio eucaria, capaces de metabolizar la glucosa para la producción de energía. Esta capacidad, al parecer fue adquirida ya por las células antecesoras de arquea y bacteria. Los cloroplastos y las mitocondrias de los organismos eucariotas son considerados descendientes de la línea bacteriana y, dicen, que al menos una proteína ribosómica corresponde al dominio Arquea (Zillig el.al 1982). En efecto, los análisis de los RNA ribosómicos confirman que estas células no son sino quimeras  filogenéticas En la mitología griega, Quimera era un monstruo, hija de Tifón y de Equidna, tan horrendo que vagaba por las regiones de Asia Menor aterrorizando poblaciones y engullendo rebaños. Las descripciones varían, unas afirman que tenía el cuerpo de una cabra, los cuartos traseros de una serpiente o un dragón y la cabeza de un león. Otros que tenía tres cabezas: una de león, otra de macho cabrío, que le salía del lomo, y la última de dragón, que nacía en la cola. En el presente contexto se da un uso metafórico al concepto de quimera, es decir se usa aquella acepción que se utiliza para describir cosas que tienen atributos combinados procedentes de fuentes diferentes. En genética, por ejemplo, un organismo o tejido creado a partir de dos o más fuentes genéticas diferentes se denomina quimérico. Quimera, en griego antiguo Χίμαιρα Khimaira; latín Chimæra) Y sí que hubieron quimeras bacterianas.

Evolución es asociación

A Lynn Margulis, le corresponde el mérito de haber concebido e impulsado la idea de que mitocondrias y cloroplastos tenían su origen en bacterias -durante un tiempo fue considerada hereje, casi bruja-, ella afirma con argumentos científicos que conoce exactamente las dos bacterias que dieron lugar a la primitiva célula eucariota: la arqueobacteria Thermoplasma, habitante de lugares calientes, y la bacteria Gram-negativa Spirochaeta.

El núcleo celular eucariota, que tiene una doble envoltura y que se había supuesto resultado de la formación de membranas intracelulares, ahora se sabe que es producto de dos microorganismos primitivos, que fusionaron sus células y sus genomas.

Estas uniones sin escrúpulos de asociación íntima, que en todo caso no fueron exactamente sexuales, sino englobamientos simbióticos, implicaron también la fusión y la asimilación de genomas enteros o casi enteros. Los antepasados de la mitocondria y el cloroplasto prescindieron en parte, aunque no de la totalidad de su material genético y de sus capacidades biosintéticas a favor de los hospedadores, perdiendo su capacidad de vivir independientemente, pero adaptándose.

Pareciera como si entre las tinieblas del arqueano en el precámbrico, se hubiera originado un fabuloso monstruo mitológico, algo como un centauro o una sirena, aunque en su forma reproductiva tal vez como una Hidra1. La imaginación sobre estas criaturas al parecer deviene de hechos que se forjaron en la realidad, en el proceso vital, aunque no con tanta fantasía.

Lo que sí es claro que estos eventos y los posteriores han permitido que la vida adopte formas y dimensiones muy variadas, desde los microorganismos y plantas microscópicas hasta las ballenas, los dinosaurios, las secuoyas y los mismos seres humanos que así mismo nos denominamos seres inteligentes. Los “inteligentes”, el resto de animales y plantas emergieron de un mundo microbiano y mantienen un estrecho vínculo de dependencia con los microorganismos (Guerrero y Berlanga, 2003).

Podemos concluir que la evolución, al parecer, no ocurre sólo por medio del clásico mecanismo descrito, y solo para nosotros desesperantemente lento, de mutación en genes puntuales, y que la asociación es una forma evidente e irrenunciable del proceso evolutivo. Por tanto las practicas destructivas, guerreras, la estigmatización del enemigo a la final serán fallidas pues los agresores, los depredadores al pretender terminar con su presa, se terminan así mismo, dejando a otros individuos o especies que saben y promueven la cooperación y por tanto el progreso. La vida es así no solo competencia, la evolución es también cooperación y creatividad, simbiosis, tal vez nuevas quimeras.

Microorganismos excluidos

Por otro lado, de la reflexión, yo me pregunto si nos imaginamos algún momento, al igual que lo hizo Saramago, de un país donde todos fueron contaminados con la ceguera blanca, ¿cómo sería este mundo, con una esterilidad absoluta, inmaculado, de limpieza infinita tal como parecen perseguir los intereses de los capitales de la industrias farmacéuticas y químicas? Sencillamente inexistente: no habría espacio para los muertos que mantendrían su integridad sin posibilidad de descomponerse, ni para los vivos que no alcanzarían los elementos inorgánicos transformándose en orgánicos y por tanto vitales. No habría vida posible, ni científicos para investigar, ni escritor para contarlo.

Microbios presentes en nuestro diario vivir, en los sitios más insospechados, adaptados a todo tipo de ambiente e invisibles a la capacidad de la resolución del ojo humano. El ser humano como que comienza a experimentar una sospecha de vigilancia sin poder observar al que lo vigila, esa extraña sensación de persecución y dominio que termina por idealizarse en un dios o sospecharlo como un enemigo, y al final enloquecer viviendo para su servicio o su exterminio.

Rápidamente la sospecha le llevó a confirmar que los microorganismos al encontrarse en todo espacio posible es el responsable de las enfermedades que aquejaron a la humanidad, de las pestes, de sus dolores y sufrimientos y creó la hipótesis del enemigo, al que habrían de combatirle implacablemente. El mismo Pasteur sin embargo al final de sus días reconocería que “el germen no es nada, el terreno es todo”, confirmando que los microorganismos, en las enfermedades infecciosas, son necesarios, pero no esenciales. El huésped, esa otra forma de vida que se relaciona íntimamente con los microbios posee sus condiciones inmunológicas, y en el ser humano, esas no solo dependen de su Biología sino de su condición social. Cuando la OMS declaró en el año… que la viruela ha muerto, fue un gran triunfo de la humanidad sobre el virus: la viruela fue erradicada, pero la pobreza no. Y así subsisten otras y nuevas infecciones donde los microorganismos no tienen finalismo ni son volitivos para hacer el mal o el bien, solo existen.

En esta guerra declarada a los enemigos microbianos se generó un tipo de estética, la estética del enemigo: feroces, dañinos, repugnantes, monstruosos…En un fanatismo que termina por perseguir los mismos criterios científicos. Nuestro ilustre coterráneo Don Juan Montalvo los habría de describir así: “…esas brujas invisibles, Circes asquerosas que convierten a los hombres en monstruos, me echaron a devorar sus canes” dice en una especie de auto retrato en los Capítulos que se le olvidaron a Cervantes (Edición 2010 de la Casa de Montalvo, Ambato).

En la mitología griega, Circe (en griego Κίρκη) era una diosa y hechicera que vivió en la isla de Eea.

Circe transformaba en animales a sus enemigos y a los que la ofendían mediante el empleo de pociones mágicas y era famosa por sus conocimientos de brujería, herborística y medicina.

Así se les apartó, a los microorganismos, de la belleza natural cantada por los poetas, exaltada en la literatura y en las representaciones pictóricas y gráficas. Se escondió su belleza.

Los microbios resucitan la vida

Lucrecio en Rara naturum Lucrecio se atreve a levantarse con sus cantos ante el fanatismo de su época y dice:

…Serán materia de mi canto

La mansión celestial, sus moradores;

De qué principios la naturaleza

Forma todos los seres; cómo crecen,

Cómo los alimenta y los deshace

Después de haber perdido su existencia;

Los elementos que en mi obra llamo

La materia y los cuerpos genitales,

Y las semillas, los primeros cuerpos,

Porque todas las cosas nacen de ellas.

Y en pos de ti caminarán: los seres

Desaparecerán ahora existentes,

Como aquéllos que hubiesen precedido.

Siempre nacen los seres unos de otros,

Y a nadie en propiedad se da la vida;

El uso de ella es concede a todos.

Llama la atención como Lucrecio proclama con tanta energía la ley de la renovación universal en virtud de la cual la muerte es indispensable para crear nuevos seres, Shakespeare en su drama de Hamlet relata lo siguiente: Claudio pregunta a Hamlet por el Rey Polonio que fue asesinado y aquel le responde que ha ido a la cena, ¿dónde? Le pregunta Claudio; respondiéndole Hamlet “No donde coma, sino donde es comido, entre una numerosa congregación de gusanos. El gusano es el monarca supremo de todos los comedores. Nosotros engordamos a los demás animales para engordarnos, y engordamos para el gusanillo, que nos come después. El Rey gordo y el mendigo flaco son dos platos diferentes; pero se sirven a una misma mesa. En esto para todo.

Esos gusanos resultan ser en la realidad microorganismos y bacterias descomponedores, gusanos de los gusanos.

Esto, dicho por Lucrecio y por Shakespeare a través de Hamlet, es una gran verdad, existe esta renovación universal proveída por los microorganismos, nuestras moléculas no son sino las moléculas de otros seres que no se han perdido y podríamos afirmar como lo dijo el novelista guatemalteco Miguel Ángel Asturias, el de Los hombres de maíz y de las Leyendas de Guatemala: Resucitarán, no los muertos, sino la vida. Esta resurrección de la vida es el milagro del mundo microbiano, real, materia, natural.

La vida que conocemos, es el resultado de la combinación de compuestos químicos (carbono, hidrógeno, oxígeno, azufre, fósforo y otro poco de otros) en una solución acuosa. ¿De dónde proviene todo este cúmulo de compuestos? Por qué no se agotan, si en la naturaleza, la carencia de nutrientes y la exposición a otros factores abióticos adversos constituyen la norma, más que la excepción. Las condiciones de abundancia y hambruna y la competencia con el resto del microbiota en un hábitat resultan habituales. Si toda célula consume todo lo que tiene alrededor. Si el destino de una célula, de una bacteria, de cualquier vida, es reproducirse, ocupar un espacio y agotar el ambiente donde se encuentra. ¿Quién proporciona los nutrientes para el continuom de la vida?

La respuesta está dada en que la continuidad de la existencia de la vida en el planeta recae inconspícuamente sobre los microorganismos. Los microorganismos constituyen el principal componente de biodiversidad, siendo descomponedores y también productores. Recicladores.

Más allá que en la enfermedad se reconoce la vida, ya que es la ley de la vida la que funda, además el conocimiento de la enfermedad según lo dijo Foucult, en su libro El nacimiento de la clínica, los microorganismos resultan ser Mucho más importantes en la vida,  que en la enfermedad y la muerte.

 Arte y ciencia para la cooperación

¿Hay acaso una diferencia entre el conocimiento (científico) y el arte? Su diferencia en realidad radica no en sus objetos de estudio; estudian el mismo objeto, de manera diferente. La ciencia nos da un conocimiento conceptual de una situación, el arte nos brinda la experiencia de esa situación. La muerte será  descrita en sus componentes moleculares, pero el artista describirá la experiencia, las sensaciones, los afectos que impactan en la racionalidad del hecho. Rembrandt recoge en sus sensaciones y sin saberlo, la coloración diferente y exaltada de determinadas flores, inmortalizando en sus lienzos a los tulipanes holandeses, la belleza de su flor jaspeada en diferentes colores no reconoce sino un origen vírico, las más hermosas de esas flores son flores contaminadas, infectadas.

Como no reivindicar la naturaleza microbiana en sus formas, en la plástica, sus colores, la incertidumbre de sus procesos, su infinidad definida, sino su esencialidad para la subsistencia del resto de especies. Como no extasiarse en las geometrías catedralicias en los laberintos enigmáticos, en el misterio de esas partículas virales que aparecen como joyas perfectamente pulidas. El arte como hecho humano le confiere un nuevo registro en la historia natural que se añaden a aquellos fósiles de las rocas sedimentarias labradas por las mismas bacterias que dejaron su perennidad inscrita. Se trata de un nuevo registro, el registro de la relación del ser humano con las bacterias, las únicas que han dominado la naturaleza casi por las tres cuartas partes de la existencia del planeta y posiblemente lo hagan en el futuro y originen nuevas formas de vida inteligentes.

Se trata de generar un arte que reconozca todo lo vivo como parte de este continun de la vida y que surja una ética junto a la estética donde la cooperación de las especies sea la regla de la supervivencia, cooperación que en el plano humano conlleve a extinguir las formas competitivas de la formación social capitalista que no tiene reparos a la hora de elevar sus ganancias aun poniendo en riesgo la existencia de la vida, por que como lo describe Leonardo Bof “la misma lógica que explota las clases y somete a las naciones, es la que depreda los ecosistemas y extenúa el planeta tierra”. La extinción de estas formas sociales y el dar paso a nuevas relaciones permitirá defender la vida en su complejidad y multilateralidad. Es la belleza del existir.

[1]La Hidra de Lerna, en la mitología griega eraun antiguo y despiadado monstruo acuático con forma de serpiente policéfala que Heracles se enfrentó, y la reacción de la criatura fue la de una reproducción por partición: tras cortar cada una de sus cabezas Heracles descubrió que le crecían dos nuevas.

  • *Marcelo Hernán Andocilla López.
  • Doctor en medicina, graduado en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Central del Ecuador.
  • Dos maestrías: Gerencia en Salud y en Educación superior.
  • Docente principal de las cátedras de Microbiología general, Microbiología ambiental y Bioética en la Carrera de Ciencias Biológicas de la Facultad de Medicina de la UCE.
  • Ex director de la Carrera de Biología.
  • Autor del libro de consulta académica “Microbiología General y ambiental básica” editado por la Universidad Central del Ecuador.
  • Premio Universidad Central del Ecuador a la mejor obra literaria por tres ocasiones: Autor de los poemarios: Cóndores Seremos, traducido al francés; Versos de testimonio; Con mi bata blanca colgada en la luna.
  • Miembro de la Asociación Ecuatoriana de Escritores Médicos.

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