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Por Gabriel García Salyano* /México

A veces me parece que lo que se dice sobre la COVID19 está dirigido a la población urbana, principalmente clasemediaera, dejando de lado que el mundo es más grande que eso, por ello me permito compartir un pequeño texto con lo que hemos vivenciado estas dos últimas semanas, en que hemos recorrido varios municipios indígenas de Chiapas, para informar directamente a las parteras tradicionales y entregarles pequeños kits para su cuidado y atención de partos. (Perdón si han a quienes les llega dobleteado):

En México los entornos urbanos y rurales son diferentes en la forma en que está ocurriendo la epidemia, al menos en Chiapas en localidades rurales se refleja la desigualdad histórica, con poca información y además no adecuada a las características culturales de la población, con poca presencia institucional.

En recorridos que hemos realizado por varios municipios indígenas en estas dos semanas, no hemos visto ni siquiera una hojita de papel pegada en los centros de salud con información para la población, hemos encontrado incluso centros de salud cerrados o sin personal desde hace meses, se está llegando a dar casos en que en algunos hospitales están rechazando a embarazadas que acuden para la atención de su parto, presuntamente para que no se infecten de COVID-19, pero dejándolas a su suerte.

Hay también la percepción en buena parte de la población de las localidades rurales e indígenas de que la epidemia no es algo real, o que no llegara a sus comunidades, mucha población que había migrado por razones económicas está regresando a sus lugares, sin ninguna medida de protección o cuidado para ella o sus familiares.


Como ha ocurrido en muchas otras ocasiones los embates del desastre van llegando por oleadas y cuando se manifiesten es probable que sean tremendos.

Falta agua, faltan alimentos, estos han subido de precio, la calidad de las viviendas por lo general es mala y no es real decirle a las familias que destinen el único dormitorio para una persona enferma solamente, «quédate en casa» escuchan, y ¿quién va a ir a la milpa, a traer la leña, acarrear el agua» nos responden.

Algunas personas se conforman y acuden a sus creencias religiosas, diciendo que si su dios lo quiere no pasará nada o pasará lo que debe pasar.

En este contexto las parteras tradicionales son un pilar para la continuidad de la atención a las mujeres y sus familias, pero también ellas están en riesgo, a veces viven en condiciones más precarias aún, son mujeres mayores, muchas de ellas padecen diversos problemas de enfermedad.

Ahora, tal vez como nunca antes, se hace necesario el reconocimiento y protección de las parteras tradicionales, de sus saberes y prácticas como un bien inmaterial de la humanidad y como conocimiento de las mujeres y de sus pueblos.

*Encargado de la «capacitación» a parteras por la Alianza Pediátrica Global.

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