El dolor de perder un hijo

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Por Zulema Obando Herrera

crisjuli@hotmail.es

El calendario universal, dedica el mes de mayo a las Madres, coincidiendo con Iglesia  Católica que celebra el mes de la Virgen María, siendo el mejor símbolo de madre; también es el comienzo de la primavera y el nacimiento de la flores. Cualquiera sean los motivos para relacionar el mes de mayo con la celebración de las Madres, con esta oportunidad y a través de mi poesía, quiero hermanarme con el dolor de las madres que perdieron a sus hijos, terrible padecimiento, que inclusive para expertos psicólogos y terapeutas, suele ser insuperable. Los versos también hacen un llamado a evitar los accidentes de tránsito, sobretodo en estado etílico, siendo una de las principales causas de muerte a nivel mundial.

Dolor sin nombre

A punta de cuchillo de carnicero,

de un tajo y sin anestesia,

se imposta en el tintero,

este dolor sin nombre.

Acordono estas memorias,

como balas de un arsenal,

para escribir tétricas odas,

de una   herida  mortal.

Ese crucial día,

en pálpitos de angustia,

sufrí mi desdicha,

desperté del letargo,

en viento helado

y  tragando amargo.

En apurados pasos,

me precipité a tu habitación,

con miedo miré el reloj

y divisé la desolación,

el sonido del móvil avasallante

fue como un detonante.

No hay más cruel desventura,

que ésta ausencia inmensa,

no existe  cripta tan densa,

que un puñado  de huesos,

como aves con alas rotas.

Tú figura erguida,

entre  celestial y humana,

se fragmenta en mil perdigones,

en malévola trama que el destino emana.

Arrebatadora noche dantesca,

que apagó la calidez de tu voz,

con mil sombras en gresca,

me fulmina tu marcha precoz.

Robaron tu inocente vida,

fantasmas indolentes,

confesos carroñeros,

inconscientes parientes,

cómplices y compañeros.

Yace mi colibrí cercenado,

en un parabrisas,

ese cristal trisado,

que congeló tus risas.

El auto en volteretas,

escupe como marionetas,

estrellándoles en las rocas,

otros cuerpos heridos,

agonizan y gritan

desde los hierros retorcidos,

esquirlas encarnadas,

fugaces y ardientes catas,

piezas desbaratadas,

ajenas a la sensatez

ánimas atrapadas,

en un brutal ajedrez.

En caravana,

pasa la procesión,

abrazos, consolación,

concierto de lamentos,

imágenes amorfas,

sorda a los parlamentos,

siento sensaciones nefastas,

estos sirios ardiendo,

son certeras astas;

la caja siniestra me retumba,

andan animeras de  negro

hacia la vereda de tu tumba.

Sangrando  mis miserias,

acudo puntual

al concilio de la soledad,

recojo las flores secas,

de tu mortífero epitafio,

caen lágrimas desérticas

en pérfido garfio,

como ácido letal,

en esa hora fatal,

en que arrancaron mi alma.

(Del poemario AVATARES)

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