LASSO: EL POPULISMO NEOLIBERAL

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Por Jaime Chuchuca Serrano

“Hemos visto pasar a varios presidentes: Lucio, Correa, Moreno, Lasso, pero nosotros continuamos en la indigencia”, cuenta don Luis, apostado en un muro de Carondelet. Cuando se habla del traspaso de gobierno, se empieza tocando las diferencias y no las herencias, parentelas y afinidades de las élites, así como la conservación de los tejidos sociales y estructurales. Los autores de la teoría crítica de Frankfurt tenían una frase poco comprendida para estas circunstancias, que nos la repite en sus palabras don Luis: “cambiarlo todo para no cambiar nada”. Es decir, que las élites cambian lo superficial, los nombres, las imágenes, los símbolos, los instrumentos, pero conservan el sistema económico y político que genera la opulencia de unos cuantos y la miseria de millones.

Las élites están acostumbradas al juego de la fuerza y el consenso. Se ejecuta la coerción contra la sociedad para conquistar y conservar el poder, en combinación con el consenso de la gente para actuar con legitimidad. Cuando la legitimidad está en riesgo y no se puede recurrir a la fuerza es frecuente el uso del fraude y la corrupción contra los adversarios. Queda para la historia política el escenario controvertido del 7 de abril y las denuncias de fraude a Yaku Pérez. El 11 de abril, en el balotaje final, se habría consagrado el fraude con la legitimad de los votos. La inusitada cantidad de votos nulos son la expresión de miles de voces que fueron acallas por el sistema electoral.

Si Moreno necesitó de un pacto político empresarial para gobernar, ahora los dirigentes de este pacto que cogobernaron con Moreno, llegaron al gobierno: la oligarquía financiera, terrateniente, industrial, comercial. Estos grupos económicos tienen sus representantes políticos en los partidos de la derecha política y sus alianzas: CREO, PSC, UNES, independientes y otras fuerzas. Los últimos acuerdos de la Asamblea unen a estas fuerzas con la bancada de la centro-izquierda, PK-ID.

El sector público tiene un déficit anual de al menos 11 mil millones de dólares. A pesar de eso, las grandes fugas por corrupción continúan imparables. Las coimas y sobreprecios millonarios de la contratación pública están en todas las instituciones del Estado y se conectan con la empresa privada. Los casos últimos de corrupción en el Ministerio de Salud, la Contraloría, Petroecuador, IESS, en los Municipios de Quito, Guayaquil, son una pequeña muestra de esta epidemia. Aunque la mayoría de la sociedad civil está golpeada, unos pequeños grupos de privilegiados, como el sector financiero ha incrementado sus ganancias entre el 13 y 22%.

Aunque el gobierno de Moreno logró un pacto con los grandes medios de comunicación para consolidar su inestable poder, el gobierno de Lasso emerge en una relación natural con el poder mediático, sobre todo de los grupos Ecuavisa, Teleamazonas, El Comercio, Expreso, que, así como se han convertido en su apoyo fundamental, también juegan un papel de contrapeso como ocurrió en la fractura de las negociaciones de CREO-PSC-UNES.

El populismo ecuatoriano se ha vestido de diferentes camisetas ideológicas: CFP, PSC, ID, PRE, DP, PSP, PAIS. Lasso emergió en la disputa con discurso populista, pero sin bases populares; no tiene un electorado popular definido; el apoyo de este es esporádico, inestable. Por eso es que sus promesas y sucesivos discursos lo han ido calificando hacia significantes a los que aspira el electorado. Entre estas propuestas como la eliminación de la central de riesgos de 1,7 millones, deudores de menos de 1000 dólares, la derogatoria del Reglamento de la Ley de Comunicación y el anuncio de más bonos, cuyo cumplimiento ayuda a subir en credibilidad sin entrar en conflicto con ninguna fuerza. Empero, la práctica política estatal de la primera semana, sobre todo en los anuncios ministeriales, imponen al régimen lassista como neoliberal. De tal modo que Lasso, al empezar el gobierno, entrelaza el populismo con el neoliberalismo.

Aunque todos los ecuatorianos desearían que se cumpla la propuesta gubernamental de vacunar contra el COVID-19 a 9 millones de personas en 100 días, esto no asegura para nada el cambio económico anterior a la pandemia. La modernización neoliberal de los ochenta y noventa construyó una burguesía industrial y agrícola basada en la asunción de las deudas privadas por el Estado. En estas décadas distintas burguesías permanecieron como élites dentro de la administración pública, y con la victoria de Lasso estas se dotan de una retroalimentación para la conservación de sus intereses. Entre ellos la disminución de la carga impositiva y la precarización laboral para la acumulación de ganancias; a este último objetivo apunta el proyecto de Ley de oportunidades laborales del gobierno. La puerta giratoria entre lo público y lo privado, ahora en dominio de la élite cercana a Lasso, causa el control del tráfico de influencias y el destino de los recursos públicos para el enriquecimiento. Los empresarios cercanos al gobierno se enfocan en la privatización de las telecomunicaciones, las carreteras, el Banco del Pacífico (de capitales relacionados con Lasso), las refinerías, el extractivismo petrolero y minero. Los petrodólares continúan siendo el principal ingreso estatal, pero esto no quita el pasado de Petroecuador y su acumulación de más de 1000 procesos judiciales por corrupción. La política internacional de Lasso marca sus pasos para los tratados de libre comercio neoliberales y el beneficio de las transnacionales.

El lenguaje político del populismo ha mediado entre lo racional y lo irracional, llegando en este último caso a limitar con el fascismo en varias oportunidades. Los abrazos y encuentros de Lasso con Bolsonaro y Duque formalizan los peores palmoteos de la derecha latinoamericana. Bolsonaro se ha denominado a sí mismo líder neonazi y riñe abiertamente contra los derechos de los indígenas, mujeres y trabajadores; sus propuestas contra la pandemia son irracionales, no por nada más de 180 ciudades marcharon multitudinariamente contra el régimen brasileño. Por su parte Duque es el regente actual del uribismo, una casta de terratenientes, narcotraficantes, paramilitares y terroristas que se enquistaron en el Estado; el Paro Nacional colombiano lucha contra esta estructura. Momentos en que Ecuador vive la peor escalada del narcotráfico y la muerte en su historia. A pesar de esto Lasso ha calificado a Bolsonaro, Uribe y Duque de “republicanos” y “demócratas”. Ante la situación revolucionaria que vive el mundo, la derecha internacional une fuerzas contra posibles revoluciones estructurales, de ahí la denominada Carta de Madrid encabezada por la extrema derecha española.

Los hermanamientos de las élites lucran de las leyes y la estructura de afinidad parental y política. Hay quienes siendo funcionarios de las anteriores administraciones conservan el cargo con un viraje ideológico. Otras instancias mucho más complejas se evidencian en el cogobierno de las élites (correísmo-morenismo-socialcristianismo-lassismo) y de estas con la cooptación de fuerzas que provienen de la centroizquierda. Así como Moreno logró el pacto político empresarial con algunas fuerzas populares para tomarse el Consejo de Participación Ciudadana, ahora Lasso hizo lo mismo para lograr la actual configuración de la asamblea bajo la dirección de PK-ID, CREO e Independientes. El gobierno de Lasso es elocuente en reciclar cuadros del morenismo, correísmo y otros de la derecha que provienen de décadas anteriores.

En este complicado proceso predispuesto a favor de las élites ecuatorianas y extranjeras ¿se podrá lograr un país del “encuentro” cuándo los únicos que tienen espacios para encontrarse son los privilegiados?, ¿se podrá tener un “diálogo abierto” del gobierno con todos los grupos sociales si la palabra la controlan solo algunos medios masivos y grupos corporativos de la sociedad civil? La retórica de Lasso que pronuncia a “Ecuador como un país de oportunidades”, está explicada con el carácter de oportunidades para un círculo de privilegiados. Ante las ya consabidas políticas neoliberales, hay un incremento exponencial de las movilizaciones masivas en Latinoamérica, las cuales tienen como objetivos la sobrevivencia y la transformación de las bases autoritarias, neoliberales, coloniales, patriarcales existentes. En Ecuador se sienten los grandes golpes de las políticas económicas, la subida de los combustibles, pasajes y productos de primera necesidad, factores que, unidos a la pobreza y el desempleo generalizados, crean decenas de conflictos que pueden desatar movilizaciones masivas parecidas a las de octubre de 2019.

Fuente Revista El Observador 124, junio 2021

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