Terroristas, infiltrados, subversivos

Periódico Opción
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Por Nelson Rueda

Con acuciosa velocidad la deriva del discurso oficial «pos levantamiento indígena y popular busca deslegitimar los 11 días de reacción social frente a las políticas económicas del gobierno de Lenin Moreno.

Los principales voceros del régimen y un tropel de diligentes comentaristas en los medios públicos y privados legitiman la brutal represión.

Así encontramos artículos tendenciosos como el titulado: “Agentes rastrean a 19 grupos violentos;  en la lista hay estudiantes, activistas y militantes de partidos de izquierda” haciendo eco a las declaraciones María Paula Romo de que “Lo que vemos en estos días bien puede ser el germen de estos temas (subversión urbana y paramilitarismo) o la demostración de que ya está aquí”.

Citan también al Ministro de Defensa, Osvaldo Jarrín sobre que las Fuerzas Armadas “tienen derecho a la autodefensa, como todos los ciudadanos”, que ellas «no pueden ser secundarizadas para que queden exclusivamente para el apoyo, si es que hay necesidad… Esa es la nueva relación que se está creando es una anomia (ausencia de ley) entre la autoridad estatal y las leyes… No hay nada más legal que el pueblo le entregue la responsabilidad de la seguridad a las FF.AA. y a la Policía» y que durante los once días de protestas y paros, no se usó armas letales y eso fue cumplido «disciplinariamente, a costa del sacrificio personal de nuestro personal».

Entre los eruditos de todas las disciplinas que han estudiado la violencia política, es generalmente aceptado que el terrorismo es una forma especial de esa violencia. No es una filosofía o un movimiento político, sino un arma o método empleado durante toda la historia, tanto por Estados como por organizaciones de inferior entidad para una completa gama de causas o propósitos políticos.

La palabra subversión comenzó a adquirir su significado actual, que se refiere a los intentos de socavar los cimientos de un sistema de poder, como el Estado.

El uso ideológico de éste término, con una fuerte carga negativa, se remite al período de la Guerra Fría y a la imposición de la noción de guerra interna desatada entre las fuerzas de la “democracia occidental” –liberal y cristiana- y las del “comunismo”. A partir de entonces, el termino subversión se transformó en el vocablo utilizado por los defensores del statu quo para designar al enemigo que debía aniquilarse.

“El concepto de subversión es una construcción ideológica ideada y difundida a nivel internacional por las fracciones más poderosas del capital, en defensa de sus intereses de clase, sintetizados en el llamado Documento Santa Fe I, de 1982. En el contexto de la Guerra Fría y de un mundo divido en dos bloques, uno liderado por Estados Unidos y otro por La Unión Soviética, el objetivo buscado por el primero era la definición de un enemigo capaz de contaminar los intersticios de toda la sociedad. La subversión se convirtió entonces en la forma potencial de una Tercera Guerra Mundial cuyo rasgo destacable era su desarrollo como guerra interna.”

Lo señalado en líneas arriba pone el debate, del lado del poder, del gobierno, del FMI, del ejército quienes están generando acciones violentas que generan terror en la población.

El dirigente de Unidad Popular Geovanny Atarihuana señaló en una entrevista que “el subir el precio de los combustibles es poner gasolina al fuego”,  y el subir los pasajes es atizar el conflicto social y generar terror, inseguridad en la población, son medidas terroristas dictadas desde el FMI.

Cuando el ministro Jarrín en tono amenazante señaló en los días del levantamiento que de ser necesario utilizarían armas letales, el resultado es 8 ciudadanos muertos y miles de heridos, eso genera terror desde el Estado.

Cuando la ministra Romo anuncia persecución a un pueblo, a sus dirigentes sociales, a las organizaciones y partidos políticos de izquierda, eso es generar incertidumbre en los miles, millones de ecuatorianos que participaron en este levantamiento contra el neoliberalismo terrorista y sus políticas.

Al terrorismo económico, político y militar impuesto por el gobierno le respondió la resistencia, la rebeldía, la dignidad de todo un pueblo y sus organizaciones sociales y políticas de izquierda, echando abajo sus objetivos a través de un poderoso levantamiento indígena y popular

El fusil, los gases lacrimógenos, la caballería, los tanques, las granadas, fueron enfrentados con organización, autodefensa, heroísmo, se activó, la barricada, la piedra, la lanza indígena, pero sobre todo se activó la bravura, el coraje de hombres y mujeres de las nacionalidades indígenas, de las clases trabajadores del campo y las ciudad, de la barriada popular, que al grito de Ni Correa Ni Moreno la lucha es del pueblo, logró la derogatoria del decreto 883. David derrotó a Goliat.

Por ello el bloque hegemónico en el poder en un verdadero «coro de ángeles, llenos de preocupación, vía oficial y con la anuencia de los grandes medios públicos y privados han iniciado una cacería de brujas – el término se emplea para denotar la persecución de uno o más enemigos públicos de forma extremadamente sesgada e independiente de la inocencia o culpabilidad real.

La cacería de brujas la suele realizar quien detenta poder en ese momento, para darse razón y deslegitimar al otro, al disidente, al “enemigo” etiquetándolos de terrorista infiltrados, vándalos, subversivos.

La histeria discursiva del ministro Jarrín el día 23 de octubre enfiló sus visiones fascistoides contra las universidades: Católica, Salesiana, Politécnica, Andina y Central, señalándolas como espacio de abastecimiento de manifestantes y vándalos, para información del señor Jarrín los centros de educación superior orientaron su acción a resguardar la integridad y condiciones de dignidad elementales de familias indígenas, incluidos mujeres, niños y adultos mayores.

En la lógica de quien fue formado por la doctrina de seguridad nacional de inspiración estadounidense, solo faltaría calificar como infiltrados, conspiradores, terroristas y subversivos a la comunidad salesiana y jesuita, así como a los cientos de jóvenes socorristas de las universidades quienes con verdadero heroísmo salvaron muchas vidas  y así, no quedaría ciudadano libre en su santa cruzada contra estos y otros demonios fabricados por el gran capital. 

El gobierno de Lenin Moreno ha planteado el diálogo como mecanismo para generar consensos y buscar alternativas que no afecten a los pobres, en esa línea las declaraciones y prácticas de los ministro Jarrín y Romo antes de las medidas, en medio del levantamiento, y pos levantamiento son un grave escollo, una verdadera muralla, o en términos del levantamiento una barricada necesaria de demoler, deben renunciar a sus respectivos ministerios, para generar confianza en una salida pacífica y negociada desde el interés de la nación y los pueblos del Ecuador.

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