Por Libertad Regalado Espinoza
El libro Aproximaciones es una antología de orden personal, lo que significa una colección escogida por el autor de los poemas que más le han motivado, los que él considera más representativos y emblemáticos. Son esos poemas que van dejando huella, por las emociones que dispararon su inspiración, por lo que en su momento significaron para una persona, un pueblo, una institución. Este tipo de obras nos ayudan a tener un conocimiento esencial del autor, lo podemos seguir a través de sus años de producción. Como él lo explica en Aproximaciones ha procurado “rescatar el edénico paisaje y la vivificante naturaleza, supremo regalo del Creador, la Pacha Mama, cobijo de todos, que, en sí, es donde terminaremos nuestros días”
Gustavo Báez Tobar, lleva muchas décadas en este oficio, ha venido publicando varios textos, semblanzas, micro biografías, poemas en revistas, periódicos, antologías del cantón, de la provincia, en los libros de historia de los diferentes pueblos a quienes les ha escrito poemas que se han convertido en himnos. Su producción: Poesía (1985), Perfiles y añoranzas (1999), El tiempo y sus bemoles (2009), Espacios para la ternura (2011) Cotacachi, Arte y pensamiento de Luis Báez (2014), Jorge Renán Salazar, cantor del pueblo y sus lejanías (2005), dan crédito a este prestigioso y sensible bardo de Atuntaqui.
A raíz de la pandemia, Gustavo crea “Amigos del verso y de la poesía” un espacio en su página de Facebook, donde lunes a lunes nos ha ido regalando sus inspiraciones, de esa forma hemos podido disfrutar de su obra poética.
¿Qué nos ofrece en Aproximaciones nuestro poeta? Inicia con un Canto al obrero, elaborado en esta etapa de la vida, donde con serenidad analizamos lo que significó el pasado de los pueblos, tamizamos los hechos con otra óptica, por muy dolorosos que estos hayan sido. En este poema se reseña la vida de este rincón donde un día el comercio del algodón al que se dedicaban muchas familias, generó interés en industriales de otros pueblos y se creó la Fábrica Imbabura; este poema no deja de tener un trasfondo político, describe momentos que una y otra vez se repiten en pueblos, ciudades donde la vida de los obreros poco importa, donde la permanencia del empleo no mira las familias que dependen de él. Este poema se justifica en toda su estructura, desde la exaltación del trabajo, el nacimiento de los gremios, de los sindicatos, hasta el funesto día en que se escribió una de las páginas más negras de Atuntaqui, pero que dio lugar a un nuevo despertar, donde familias enteras “comenzaron a tejer nuevas ilusiones y utopías (…) se convencieron de que el corazón de Atuntaqui era enorme y poderoso y que podía ser ventana al Mundo” al convertirse en miles de almacenes que expenden sus textiles y creaciones en el mundo de la moda. En este canto la historia de ese obrero ha quedado perennizada en un “inmortal monumento, porque de hierro esta hecho cuerpo y alma, porque con hilo de hierro has tejido el pasado y el presente”.
La mayor parte de sus poemas favorecen el fortalecimiento de la identidad histórica: Elegía a Paila Tola, “alcancía de recuerdos olvidados (…) solitario ataúd sin sepultura”; los poemas a su ciudad natal Atuntaqui, “hecha de soles y noches lunares”/ “canción de cuatro latidos”/ “solar amado”; a Cotacachi, lugar donde transita esta etapa bella de la juventud acumulada en la que “se recrean sueños y fantasías (…) echa de magia y de canción(…) flor de silencio y de melodía”; el Canto a Natabuela, “jardín de fructífero ensueño”; a Intag, “poblada de pájaros cantores, orquídeas sonrientes y guarumos silvestres”; a ese misterioso lago Cuicocha que tantos sueños ha alimentado, a la Cascada de Peguche, nuestro santuario apetecido para los paseos de fin de semana. Con deleite describe esos paisajes donde Pumamaqui y el Legendario lechero crecen, poemas que nos ayudan a crear una conciencia más ambientalista, de amor y respeto por la naturaeza. En el poema Paisaje de Junio, apela a los recuerdos de esas épocas en que el clima era más benigno, aquellos meses que antecedían al verano, cargados de un marcado esplendor donde “el aroma de los trigales, las praderas sonrientes, las campiñas en flor” era su paisaje característico y no lo que estamos viviendo, meses de crudo invierno y de vientos gélidos.
La rica gastronomía tiene un espacio en Canción de la Jora, donde la describe como “néctar de vida la rubia bebida, cuajada de soles y noches lunares”. No puede olvidar nuestra fiesta patrimonial del 31 de diciembre, ni cantar a lugares turísticos, a instituciones y personas que han sobresalido por su hacer cultural, deportivo y social.
El tema de la educación late en algunos de sus poemas, es que su esencia es la de ser maestro y un gran maestro que supo amalgamar la música con la poesía; nada mejor que ensalzar esa vocación de los educadores “paradigma de honor y de verdad”, de los que se entregan con mucho amor al trabajo y no pensando en recibir un sueldo por llenar unos reportes y exigir lo que no han podido dar.
El amor siempre tendrá un espacio en sus versos, están revestidos de esa profundidad de los verdaderos afectos; nos hacen revivir recuerdos entrañables de los primeros amores, de esas amistades que se van tejiendo en el día a día; de la pareja, de la persona que escogimos para caminar unidos construyendo un hogar, del dolor de su partida, de la ausencia definitiva; pero a la vez están esos poemas del nacer de nuevas vidas, cuando dejamos de ser padres y nos convertimos en abuelos, cuando esos “retacitos de cielo en la tierra (…) capullos delicados” alegran nuestros días.
Sin lugar a ninguna duda, Luis María Gustavo Báez Tobar, en esta etapa otoñal, nos brinda nuevos poemas y otros tan añejados que logran el despertar de emociones y recuerdos, son poemas para tejer sueños, amar y respetar más a la tierra que nos acogió en sus brazos. Felicitaciones amigo por este regalo para el alma y recuerda que mientras el verso anide en nosotros estaremos vivos.