Por: Mateo Rodríguez
La actitud de la burguesía criolla con la cantaleta de la reforma laboral se resume en la frase que en el mes de enero diría el abogado empresarial peruano Alejandro Falla Jara: “A más derechos irrenunciables a favor de los trabajadores, menos serán los incentivos para contratar”.
La Cámara de Comercio de Guayaquil presentó 40 reformas al Código del Trabajo, las mismas que tienen el objetivo de flexibilizar la relación obrero – patronal pues para ellos, la rigidez laboral sería la causa de la falta de creación de nuevas oportunidades laborales. El concepto de rigidez laboral ha sido usado por las clases dominantes en distintos países para justificar la aplicación de medidas que refuercen el poder del empresario frente a sus trabajadores.
Para analizar las medidas que el empresariado ecuatoriano viene promoviendo, se hace necesario comprender que el contrato de trabajo es un instrumento jurídico mediante el cual se pretende regular la relación de trabajo surgida entre trabajador y empresario por la prestación de la fuerza del trabajo a cambio de un salario. Este instrumento encubre de por sí una relación de subordinación e iniquidad pues el uno, al no tener ingresos económicos se ve obligado a vender su fuerza de trabajo y el otro, el empresario, al ser dueño del capital tiene la posibilidad de aceptar o no ese servicio. Por eso, muchos trabajadores y trabajadoras se ven en la necesidad de soportar imposiciones contrarias a la dignidad con tal de asegurar el ingreso económico para ellos y su familia.
En la regulación del contrato de trabajo es donde se establece la piedra angular de la legislación laboral, por ello, la burguesía busca de manera obsesiva reformar este vínculo pues requieren acrecentar la tasa de ganancia y para ello trabaja por flexibilizar los mecanismos de protección actuales. La propuesta de la Cámara de Comercio de Guayaquil apunta a esto, pues aborda temas como: contratación a tiempo fijo, contratación por proyecto, aumento del periodo de prueba, flexibilización con la terminación de los contratos, reducción de la indemnización por despido intempestivo, reducción de la prescripción para imponer reclamos laborales, flexibilización de la jornada laboral, entre otros.
Pauperización de los trabajadores
“… todos los métodos de producción de plusvalía son, al mismo tiempo, métodos de acumulación y todos los progresos de la acumulación se convierten, a su vez, en medios de desarrollo de aquellos métodos. De donde se sigue que, a medida que se acumula el capital, tiene necesariamente que empeorar la situación del obrero, cualquiera que sea su retribución, ya sea ésta alta o baja.” Carlos Marx
Bajo el discurso de generar nuevas opciones de empleo y mejorar la productividad, la propuesta de las Cámaras de la Producción y que en buena medida ha sido asumido por el gobierno, apunta a desvalorizar la fuerza de trabajo, crea una especia de “uberización” del trabajo pues la fragmentación de la jornada laboral y los contratos a corta duración crearán trabajos por horas con la necesidad de que el obrero tenga que ocuparse más tiempo y en varios sitios para poder percibir un salario básico, pues el pago se lo realizará por horas laboradas pese a que el contrato no sea de esa modalidad.
El marxismo leninismo nos enseña que a medida que el capital crece, las condiciones de los obreros se pauperizan. Esta máxima se confirma con la propuesta del empresariado que busca a toda costa incrementar sus ganancias sin importar la situación de los trabajadores.
Propuesta llena de sofismas
Se llama sofisma al argumento falso o capcioso que se pretende hacer pasar por verdadero. La propuesta de las cámaras y la carta de apoyo a la misma firmada por connotados académicos burgueses, entre los que consta Oswaldo Hurtado, Abelardo Pachano, Alberto Dahik, Walter Spurrier, Pablo Lucio Paredes, está plagado de sofismas y verdades a medias.
Es real que la crisis del país ha llevado a que los niveles de desempleo y empleo no adecuado hayan crecido, pero eso no se debe a la regularización “estricta” en materia laboral, sino a la contracción económica producida por la desinversión del Estado en la economía nacional. Por esta razón, el empresariado busca como mantener su tasa de ganancia, para lo cual requiere reducir el costo del capital variable, afectando los derechos de quienes se encuentran en condición desfavorable en la relación laboral.
¿Qué significaría la uberización del empleo?
La propuesta de las Cámaras y el gobierno no es nuevo y en varios países ha significado la deslaboralización, flexiseguridad y antisindicalización, pues al inicio los trabajadores son convencidos de que “serán sus propios jefes” pero a la medida que pasa el tiempo se notan mecanismos de control y sanción. El ejemplo más claro de este tipo de trabajo es el de los servicios de APP, ya que si los trabajadores que prestan servicios mediante las aplicaciones “Glovo” o “domicilio.com” entre otros, se niegan a llevar algún pedido porque no les conviene la distancia –porque es mucha o tiene mucho costo y no les rinde–, son bloqueados por media hora o por una hora. Eso implica que no reciban pedidos y no puedan trabajar. Es como una suspensión. Otra medida que toma la empresa es bajarles la tasa de aceptación, es decir que cada repartidor tiene una suerte de ranking (medido en términos de productividad) y la empresa puede bajar el nivel que alcanzan. También ocurre que la empresa que deja de enviar pedidos hasta que el trabajador se ve en la obligación de aceptar las entregas que ellos les asignan. Todos estos abusos, que afectan el ingreso mensual de esos trabajadores, no son sancionados ni controlados por el Estado, pues están desregularizados y aparentemente no existiría relación entre la empresa adueña de la APP y los trabajadores.