Por Nelson Rueda
Luego de 11 días de movilización en todo el Ecuador, desde diferentes sectores surgen valoraciones y criterios respecto al impacto, repercusiones e incidencia de estos días que estremecieron la institucionalidad y la conciencia de millones de ecuatorianos dentro y fuera del país. Múltiples actores y factores confluyeron en estas jornadas. Cada uno, desde su interés y concepciones, participó antes, en medio y luego de las mismas. Realizar o intentar acercarnos a un análisis lo más objetivo posible es el intento de este artículo, analizando los intereses en juego y sus repercusiones en un ejercicio que pretendemos iniciar. Aspiramos aportar con algunos elementos.
Un primer asunto a tomar en cuenta es el escenario en medio del cual se desenvolvió esta jornada: la crisis económica producto de la cual el desempleo bordea más del 50% de la población económicamente activa (alrededor de 4 millones de ecuatorianos), incremento de la canasta familiar por sobre los 700 dólares versus un salario básico de 394 dólares, incremento del endeudamiento externo durante los últimos 6 años, caída de los precios de petróleo con un ligero incremento en este año, un abultado déficit del presupuesto que, ha decir de los funcionarios del gobierno, supera los 6.500 millones de dólares
En estas circunstancias el gobierno de Moreno concretó, previo el monitoreo del FMI de la economía ecuatoriana, organismo al que ya se pidió préstamo en el gobierno de Correa, cuyos correligionarios hoy se rasgan las vestiduras acusando a Moreno de traidor y de haberse entregado a la derecha, al FMI. En buena medida, lo que Moreno ha hecho es materializar una línea de continuidad en lo económico iniciada por Correa, quien vale recordar que dijo: “Estamos haciendo mejor las cosas con el mismo modelo [de acumulación], antes que cambiarlo” y benefició a banqueros y empresarios
El acuerdo con el FMI comprometió el desembolso, en tramos, de un crédito (préstamo usurero del capital trasnacional) de 10.300 millones de dólares, previo la firma de una carta de Intención que, en resumen, propone la eliminación de subsidios, reducción (despidos de trabajadores) del tamaño del Estado, eliminación de derechos a los trabajadores, reforma tributaria para beneficiar al capital transnacional, privatización de empresas públicas. Dichos desembolsos se harán luego del monitoreo que una comisión del Fondo hace de los avances en la aplicación de los dispuesto en la Carta de Intención.
Y llego el día, en el mes de septiembre el último monitoreo de la Comisión del Fondo planteó que se venía cumpliendo a satisfacción el plan (órdenes) del FMI, pero que para realizar el siguiente desembolso se requería del gobierno la implementación de nuevas reformas económicas, fiscales, tributarias y laborales hasta el mes de octubre.
El anuncio previo de la medidas económicas fue un ejercicio encargado a ministros durante los meses previos, quienes al anunciarlas pretendían justificarlas como correctas y necesarias para el crecimiento y el bienestar de todos los ecuatorianos.
El 1 de octubre el paquete de medidas económicas fue anunciado por Moreno y, casi a renglón seguido, el Decreto 883 disponiendo la liberalización del precio del diésel y gasolina (elevación de precios y eliminación de subsidios) con el malhadado argumento de que es para combatir la los contrabandistas y afectar a los más ricos.
Las reacciones frente a las medidas
Mediante el Registro Oficial Suplemento 52 del 2 de octubre de 2019, se publica el Decreto 883 en el cual el Presidente de la República reforma el Reglamento Sustitutivo para la Regulación de los Precios de los Derivados de los Hidrocarburos, expedido mediante Decreto Ejecutivo Nro. 338, publicado en el Registro Oficial Nro. 73 de 02 de agosto de 2005.
La justificación de las medidas desde el poder
El gobierno insistentemente ha repetido que esta medida elimina una distorsión en la economía, pues los subsidios benefician a los que más tienen y favorecen a los contrabandistas que se han hecho millonarios con esto; que esos recursos van a ser reorientados hacia los sectores más pobres y vulnerables. En el afán de aplacar sus repercusiones, se anunció un incremento en el bono de la pobreza y el número de beneficiarios. Las cámaras de empresarios, los partidos políticos de la derecha ecuatoriana, los grandes medios de comunicación, la socialdemocracia, y más beneficiarios del capital cerraron filas a favor de las medidas.
De manera complementaria, el gobierno anunció medidas antiobreas, especialmente contra los trabajadores públicos, que son un retroceso grave en sus derechos.
Los pueblos y sus organizaciones frente al paquetazo
Del lado de los movimientos sociales el FUT, la CONAIE, el Frente Popular y otros sectores la oposición a estas medidas, se manifestó el reclamo de manera inmediata, se activó el paro de los sectores del transporte, se convocó la resistencia en territorio por parte de la CONAIE y se definió desde el FUT y los movimientos sociales que, en unidad de acción con la CONAIE, la huelga nacional se realizaría el 9 de octubre. De manera particular en las ciudades, la juventud inició la movilización en rechazo a lo que, desde ese momento, se definió como el paquetazo neoliberal, exigiendo la derogatoria del decreto 883.
Cabe indicar que los trabajadores y el movimiento campesino indígena meses atrás venían movilizándose y desenmascarando la Carta de Intención firmada con el FMI y preparaban la huelga nacional frente a las medidas anunciadas por el gobierno y construyendo un proceso unitario desde las bases y la dirección.
Los gremios de los transportistas a nivel nacional declaran el paro mediatizados por sus propios intereses y logran, luego de 2 días, un acuerdo para la elevación de los pasajes y algunas excepciones tributarias para la importación de insumos para el sector. Con ello el régimen pretendió apagar la protesta que desde la juventud y el movimiento indígena se desarrollaba en las principales ciudades del país desde el día 3 de octubre y, en la mayoría de provincias del país, donde la resistencia indígena y campesina bloqueo la circulación desde y hacia la Sierra, Costa y Oriente, paralizando el país.
Desde los sindicatos se convocó al paro nacional el día 9 de octubre y el movimiento indígena definió la necesidad de sostener el paro en territorio, al mismo tiempo que avanzar en bloques a Quito.
Creció la protesta y esta se fue transformando en un levantamiento popular que agigantaba su presencia los días 7, 8 y 9 de octubre con el añadido que Moreno cambió la sede del gobierno a Guayaquil el día 7 de octubre con el argumento de tener un mejor ambiente para trabajar. Pero en realidad, de lo que se puede ver, esto obedeció a una orientación desde el conjunto de la burguesía y sus aparatos para sostener a Moreno pese a lo que sea y defender las medidas, apoyado por Nebot y la rancia oligarquía guayaquileña.
Desde las elites quiteñas pretendieron montar en cólera en defensa del “patrimonio” y, en ese discurso colonial y conservador, cayeron ciertos sectores milenaristas. La pregunta es cuando los ex alcaldes de Quito y otros notables desconocidos defendieron el patrimonio milenario durante la devastación del Centro Histórico por la construcción del metro de Quito; la respuesta es NUNCA, por el contrario son beneficiarios y accionistas de los proyectos turísticos como la casa Gangotena y otros que han implicado segregación del suelo urbano a beneficio de las transnacionales del turismo, expulsando a los habitantes del Centro Histórico y el comercio informal, porque afean la carita de dios en su visión colonial. En otros sectores de la ciudad, el discurso derechista daba más importancia a una piedra de una acera que la vida de los ecuatorianos que tendrían que sufrir las medidas o la vida de quienes morían por la represión.
Con la llegada del movimiento indígena a la Casa de la Cultura y al Parque del Arbolito, convertidos nuevamente en símbolos de la resistencia de los pueblos, ahora contra las nefastas políticas del FMI, el paro, la huelga la resistencia adquirió las condiciones de un levantamiento teniendo en Quito el epicentro y en el resto del país las réplicas luminosas de la rebeldía y la dignidad de todo un pueblo. Los días 10, 11 y 12 se sumaron los barrios, la ama de casa de toda condición y en distinto nivel se adhirió a la protesta, a la solidaridad, al aprovisionamiento de víveres y vituallas. Codo a codo se afirmaba la unidad popular y la necesidad de echar abajo el decreto 883.
El correismo pretendió pescar a rio revuelto generando caos, pese a sus intentos no pudo lograrlo. Su intento de suplantar a Moreno les falló y ahora están en desbandada. El pueblo sigue demandando que devuelvan los recursos asaltados al país durante la década perdida. Este sector es otro de los grandes derrotados de estas jornadas.
La represión fue la orden de la oligarquía el FMI y su gobierno
La Defensoría de Pueblo señala que, como organismo
que vela por la protección de los Derechos Humanos en el país reveló este lunes
14 de octubre que durante las manifestaciones hubo ocho fallecidos, 1.340
personas que recibieron atención médica y 1.192 detenidos a escala nacional.
Responsables de esta práctica represiva y de expresiones fascistoides que incluyeron la amenaza de disparar contra el pueblo, son los ministros Romo y Jarrín, el secretario Roldan, el vicepresidente y otros funcionarios de alto nivel. La conciencia nacional demanda sanción a los responsables de estos atropellos horrendos contra la población civil desarmada.
La comunicación otro espacio de disputa
Como señalamos líneas arriba los grandes medios de comunicación públicos y privados apuntalaron el discurso oficial. Los noticieros, espacios de comentario y debate, justificaban la medida y ocultaban las reacciones del movimiento popular, hablaban de que nada pasa excepto el vandalismo, la conspiración correísta, descalificando el levantamiento.
Desde el campo popular se potenció la acción de los medios alternativos y populares para informar y comunicar día a día lo que ocurría en el desenvolvimiento del levantamiento; se coordinaron esfuerzos por multiplicar las voces y romper el cerco mediático; la población se orientaba y conocía lo que sucedía por esta vía; se activó la información desde el campo social y popular; y, se visibilizó a nivel nacional e internacional lo que ocurría en el Ecuador, se derrotó la estrategia mediática del poder. Se forjó, de esta manera y en medio de la lucha, espacios de coordinación que hacia adelante jugarán un rol de orientación y cohesión en apoyo a la acción del movimiento social frente a la política oficial y sus medios, reto que debe asumirse con responsabilidad.
¿Quiénes ganaron?
Este tema está de moda en los editoriales de la gran prensa burguesa y pretenden señalar que todos hemos perdido, la república pierde porque la economía se ha visto afectada, la educación, los servicios básicos, la institucionalidad y persisten algunos en señalar o querer equiparar lucha social con vandalismo y violencia.
Lo cierto es que con la organización, la lucha y la unidad, se derrotó al FMI al derogar el 883. Lo que queda claro es que la lucha y la unidad conducen a defender derechos y conquistar victoria. Lo real es que la unidad del bloque popular y su lucha puedo derrotar la prepotencia, el racismo, la violencia del bloque hegemónico en el poder. Lo cierto, es que se rompió el dique represado durante más de una década por la represión y criminalización correísta de la protesta social. Los pueblos del Ecuador emergieron como un volcán a decir basta, no más atropellos, no más abusos, no más agresiones a nuestra economía y soberanía; es hora que la crisis la paguen los ricos causantes y beneficiarios de ella. Sin duda el pueblo ha retornado la confianza en la organización popular, es un momento de ascenso del papel protagónico de los pueblos en la construcción de su destino.
Los pueblos indígenas, la juventud, los trabajadores, los pobladores de los barrios en 11 días enseñaron, aprendieron y recuperaron conciencia de su rol y capacidad para escribir una historia diferente, rompieron el libreto de las cámaras, de los banqueros y empresarios, del FMI, escribieron páginas de heroísmo, de resistencia, de dignidad, de solidaridad, de autodefensa, de creatividad frente a la violencia estatal. Se hizo presente de manera masiva la presencia de voluntarios socorristas y estudiantes universitarios de las escuelas de medicina de las universidades, ante la llegada de miles de indígenas al ágora de la Casa de la Cultura. Cientos de jóvenes y cientos de pobladores se incorporaron voluntariamente a las labores de recolección, preparación y distribución de alimentos, tareas de aseo, y solidaridad organizando guarderías para los hijos de nuestras mujeres indígenas, acompañando con arte musical y teatro (incluidos payasos que entretenían a la niñez), brigadas de protección a niños y niñas, mientras otros multiplicaban los focos de lucha en los barrios y carreteras.
La mujer y su participación en primera fila de la lucha, en primer puesto de la orientación y el debate, a la cabeza de la organización de los recursos para la lucha y la solidaridad se hicieron evidentes. Su rol dirigente también fue visible en los diálogos con los representantes de la ONU, la Conferencia Episcopal y el Gobierno, ganando liderazgo, afirmando una nueva y calificada participación como actoras fundamentales de las jornadas de octubre.
El Ecuador después del levantamiento ha dibujado otra fisonomía. Está claro quienes están de lado de las oligarquías de los intereses del FMI y contra el pueblo y sus intereses.
En la derecha política, defendiendo sus privilegios: el gobierno de Moreno, la Asamblea Nacional, los empresarios y banqueros, las cámaras de la producción, los grandes medios de comunicación, los partidos de la derecha tradicional la social democracia el oportunismo, las cúpulas de la policía y las fuerzas armadas depuradas producto de este levantamiento.
En la izquierda, de cara a la dignidad, la rebeldía y en defensa de la vida y la soberanía: los pueblos indígenas con la CONAIE a la cabeza, la FENOCIN y la FEINE; los trabajadores con el FUT y el Frente Popular orientando sus luchas; la juventud secundaria y universitaria con la FESE y la FEUE, guiando el ímpetu rebelde de los jóvenes; la más amplia, diversa y múltiple gama de colectivos de mujeres; los colectivos ecologistas y agroecológicos; el movimiento de artistas populares, rockeros y del Hip Hop; colectivos y partidos políticos de izquierda; y, los pobladores urbanos y de pequeñas poblaciones que, al unísono salieron a decir basta y exigir la derogatoria del 883 y, ya sea realizando el mitin, bloqueando la vía, encendiendo la hoguera o de manera simbólica, pero multitudinaria encendió la luz de este Quito en la noche del Cacerolazo. Ese Quito rebelde, ese Quito de la resistencia de Rumiñahui, de Espejo y la revolución de las Alcabalas, de los Estancos, del 10 de Agosto, de las guerras de la independencia, de la revolución alfarista, de la gloriosa del 44, de la Guerra de los cuatro reales, de la caída de Bucaram, Mahuad, y Gutiérrez. Ese Quito emergió como ejemplo para el Ecuador, América Latina y el mundo, dando un mentís a quienes, desde distintos ángulos, pretenden negar la dignidad, la rebeldía, el coraje y la decisión de lucha de un pueblo como el ecuatoriano que, así como es paciente es rebelde, cuando le corresponde insurge y dice basta, poniendo en orden a quienes pretenden violentar sus derechos y sus condiciones de vida.
En la perspectiva está planteado un escenario, una oportunidad para el fortalecimiento del campo popular y sus organizaciones, para tejer y reconstituir orgánicamente el tejido social popular que fuera afectado muy duramente por el correismo, fortalecer procesos unitarios desde lo social popular y preparar a los pueblos del Ecuador para nuevos procesos de resistencia y lucha, pues el gran capital y sus acólitos derrotados hoy, mañana retomaran sus intenciones de seguir afectando a los más pobres, pero encontraran la acción decidida de los pueblos del Ecuador en defensa de su vida, su soberanía y sus derechos en nuevos combates por su emancipación definitiva.