Por Jaime Chuchuca Serrano
La propuesta de la seguridad social para los trabajadores surgió en las organizaciones socialistas, comunistas y socialdemócratas de fines del siglo XIX. El liberalismo de entonces y el neoliberalismo de ahora siempre se opusieron a ella. Al igual que varios derechos laborales en el mundo occidental, esta se concretó en los gobiernos nacionalistas y en los Estados de Bienestar; en los países socialistas se convirtió en una regla. Desde los años 70 del siglo pasado, la embestida neoliberal se generalizó contra todos los programas de la seguridad social.
No hace falta ahondar mucho en la propuesta sobre el IESS de los economistas de Lasso, como Augusto de la Torre y Pablo Lucio Paredes, para ver que es neoliberal. Restringir el pago del 40% de las pensiones que le corresponde por ley al Estado, como lo hizo Correa, ahora con un techo del 3% del PIB, no es nada novedoso. El problema a todas luces es que en un futuro esto no compensará a los N pensionistas. Subir la cantidad de años de aportación de 30 a 35, supone el crecimiento de la explotación, sin embargo, se propone rebajar la pensión calculándola sobre los últimos 30 años de aportes, como si la economía fuera estática. Igualmente, quieren transformar el Fondo de Cesantía en un adicional a la jubilación, en lugar de servir a la situación de desempleo. La coacción para la afiliación a trabajadores independientes se hace bajo la lógica de la creación de obligaciones, pero no de derechos. Este desmantelamiento del IESS podría conducir a su privatización.
A estos economistas se les olvida que el principal problema del IESS: el mal manejo administrativo y la corrupción. El primer principio que se debe cumplir es cuidar el dinero de los aportantes y propiciar su crecimiento a los ritmos normales de la economía. ¿Por qué las ganancias de los bancos privados crecen al 50 y 64% anual y el capital del Banco del IESS y del IESS disminuye? Los derechos constitucionales al trabajo, la seguridad social y la jubilación digna son conexos a los otros derechos del buen vivir, y deben ser cumplidos por sobre cualquier deseo capitalista de restricción. Superemos las burdas teorías de la socialización de los riesgos, y la apropiación individual de la riqueza.