Por Jaime Chuchuca Serrano
En estos días, el debate en Ecuador sobre los Derechos Humanos ha sido manipulado, desenfocado, empezando por el Presidente de la República. La materia del sistema universal de derechos humanos, los sistemas regionales y nacionales son complejos y requieren de un debate profundo. Un eje sustancial es la relación entre el ser humano y sus derechos, por el hecho de serlo. A pesar de las movilizaciones y la normativa, en el país se vulneran los derechos de las comunidades y los pueblos. Se cumplen limitadamente los derechos a la educación y al trabajo, a la salud, la seguridad social y la estabilidad laboral; tampoco se paga un salario digno, ni se respetan las bonificaciones. Se trabaja el doble de horas y no se come “postre”.
A pesar de la Constitución, no se protege la naturaleza. No se respeta la tierra, ni el agua como derecho humano; esto lo sufre cada día el ciudadano común. El valor de los productos del campo es minimizado, lo que crea más pobreza y desempleo. Las políticas públicas para proteger la vida de las mujeres y otros derechos son escazas. No se cumple con los derechos integrales de los jóvenes, niños y niñas. Se discrimina a la persona por la nacionalidad, etnia, lengua y cultura. En lugar de tutelar el derecho a la igualdad, se santifican privilegios para las oligarquías.
Hay que debatir sobre los derechos humanos, porque el Estado y parte de la sociedad civil, los vulneran permanentemente, se crean condiciones para que millones de personas sobrevivan en la pobreza y la migración, se desplazan comunidades, y esto es caldo de cultivo para el crimen y el delito. Al crear leyes que generan privilegios, se coloniza al otro, se destruyen los derechos humanos. La injusticia es palpable en cualquier lugar que se pise. La represión del crimen y el procesamiento de las personas involucradas en los delitos solo son un eslabón: mirar la seguridad estatal únicamente como armas, persecución y cárcel, es continuar atado a los vicios del problema; es como preocuparse por el sepulcro y no por la vida de los seres humanos. El sistema de derechos humanos en Ecuador está roto, solo su reconstrucción, la sobreposición de la vida digna, sobre su aniquilación, abre una luz al final del túnel.