A propósito de la sesión solemne por los 141 años de provincialización de El Oro.
Por Jorge Cabrera / Machala
En el corazón del invierno orense, cuando nuestras casas se anegan y los caminos se vuelven ríos de lodo, cuando el hambre y el abandono tocan a las puertas de los barrios y las parroquias rurales, un puñado de señores se reúnen en su castillo de cristal, el Hotel Oro Verde, para aplaudirse entre ellos mismos. Allí, entre luces doradas y discursos prefabricados, Vito Muñoz —el bufón devenido en cortesano— recitó una farsa de provincia que no existe, El Oro que solo habita en los sueños húmedos de la oligarquía.
Vestido de señor medieval, rodeado de una aristocracia decadente que se ha alimentado por décadas del trabajo ajeno, Muñoz proclamó que esta tierra tiene un solo apellido: Noboa. Según su relato —más digno de una epopeya feudal que de la realidad que vivimos—, la historia de El Oro es la historia del clan Noboa quienes la han construido. El resto, nosotros: campesinos, obreros, mujeres luchadoras, mineros artesanales, estibadores, comerciantes, maestros y estudiantes… simples peones sin nombre en su tablero de poder.
Como todo un señor medieval, entre copas de cristal y servilletas de hilo, el señor Muñoz se dirigió al pueblo ausente —al 90% que no fue invitado.
¿Dónde quedó la memoria de nuestros soldados y campesinos que defendieron la patria en las agresiones militares? ¿Dónde la voz de nuestras mujeres trabajadoras, de los estibadores, agricultores, mineros artesanales, maestros y comerciantes que a diario levantan a pulso esta provincia digna? Para los señores del castillo, pareciera que el pueblo no existe, o peor aún, estorba.
Como si coronara una tragicomedia escrita por algún bufón de corte, el señor Muñoz —sin asomo de pudor— anunció que el nuevo alcalde de Machala sería Clemente Bravo, como si Machala fuera un feudo y sus habitantes peones en una hacienda olvidada por el tiempo. ¿Quién les dio ese derecho? ¿Dónde quedó la democracia, la voz del barrio, el grito del pueblo?
Esta no fue una conmemoración: fue una afrenta. Una burla con corbata. Un acto obsceno frente a la miseria que se vive en nuestras parroquias rurales y barrios marginales. Pero no nos engañemos, porque los pueblos no olvidan, y los pueblos —cuando despiertan— no perdonan.
Pero lo que Vito Muñoz y su corte ignoran es que esta provincia no nació de la codicia de unos pocos. Nació del sacrificio de millones. De quienes defendieron la patria frente a la agresión extranjera. De quienes la siembran y la sudan. De quienes la construyen todos los días sin más riqueza que su dignidad.
Este pueblo trabajador no necesita que lo celebren desde un salón de élite, sino desde el surco, desde el aula, desde la mina, desde el mercado, desde la vereda inundada que nadie quiere mirar. Celebramos nuestros 141 años de provincialización en la lucha y en la resistencia de un pueblo que ha aprendido a sobrevivir a las tempestades… y también a los parásitos, trabajamos, resistimos, soñamos con una provincia para los trabajadores y pueblos, no solo para ese minúsculo grupo parasitario que se alimenta de nuestra sangre y nuestro sudor.
Porque El Oro no es de los Noboa, ni de los Muñoz, ni de los Bravos. El Oro es del pueblo. Y el pueblo sabrá defenderla. Somos hijos de esta tierra, y su futuro será nuestro o no será.