¿A quién debe derrotar realmente Daniel Noboa?

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Por Ivanov Ramos

Más allá del discurso triunfalista, el gobierno enfrenta una agenda social crítica que sigue sin respuestas.

Luego de que el Consejo Nacional Electoral (CNE) oficializara los resultados electorales de 2025, Daniel Noboa fue posesionado como presidente por la Asamblea Nacional y cumplirá su mandato hasta el 2029. Este acontecimiento, celebrado con entusiasmo por el oficialismo y amplificado por varios medios de comunicación tradicionales, fue presentado como una segunda derrota al correísmo. Sin embargo, más allá del discurso eufórico, la pregunta de fondo sigue sin respuesta: ¿a quién debe derrotar realmente el presidente?

El 14 de mayo, el bloque oficialista logró tomar el control de la Asamblea Nacional con el voto decisivo de seis asambleístas de Pachakutik y de los legisladores del Partido Social Cristiano que se sumaron al bloque oficialista. Esta victoria política fue interpretada por algunos como el inicio del “fin del correísmo”, alimentando una narrativa triunfalista que, sin embargo, carece de contenido concreto para el país.

El gobierno, en la actualidad controla o tiene influencia directa en todas las funciones del Estado y va cerca de dos años en el poder, por lo tanto ya no tiene espacio para excusas y por tanto debe resolver los problemas que urgen a los pueblos del Ecuador. En este contexto la verdadera oposición a vencer no es una corriente política, sino una realidad nacional marcada por el desempleo, la inseguridad, la pobreza creciente, la corrupción institucionalizada, la crisis de los servicios públicos, los salarios de miseria, y una economía que no ofrece garantías ni para la inversión productiva ni para el sustento diario de las familias ecuatorianas.

Los problemas estructurales del Ecuador no se resolverán con discursos ni con la concentración de poder. El deterioro de la salud pública, la situación crítica del IESS, la educación fiscal en abandono, la minería que arrasa territorios y depreda la naturaleza, y la inequidad en la distribución de la riqueza, sumado a los altos índices de inseguridad y violencia que vivimos, son desafíos que siguen sin respuestas claras ni políticas efectivas.

Más preocupante aún es que las decisiones del gobierno se orientan a fortalecer los intereses de las élites económicas y financieras que, históricamente, se han beneficiado del aparato estatal. Empresarios, exportadores, banqueros y grupos de poder continúan lucrando de los recursos públicos y naturales, mientras los sectores populares enfrentan políticas cada vez más regresivas.

En este escenario, el verdadero desafío del gobierno no es derrotar al correísmo, sino enfrentar y resolver los males que aquejan a la mayoría. Si algún día eso ocurre, será el pueblo ecuatoriano quien festeje, no por colores políticos, sino por conquistas reales en su calidad de vida.

Hasta entonces, lo que se impone no es la celebración, sino la reflexión crítica y propositiva, acompañada por el fortalecimiento del tejido social como garantía para defender y conquistar derechos en beneficio de los pueblos del Ecuador.

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