Por Francisco Escandón Guevara
Una de las perlas del discurso de la segunda posesión presidencial fue una frase atribuida a Johann Goethe. En un aplomado alemán, traducido al español, Noboa se identificó con que «lo importante no es hacer cosas nuevas, sino hacerlas como si nunca nadie las hubiera hecho antes”.
Tras esta confesión, ahora es comprensible, después de año y medio de gobierno, que Noboa insista en las viejas recetas como la solución frente a la crisis de inseguridad, aunque los índices de violencia sigan creciendo.
El actual mandatario y sus predecesores decretaron reiterados estados de excepción, incrementaron penas a varios delitos, subordinaron bajo su mando a la fiscalía y la justicia, legitimaron el uso impune de la fuerza estatal, pero los delitos vinculados al narcotráfico y el lavado de dinero sucio crecieron cada año más. Es evidente, las políticas de militarización de la sociedad y las de securitización del Estado son un fracaso.
Pero como lo importante es seguir haciendo lo mismo como si nadie lo hubiera hecho antes, Noboa insiste en el populismo penal, la escalada militarista y el clientelismo de las masas empobrecidas con su pomposo proyecto de Ley para Desarticular la Economía Criminal Vinculada al Conflicto Armado Interno.
Vuelve la burra al trigo. Dicho proyecto de Ley incrementa penas para delitos ya tipificados, permite allanamientos sin autorización judicial, institucionaliza juicios penales exprés, admite el uso letal de la fuerza estatal, superpone el Decreto Presidencial por sobre la Constitución de la República, convierte los indultos en una ganga para militares y policías que cometan delitos, etc.
Todo en nombre de la guerra. El poder quiere imponer la falacia que para desarticular la enorme economía criminal hace falta violar libertades públicas o atropellar derechos humanos. Si de verdad quieren combatir al lavado de dinero deberían transparentar el origen del patrimonio de las grandes fortunas y de las autoridades estatales, combatir la corrupción institucional, establecer controles rigurosos en la Unidad de Análisis Financiero y Económico, la Superintendencia de Compañías y la de Bancos, etc.
¿Cuántas desapariciones forzadas deben ocurrir para entender que la militarización de la sociedad no resuelve el problema de la inseguridad? ¿Cuántas ejecuciones extrajudiciales son necesarias para despertar de la pesadilla de la securitización? ¿Cuántos crímenes de Estado, cuántos niños como los de las Malvinas, se necesitan para que el poder renuncie a la espiral del populismo penal?
No hay peor ciego que el que no quiera ver. La Ley de Noboa es terrorismo de Estado.