Colonialismo y dependencia: cadenas que se aprietan

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Por Jaime Chuchuca Serrano

La dependencia de Ecuador es multidimensional, al igual que la mayoría de los países latinoamericanos. A pesar que una de las características constitucionales de la república sea la independencia, la élite noboísta en el poder entrega el país en bandeja de plata a Estados Unidos y a las transnacionales. En este año, se concretó el acuerdo de ingreso de las fuerzas armadas estadounidenses a Galápagos. La Corte Constitucional validó la pregunta de Noboa para el referéndum sobre la instauración de bases militares extranjeras en el suelo ecuatoriano.

Aunque el gobierno podría mantener la administración del Oleoducto de Crudos Pesados busca su concesión. Por la disminución de la producción petrolera, el régimen ha llegado a acuerdos por debajo del valor del mercado para cumplir con sus obligaciones. Las políticas mineras de Noboa expanden el despojo de los recursos naturales y persiguen a las comunidades. La deuda pública bordea los 85 mil millones de dólares y los condicionamientos del FMI dirigen el ajuste estructural por diferentes vías.

Los aspectos anteriores son parte del colonialismo del siglo XXI que, a su vez, arrastra como cadenas antiguos patrones históricos. Además de la dominación política y económica, resaltan las formaciones culturales hegemónicas de subordinación constante a los Estados Unidos, por los lazos laborales y de migración, pero también en ese objeto de deseo lacaniano de nacionalidad e idioma, de capital y posición social. Noboa concentra en sí estas características, pero desde el punto de vista de la clase dominante: un presidente de nacionalidad estadounidense que gobierna Ecuador y satisface los privilegios de las oligarquías.

El aparato mediático gubernamental representa la realidad de modo fantasioso y continúa el colonialismo: como el ejército sicario de Erick Prince que podía librar al país de la inseguridad; la visita de Noboa a Trump que aseguraría la salida de la crisis; el viaje de Marco Rubio con el que se superaría el narcotráfico (aunque el mismo Rubio tenga conexiones con la mafia). Estos titulares, así como el bombardeo de una pequeña lancha en aguas del caribe que supuestamente pone riesgo a los carteles, distan mucho de la realidad de los cientos de narcobuques que salen todos los días de los puertos de Ecuador y América Latina, y que son parte esencial del flujo del capital aún colonial de Estados Unidos.

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