Segunda parada: Shangrao
Por Rocío Paz y Miño
De Shanghái a Shangrao
Fuimos a la Hongqiao Railway Station, una mega estructura de 1.300.000 metros cuadrados, desde la que cada día viajan unas 600.000 personas, hacia miles de destinos en toda China, con dirección a Xinzhou (Shangrao). Nuestro tren salió a las 11 p.m. íbamos en tercera clase, pasajeros, sentados, parados, recostados en el piso, yo y mi hija en un asiento triple y duro, el viaje tomo siete horas.
Llegada a Shangrao
Un amanecer con un sol rojo gigante, nos entregó las vistas de una Shangrao bellísima, localizada en la región de Jiangxi. Esta ciudad vertical de siete millones de habitantes, está completamente arbolada, sus amplias avenidas, denotan buen gusto y señorío, haciendo honor a una larga historia regional de 8.000 años, entre los que destacan en épocas recientes el siglo X como capital de la porcelana y en el siglo XX, como la primera capital del gobierno comunista.
Del terminal fuimos directo al Laifeng Hotel (Lavande), (No.10 Zhanqian Avenue, Xinzhou District). Nuestra habitación en el piso 20, con vistas espectaculares, moderna y muy chic. Tras el baño un super desayuno nos devolvió las fuerzas para continuar. (Un robot parlante entraba y salía de los ascensores llevando encargos y comida). Cabe resaltar que en el resto de nuestro viaje nos alojamos en hoteles, hostales, Airbnb, pero, como el Lavande ninguno.
El valle del Wangxi


En Jiangxi nos esperaban el valle del Wangxi, una antigua cantera transformada en complejo turístico, tras una hora en bus llegamos, una mansión tradicional; luego, tras cruzar un puente colgante, sobre el Wangxi, tomamos un sinuoso sendero, colgado de las paredes verticales de un cañón, que hablaba de millones de años de historia con enormes rocas salpicadas de musgo que soportaban el peso del mundo alrededor: cascadas, bosques umbríos, arriba situado en el borde mismo del acantilado un pueblo ancestral desafiaba al tiempo.
En el camino encontramos una activa comunidad dedicada al turismo, sus casas de ladrillo cocido, pintadas en colores pastel y techos de teja, alojaban heladerías, restaurantes, artesanías y representaciones tradicionales de la cultura local y junto a nosotros guerreros, emperatrices, concubinas, reyes y príncipes, caminaban y reían. Tenía la extraña sensación de transitar por un espacio temporal entre el pasado y el presente.
Ya anocheciendo y tras caminar varias horas por senderos, jardines, subir y bajar graderíos, llegamos a lo alto del cañón. Como recompensa inesperada, un despliegue de luces y color, convirtieron el espacio, en un pueblo de dioses y diosas; por unos instantes fui actora de una película china con todo y sus efectos especiales. Al terminar el espectáculo, armadas con los tickets, fuimos en búsqueda del bus, una multitud agitada, compuesta por agentes de viaje y guías turísticos, que con megáfono en mano llamaban a sus grupos. Al instante la paz de desvaneció y el reino del caos arribó; por suerte, mi hija que tiene vista de águila alcanzó a ver nuestro bus, subimos apresuradas y retornamos a Shangrao.
Parque Nacional del Monte Sanqingshan
Al día siguiente tomamos el bus en la estación de autobuses de Shangrao Este, hacia Jinsha, al llegar subimos al teleférico, durante el ascenso se podía apreciar la solidez de las columnas de granito, los pronunciados acantilados, sus afilados bordes que cortaban el viento y la respiración, denotando su origen magmático antiguo como la vida misma.
Esta región es conocida desde el siglo IV D.C. por Ge Hong, sacerdote y alquimista taoísta, cuya practica terminó convirtiendo estas montañas en sagradas. Al ser el Taoísmo una religión que venera la naturaleza, influyó en la conservación de Sanqingshan, que se reforzó en 1988 cuando fue reconocido como Parque Nacional (gestionado por el gobierno chino). Las vistas imponentes, llevaron a la UNESCO a proclamar este lugar como Geoparque en el 2008
El Parque Nacional del Monte Sanqingshan, demuestra como un área protegida bien manejada puede ser respetada, venerada y visitada por miles de manera planificada, su infraestructura bien pensada no interfiere con el paisaje, más bien brinda la posibilidad de que uno se reencuentre con la naturaleza, aunque esté rodeado de miles de personas.
Sus senderos bien establecidos, construidos con excelentes materiales, con un concepto claro de equilibrio entre la modernidad y la belleza natural, el personal capacitado que cuida el área y tiene un cronograma riguroso de mantenimiento. Servicios clave como agua, sanitarios, mini tiendas para bebidas y comida cada cierto trecho y cámaras controladas desde algún punto, aseguran no solo que se cumplan las normas, sino que cualquier eventualidad pueda ser atendida de inmediato.
La vegetación de alrededor está compuesta por coníferas y ericáceas sus hojas duras, son su coraza frente a vientos y fríos letales. En las puntas de los riscos se ve arbolillos con la copa aplanada, a manera de boisais gigantes solitarios, sosteniéndose erguidos. El icónico paisaje del Chifa Mayflower de Quito, se desplegaba ante mis ojos.
En los árboles que estaba permitido, colgaban tablitas en tela, con las que el pueblo chino expresa su deseo de prosperidad, larga vida a sus allegados. Parejas de todas las edades expresan sus deseos mutuos de amor, lealtad, larga vida en lenguaje poético (use Papago – App de traducción usada en Asia-)
Y los visitantes, respetuosos, educados, interesados en su herencia natural, circulaban por los senderos, las mujeres más bellas y elegantes que vi en China caminaban por el parque, con sus vestidos de algodón en colores pastel, un maquillaje impecable y ni un pelo fuera de lugar, parecía que flotaban por los senderos, y yo: roja, sudorosa y sin aire… Decidí que llegando a Ecuador tomaría muy en serio mi estado físico, además ancianos solitarios y en pareja, me dieron lecciones de flexibilidad, fuerza y atemporalidad.
Con toda la aventura olvidamos la hora y perdimos el autobús de regreso; por suerte la encargada de la boletería se compadeció y nos ayudó a conseguir un taxi compartido por lo que el regreso fue mejor de lo que esperábamos, por la noche en coche cama tomamos rumbo a Zhangjiajie.



Tena, octubre 2025.