Dos años del «Nuevo Ecuador»

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Por: Pisc. Cl. Jonathan Párraga

A dos años de gestión, el gobierno de Daniel Noboa se enfrenta a una realidad incómoda: la consulta popular y el referéndum —que él mismo impulsó— se convirtieron en un plebiscito sobre su liderazgo, capacidad y gestión; evidenciando un malestar social que no puede maquillarse con discursos de seguridad ni con propaganda política. El mensaje en las urnas fue claro: una parte significativa de la población desconfía del rumbo que el país ha tomado y no cree en las tesis de este gobierno.

En seguridad, su principal bandera en estos dos años, Noboa apostó por la narrativa del “conflicto armado interno”, militarizó territorios y construyó una imagen de dureza. Sin embargo, los resultados no acompañaron la retórica. Las tasas de violencia siguen siendo altas, en las Malvinas asesinaron a 4 niños, las cárceles continúan bajo el control de estructuras criminales, las muertes violentas pasan las 15.000 y la sensación de inseguridad atraviesa a todos. Por otro lado, a las manifestaciones populares durante el paro nacional si las reprimió con brutalidad, hasta el punto de asesinar cobardemente a tres manifestantes -Efraín Fuerez, Rosa Paqui y José Guaman- dejó cientos de heridos, detenidos y perseguidos políticos, ahí si fue efectiva la intervención de las fuerzas armadas y policía nacional, contra el pueblo desarmado. Desde un punto de vista psicológico, el gobierno, a través de sus ministros, ha explotado el miedo como herramienta política, instalando la idea de que sin su «autoridad» el caos sería peor. La consulta popular reveló el límite de esa estrategia, que evidentemente, empieza a desgastarse.

En economía, las medidas adoptadas —alza de impuestos, despidos masivos, eliminación de subsidios y reducción del gasto social— han golpeado a los mismos sectores históricamente vulnerables. La narrativa oficial de “ordenar la casa” pierde fuerza frente a la realidad cotidiana: el costo de vida sube, el empleo no mejora y la desigualdad se profundiza, mientras a sus empresas le perdona 98 millones de dólares en impuestos. Psicológicamente, esto erosiona la legitimidad y la capacidad del gobierno, pues la población percibe que el dinero no alcanza y vive peor. El rechazo visible en todas las preguntas de la consulta fue un reflejo de este desgaste.

En educación, el contraste entre promesas y acciones se volvió evidente. Mientras el gobierno hablaba de modernización, becas, aumento de cupos y excelencia, en la práctica recortó presupuesto, dejó sin mantenimiento a cientos de instituciones y precarizó la labor docente. Esta contradicción se hizo palpable en el rechazo popular a las propuestas que buscaban eliminar derechos como la gratuidad de la educación hasta el tercer nivel: la gente percibe el abandono, y lo expresó en las urnas.

La salud pública, por su parte, sigue al borde del colapso: la falta de insumos, provocó la muerte de 12 neonatos, personal insuficiente, la deuda a las dializadoras lleva a los pacientes al borde de la muerte, hospitales sin inversión y mantenimiento.

Políticamente, la consulta expuso este desencanto: el voto fue una forma de señalar que las prioridades del gobierno no coinciden con las necesidades reales de la población.

En términos psicológicos y emocionales, la consulta mostró un país cansado de discursos «salvadores» y de decisiones verticales recomendadas por el fondo monetario internacional y el imperialismo norteamericano. El liderazgo personalista de Noboa, basado en la represión, la confrontación y la mentira, comienza a mostrar síntomas de desgaste. Cuando la población se siente manipulada o no reconocida, responde con rechazo, incluso si meses antes apoyó al líder.

En síntesis, los resultados de la consulta popular funcionan como una advertencia política: la población no está dispuesta a seguir respaldando un proyecto neoliberal que combina autoritarismo sin resultados, ajustes económicos sin justicia social y un estilo de gobierno que prioriza el show mediático por encima de la solución. Ecuador no necesita más fuerza discursiva, sino políticas eficaces que resuelvan los problemas de la población. Y esos siguen siendo los grandes fracasos de Noboa.

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