Por Jaime Chuchuca Serrano
En el año 1970, la Unidad Popular chilena agrupó a varias organizaciones políticas para apoyar a Salvador Allende, quien ganaría con el 36,6% frente a Jorge Alessandri con el 34,9%. Allende había tenido una gran participación en la política de Chile como diputado, senador y Ministro de Salud de Pedro Aguirre. Después de haber sido 4 veces candidato a presidente logró la victoria con un programa socialista. El gobierno de Allende se conoció como la vía chilena al socialismo, un mandato popular constitucional y democrático que influyó sobre la izquierda y los jóvenes latinoamericanos, como una nueva táctica para pasar del gobierno al poder. EEUU entró en pánico. El 11 de septiembre de 1973, el ejército chileno, al mando de Pinochet, en contubernio con el gobierno de Nixon, bombardeó con aviones y tanques el Palacio de la Moneda. Las fuerzas de Pinochet asesinaron vilmente a Allende, pero difundieron la noticia del suicidio.
La dictadura militar sangrienta de Pinochet se dirigió contra todo lo que olía a democracia, socialismo e izquierda; el régimen asesinó y despareció a miles de personas. Los Chicago Boys, Milton Friedman y otros teóricos se convirtieron en asesores de Pinochet para imponer autoritariamente el modelo neoliberal. El laboratorio chileno montó una estructura social jerárquica donde se privilegiaba a las clases dominantes terratenientes, la burguesía industrial modernizada, la oligarquía financiera y al parentesco militar-policial. Estos grupos se enriquecieron mientras la mayoría de la población fue sometida a la flexibilización laboral. En la era Pinochet se privatizaron casi todas las empresas públicas rentables. El pensamiento fascista de la dictadura pinochetista influyó en los militares y la derecha latinoamericana. El modelo neoliberal se vendió como exitoso para el resto del mundo.
El Pacto de la Concertación, una alianza de la centroderecha y la socialdemocracia chilena, mantuvo la institucionalidad de Pinochet, la Constitución de 1980, la desigualdad, los privilegios de la policía y los militares, y la impunidad del Generalísimo y sus asesinos a sueldo. Los gobiernos de Sebastián Piñera se caracterizaron por fortalecer el neoliberalismo. Ante esta situación, la sociedad chilena explotó en octubre de 2019 -a semanas del Levantamiento de Ecuador- y no ha parado hasta hoy. Las movilizaciones chilenas impulsaron cambios de rumbo, se convocó y eligió una Convención Constitucional para derribar la Constitución de Pinochet, se exigió la reestructuración de las normas de salud, educación y trabajo. A esto se le ha llamado la Revolución Chilena: una transformación a largo plazo. Bajo los efectos de la movilización vinieron las elecciones presidenciales. En segunda vuelta, el Servicio Electoral de Chile (SERVEL) contabilizó en un par de horas para Gabriel Boric Font, de la alianza de izquierda, 4 millones 620 mil 671 votos, el 55,87%, mientras que José Antonio Kast Rist, de la extrema derecha, llegó a 3 millones 649 mil 647 votos, el 44,13%. El programa de Boric refleja en parte las exigencias de la lucha chilena, aunque esta atalaye más allá de las elecciones. El giro a la izquierda de Chile indudablemente influirá en los resultados de las elecciones presidenciales de Brasil y Colombia, dos países que se encuentran en el eje autoritario, y donde posiblemente se postulen y triunfen “Lula” da Silva y Gustavo Petro.