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En los recuerdos inmundos quedan las imágenes de aquel pavo real cuyo ego no entraba en la calle. Sobrado, opulento, rodeado en vano de guachimanes, adulones; vasallos y vasallas, -como dirían los analfabetos de la lengua-, alardeaba de su pedantería.
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Una humillante montaña de votos y de huevos lo tiró abajo. Aquel comediante que despertó grandes ilusiones de cambio, debía caminar protegido por paraguas y tableros de pleibo, pero sus oídos no tenían protección, por eso tuvo que escuchar el sonoro grito del pueblo: ¡Ladrón!
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Se había convertido en un político berreado, divorciado de la masa y no le caía bien a nadie. Sus payasadas no funcionaron en la campaña de la consulta, la difamación contra Unidad Popular no sorprendió al pueblo que saturado hasta el asco de sus falacias lo repudió en las urnas, pero él, como siempre jalisco, nos hizo escuchar la estupidez de su comentario proclamando su triunfo.
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Hace poco más de una año este endiosado y fingido César recorría el país con su dorada corona de cartón asistido de su tropa de mercenarios, de esos que solo se movilizan si les pagan, y pretendía engañar al país pregonando un apoyo que perdió hace tiempo. Esos esbirros que lo escoltaban por un poco de comida y algo de alcohol, hoy se dispersan presurosos buscando un nuevo caudillo ante quien postrarse. Puede ser Lenin Moreno o cualquier otro que les dicte su conveniencia.
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Quien se creía untado de poderes divinos, ese que nunca perdía una elección, está hoy en la eme; repudiado por la mayoría del Ecuador, sin partido, sin Poder, con sus principales cómplices presos, enjuiciados o en la clandestinidad, se mueve en un ambiente nuevo que se fragua en un horizonte que va más allá de superar la década perdida del correísmo, un ambiente que va por la ruta de superar los años del populismo, de la social-democracia, de la derecha, y más bandidos y rateros que ya no pueden gobernar con la facilidad de antes y que se enfrentan a un pueblo que no quiere que ellos lo gobiernen.
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Por ello, así como no se debe atribuir toda la votación del no como un respaldo a Correa, tampoco se puede atribuir la votación del sí como un rechazo solo a Correa, es un rechazo a la corrupción de todos los que han robado, de todos los que han gobernado y se han burlado de las esperanzas de cambio del pueblo.
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En la consulta el pueblo se preguntó: ¿para qué necesitamos a Correa? Y se dijo: no lo necesitamos más, no hay necesidad de que siga de presidente y por eso se opuso a su reelección y a la de todos los que pretendían quedarse para siempre en un cargo de votación popular. Así cayó el gigante, una lluvia de huevos ablandó el barro de sus pies que se hizo lodo y el gigante, que en verdad solo era un insignificante, se derrumbó.
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Ahora se ha ido a Bélgica. Debo confesar que estoy feliz, pero la parte de mí que esta más feliz son mis oídos, pues ya nunca escucharán cantar a ese miserable.
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