Por Cecilia Jaramillo
La exigibilidad de los derechos políticos de las mujeres es parte de un largo proceso en la historia de la humanidad. Surge con la influencia del movimiento sufragista internacional cuyo objetivo era el reconocimiento a las mujeres como ciudadanas con plenas capacidades y condiciones para actuar y decidir sobre las políticas de organización y desarrollo social.
El sufragismo se extendió por Europa y América y su influencia generó cambios profundos a fines del siglo XIX y el siglo XX especialmente en las concepciones y formas de aplicación de la democracia representativa.
El Ecuador reconoció el derecho al voto de las mujeres en la Constitución de 1897 que confirmó las conquistas alcanzadas mediante Revolución Alfarista con la organización de un estado laico y una legislación que por primera vez en el Ecuador reconocía derechos económicos, sociales y políticos de las mujeres; sin embargo, su aplicación real se efectivizó posteriormente.
En la historia de América Latina, el Ecuador es el primer país que reconoce el derecho al voto de las mujeres y por ello es necesario refrescar en la memoria histórica de las mujeres y de los pueblos, los esfuerzos de muchas mujeres que se atrevieron a levantar sus voces y demandar del Estado, el reconocimiento a sus derechos políticos.
Zoila Ugarte, Marieta de Veintimilla, en unión de otras mujeres del país, desarrollaron una incesante lucha que puso en juego la capacidad y la entereza de estas mujeres para enfrentar a quienes se oponían al desarrollo del país al no comprender que este proceso va ligado al reconocimiento de la igualdad de las mujeres. Junto con estas mujeres, fueron muchas otras, la mayoría silenciadas por una historia, escrita desde la perspectiva de callar las voces y las luchas de hombres y mujeres que desde siempre se negaron a obedecer las normas establecidas para defender los privilegios de pocos.
De estas mujeres, se destaca MATILDE HIDALGO NAVARRO, una mujer de pensamiento y acciones de rebeldía, dotada de un carácter indomable y una voluntad a toda prueba. Fue pionera en muchos aspectos, desde niña evidenció su decisión de cambiar los roles que eran impuestos a las mujeres como herencia de las concepciones feudales – patriarcales vigentes en el Ecuador desde la conquista: fue la primera bachiller del país, primera universitaria y médica del país, primera sufragante, primera concejala y primera diputada.
No le importó los ataques y el asilamiento a que fue sometida. Desafió a esa Iglesia conducida por quienes utilizaban los púlpitos para contener al nuevo mundo que se abría paso, dejando de lado el dogmatismo y los prejuicios. Por ello, para las mujeres, es un ejemplo que vive presente en este nuevo siglo, y que nos anima a seguir de pie y luchando porque somos conscientes que esos prejuicios persisten en nuevas formas; que la discriminación es parte de un sistema capitalista caduco, inhumano, discriminador y que mantiene la opresión y explotación de las mujeres como uno de los pilares de su dominación y esclavitud de la humanidad.
Por ello hoy es actual recordar la lucha de Matilde Hidalgo Navarro, que en la presidencia de José Luis Tamayo, se presenta en el año 1924 ante la junta electoral para inscribirse como electora. Ejerce su derecho como ciudadana en abril de 1924 y con esta actitud valiente Matilde abre un capítulo que tuvo un largo período de duración. El Consejo de Estado abre un debate que rebasa los límites de la institucionalidad, pues toman partido a favor o en contra, las distintas instituciones públicas y privadas. Los sectores y personas democráticas reconocieron el valor de esta mujer, mientras que otras de pensamiento conservador, algunos representantes de la iglesia católica la acusaron de atentar a los roles naturales para los cuales fueron creadas las mujeres. Finalmente, el Consejo de Estado resuelve a su favor, con lo cual Matilde Hidalgo se convierte en la primera sufragante de América Latina. Matilde abrió muchas más puertas: fue la primera concejala del cantón Machala, la primera vicepresidenta del Consejo de Machala, y en 1941, la primera candidata a diputada y la primera mujer electa para esa dignidad en comicios populares. Luego de su triunfo, recibe la desagradable noticia que su nombre no figura en las listas de diputados electos del Partido Liberal y que ha sido colocada como “primera suplente”. Esto indigna a muchas mujeres que apoyan su candidatura y exigen que se revierta esa medida, “en nombre de la justicia”, ya que es fundamental tener “una voz femenina que defienda nuestros derechos en el Parlamento, pospuestos injustamente por sociedades constituidas por la prepotencia viril.” En 1929 el Estado ecuatoriano reconoce oficialmente el derecho al voto de las mujeres, en la Constitución promulgada el 26 de marzo de 1929, Primera Parte, Título 3, Art. 13, sobre la ciudadanía. En las siguientes décadas, otros nombres y hechos darán continuidad a la herencia dejada por Matilde Hidalgo, que murió en 1974, a los 85 años. La historia se despliega, dejando ver que en el siglo pasado y en este nuevo milenio, las mujeres hemos sido protagonistas fundamentales en las luchas contra el sistema imperante y por la defensa de los derechos de los distintos grupos humanos: las mujeres actoras de primera fila y con la presencia de la diversidad de sus expresiones, de las clases trabajadoras y populares, de los pueblos y culturas históricamente discriminados y explotados, de las diversidades y de las distintas expresiones de acción por la transformación radical de la sociedad.Estas guerreras como Matilde Hidalgo Navarro han escrito otra historia cuya médula es la conquista de la igualdad y la negación de todas las formas de opresión a la humanidad. El Movimiento de Mujeres del Ecuador, está vivo, vital y en lucha creciente y con mayor decisión por demandar del estado y los gobiernos de turno, el derecho a una vida libre de violencia. El reconocimiento del derecho a tomar decisiones libres, informadas, voluntarias y responsables sobre la sexualidad, reproducción, vida y orientación sexual de las mujeres. La ratificación de la igualdad en el trabajo y el reconocimiento a la familia en sus diversos tipos como núcleo fundamental de la sociedad. De igual manera, las mujeres de los pueblos indígenas y negros, las campesinas y trabajadoras; las jóvenes, las trabajadoras por cuenta propia, obreras y trabajadoras del hogar seguimos demandando el respeto a los derechos de la naturaleza; el derecho al agua, educación, salud, seguridad social, vivienda, recreación y en general a una vida de dignidad. En este momento retomamos el significado de la lucha de MATILDE HIDALGO NAVARRO por el reconocimiento a los derechos políticos, en un momento en el cual, es imprescindible la participación política de las mujeres en el objetivo de alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres. El reto es lograr la aplicación de estos derechos y trabajar por transformar las prácticas y concepciones culturales inequitativas, discriminatorias hacia las mujeres. La historia y la experiencia de las mujeres y pueblos del Ecuador nos ratifican que los pasos significativos para eliminar la discriminación para las mujeres siempre son impulsados desde las organizaciones más revolucionarias y progresistas, desde los idearios que perfilan objetivos nacionales y sociales y que abren la perspectiva de integrar las acciones particulares con los anhelos de construir un mundo de felicidad y justicia para toda la humanidad. |