Centroamérica se hunde

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Por Revista Factum

Editorial

Un sistema que quiere robarse las elecciones. Un joven y enclenque autoritario que viola todas las leyes que le estorban. Una familia presidencial que quiere copiarle el guión al vecino autoritario. Un dictador de manual que mete en la cárcel a cualquiera que se atreva a alzar la voz.

Es un mal momento para vivir en Centroamérica. Otra vez. La historia de nuestros países es como un boomerang: se repite constantemente.

Hace treinta, cuarenta años, las noticias que salían de esta región eran de desigualdad, de gorilas uniformados que gobernaban, de presidentes que querían hartarse todo, de voces reprimidas.

Hoy hay wifi, carreteras más o menos asfaltadas, millones para propaganda que nos hacen parecer lo que no somos: una región que funciona. La realidad, sin embargo, nos hace darnos en los dientes. Han cambiado los actores, pero la esencia sigue siendo la misma.

En Guatemala, el pacto de corruptos pretende invalidar una elección presidencial. Una sorpresiva votación que amenaza a las élites, que, sin ninguna gota de vergüenza, usan al Ministerio Público y a jueces para encarcelar a la democracia.

En El Salvador, las elecciones de 2024 ya tienen a varios precandidatos y a un precandidato abiertamente ilegal. Después de tomarse a la fuerza y por encima de las leyes todos los órganos de Estado -algo que gran parte de la cobarde comunidad internacional avala con su silencio cómplice-, el presidente salvadoreño busca permanecer en el poder pese a estar prohibido.

En Honduras, la familia Zelaya, que gobierna como clan, dice sin pudor que quiere parecerse a El Salvador, olvidando que el supuesto gran mérito de seguridad está construido con torturas e injusticias.

Antes había tecnócratas; hoy hay publicistas. Y estos que aconsejan a quienes nos gobiernan quieren que creamos que “la sabiduría del pueblo” nos dará un mejor futuro. Y es una auténtica mentira.

Eso que llaman pueblo nos hemos equivocado una y otra vez. Hemos elegido ladrones, corruptos, irracionales verde olivo. Para luego arrepentirnos y que la historia empiece de nuevo.

Es momento de reconocer nuestros errores, de exigir que dejen de engañarnos, de dejar de resignarnos por optar por lo menos peor. Hoy es un buen día para despertar.

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