“Despedir al pueblo: la máquina sin alma del nuevo Ecuador”

Periódico Opción
Periódico Opción
6 Minutos de lectura


Hay momentos en la historia de los pueblos donde el dolor se vuelve verbo y la rabia,
tinta. Hoy vivimos uno de ellos. Bajo el rótulo rimbombante de “Nuevo Ecuador”, nos
quieren vender un país más ágil, más moderno, más eficiente… pero detrás de esa careta de tecnocracia, se esconde una trituradora de vidas: 5.000 despidos en el sector público, apenas el primer asalto de una embestida que busca borrar más de 50.000 puestos de trabajo.
Sí, lo que está ocurriendo no es reestructuración: es exterminio administrativo. Un plan sin alma, nacido en los fríos despachos del Fondo Monetario Internacional y ejecutado con fervor por la élite nacional más sumisa, más miserable, más rancia.


El velo de la eficiencia
Se habla de “evaluaciones técnicas” que apuntan al desdén: “funcionarios que obstruyen el trabajo eficiente” se marchitan bajo la espada de la supresión de cargos. ¿Desde cuándo la evaluación deviene en cacería? ¿Desde cuándo los nombramientos provisionales son jaulas de vulnerabilidad? Con la modificación a la Ley de Integridad Pública, se legaliza el despido sin pago inmediato—o con bonos—mutilando la estabilidad conquistada con lucha. Es el nuevo Ecuador que se erige como una máscara de progreso, mientras arrasa conquistas sociales.


El bisturí que no cura, sino mutila
El régimen no ha dudado en blandir su bisturí sobre el cuerpo mismo del Estado. Con
cinismo quirúrgico, recortan secretarías, funden ministerios, suprimen unidades técnicas y despiden empleados de planta, de contrato, de nombramiento provisional… nadie está a salvo. Lo hacen con una sonrisa de cartón y cifras maquilladas: “es por el bien del país”, dicen. Pero el único bien que protegen es el de los acreedores.
¿Dónde quedarán ahora los técnicos que gestionaban programas sociales? ¿Quién
acompañará a las mujeres víctimas de violencia? ¿Quién archivará con diligencia los
expedientes, quién cuidará los laboratorios, quién dará soporte a los médicos y maestros que aún resisten?
Nos dicen que el Estado es obeso, pero lo están dejando esquelético.


La burocracia como botín y como chivo expiatorio

Durante décadas, nos vendieron el cuento de que el servidor público era perezoso, inútil, un parásito. Era parte de la estrategia: desprestigiar para justificar el desmantelamiento. Hoy, los despiden con una carta escueta, un bono miserable o simplemente con el silencio más cruel. Y el mismo gobierno que nunca ha tocado un centavo de la evasión tributaria de los ricos, ahora se jacta de ahorrar “millones de dólares” sacrificando a los trabajadores que sostienen la institucionalidad pública con sus espaldas encorvadas y sueldos cada vez más delgados.
¿A quién quieren engañar?
Este plan no es ni técnico, ni ético, ni patriótico. Es un memorando dictado desde
Washington, rubricado en Quito y sellado por la más rancia oligarquía.


No es eficiencia, es entrega
Seamos claros: lo que quieren no es optimizar el Estado, sino entregárselo al capital.
Privatizar los servicios. Convertir lo público en negocio. Externalizar todo lo que pueda ser explotado. Y para eso, necesitan una administración delgada, temerosa, disciplinada. Sin sindicatos. Sin derechos. Sin dignidad.
Por eso, vienen primero por los administrativos. Mañana lo harán con los docentes.
Después, con los médicos. Luego, con todos los que no caben en su modelo de Estado mínimo y sumiso. Lo dicen sin decirlo: el nuevo Ecuador no tiene lugar para el pueblo organizado.


La infamia de gobernar contra los que trabajan
Este gobierno, que promete luchar contra el crimen, termina disparando contra los
trabajadores. En nombre del orden, impone el caos social. En nombre de la paz, firma
despidos masivos. En nombre de la modernización, desempolva las recetas más viejas del neoliberalismo. Y mientras tanto, los barrios se hunden en la violencia, las escuelas en el abandono, los hospitales en el colapso.


Nos condenan a la inseguridad, a la precariedad laboral, a la ignorancia estructural, a la extrema pobreza. Nos quieren volver obedientes por necesidad, callados por miedo, resignados por hambre. Pero los pueblos no olvidan ni se arrodillan.


“Un pueblo que despiden, es un pueblo que se levanta”
¡Trabajadores del campo y la ciudad! ¡Pueblos del Ecuador profundo! Este régimen no se detendrá solo. Vendrán por más. Vendrán por todos. Si no los enfrentamos ahora, mañana será tarde. Si no levantamos la voz, cortarán la lengua de la esperanza.
Los que hoy firman despidos desde sus despachos con aire de superioridad, cumplen
servilmente los designios del FMI y las élites financieras internacionales. No defienden al país, lo hipotecan. No sirven al pueblo, lo traicionan.
La historia nos llama. No a mirar, sino a luchar. No a suplicar, sino a organizarnos. Que la rabia se transforme en movilización. Que el miedo se disuelva en unidad. Que el dolor se vuelva consigna. Porque un país no se gobierna desde el desprecio, sino desde la justicia. Y si no hay justicia, habrá rebelión.
Hoy, más que nunca, combatir es vivir. Resistir es existir. Y vencer es una obligación
histórica.
¡Unámonos! ¡De los Andes al mar, de los barrios a las comunas, que tiemble la oligarquía!
Porque cuando un solo trabajador es despedido, todos somos llamados a la lucha.
¡Vendrán por todos! ¡Pero nos encontrarán de pie!

ETIQUETAS:
Comparte este artículo
Deja un comentario