El banquero Lasso y la violencia neoliberal

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Por Patricio Camacho Z.

“Estoy convencido de que la mayor, si no la única, estrategia para aislar y vencer el terrorismo es respetar los derechos humanos, promoviendo la justicia social, mejorando la democracia y sosteniendo la primacía del imperio de la ley”.

Sergio Vieira de Mello

La incapacidad e inoperancia para enfrentar las consecuencias de la política neoliberal del gobierno, que sembró de marginalidad, pobreza e inseguridad a nuestros pueblos; hoy tiene un corolario, la única respuesta que siempre se les ocurre a los gobiernos de derecha con sueños de dictadorzuelos: la represión indiscriminada al pueblo, para contener la ira por los desaciertos gubernamentales.

Lasso asumió el poder en 2021 y casi al unísono inició una escalada de violencia, primero en las cárceles y luego en las calles. Desde el inicio su estrategia fue dar “palos de ciego”; su visión neoliberal no le deja comprender que lo primero que hay que hacer para detener una espiral de violencia social; dar contención, es decir, construir en los sitios de pobreza escuelas, generar empleo, salud; que el Estado genere vida para sus pobladores, y no muerte.

El último error de Lasso, hablar de «terrorismo» para enfrentar a los grupos del narcotráfico. Algunas preguntas ¿Qué paso con la ley de extinción de dominio?, para evitar que crezca el lavado de activos fruto del narcotráfico. Los últimos acontecimientos mostraron un maridaje entre un cercano de su cuñado, Danilo Carrera, con la mafia albanesa y su círculo con el narcotráfico ¿Por qué Lasso recortó el presupuesto de seguridad? y ahora anda diciendo que «se demoran en los trámites de importación de chalecos»; dijo que entregó vehículos repotenciados y se los ve que se caen a pedazos tras la pintura.

Luego se le ocurrió la descabellada idea de que se armen los civiles, porque el problema era “entre los delincuentes y ustedes».

Hagamos historia; la palabra terrorismo se utilizó por primera vez para describir el “régimen de la terreur” (el régimen del terror) en Francia, en la última década del siglo XVIII, y en particular, el período de 1793-1794 de Maximilien Robespierre. Estos años se caracterizaron por el uso de métodos violentos de represión, incluyendo las ejecuciones en masa autorizadas por el Tribunal Revolucionario. Un tribunal encargado de juzgar los delitos políticos. Hacia el final de esta época, las personas fueron a menudo condenadas solo sobre la base de la sospecha y sin la pretensión de un juicio justo.

El diario quiteño La Hora, en su editorial, del 28.04.2023, le ilustra al Presidente y le dice. «En contra de lo que rezan las críticas, el Estado ecuatoriano sí cuenta con herramientas legales de inusual severidad contra el crimen. Una de ellas es la de reservar la categoría de “terrorismo”, para aquellos actos ilegales que las autoridades juzguen que “provocan o mantienen en estado de terror a la población” —una definición convenientemente subjetiva para aquellos funcionarios que deben decidir al respecto—. La inclusión de la figura de ‘terrorismo’ obedece a contextos históricos específicos.

Los códigos y reformas de la década de los setenta lo contemplaban obedeciendo a la lógica de la Guerra Fría y los de inicios de este siglo a la paranoia antiterrorista posterior al 11 de septiembre de 2001. Sin embargo, la rigurosidad de dicha herramienta —que ahora puede conllevar de 5 a 7 años de prisión por mera participación en una organización que se juzgue de ese tipo, y hasta 26 años, tras las últimas reformas por actuar en casos en los que haya fallecidos— ha hecho que el Estado sea muy reservado en su empleo.

Ni siquiera los miembros de las guerrillas de los ochenta fueron procesados bajo dicha figura, sino bajo la de delincuencia común y el único Gobierno que lo usó con saña contra selectos opositores, fue el de Rafael Correa.

Si el Estado opta por dicho camino, podrá además apelar a unidades especiales de Fiscalía y a jueces especializados, y gestionar las medidas cautelares de mejor manera. Ante semejante decisión, será necesario dejar bien sentado el actual estado de zozobra y el clamor ciudadano, para que el dolor que pueda sobrevenir de dicha medida no devenga más adelante en venganzas políticas o búsquedas de chivos expiatorios, como ya se vio en el pasado”.

¡Señor presidente, definitivamente no puede, hágase un lado!

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