Por: Fernando Oña Pardo
La novela negra (novela dura o hard boiled) es la novela policial realista: en ella, el enigma o el problema a resolver (al estilo Sherlock Holmes) ya no es lo principal; lo esencial es testimoniar el contexto de la sociedad de la época.
– Me gustan los bares cuando acaban de abrirse. Cuando la atmósfera interior todavía es fresca, limpia, todo está reluciente y el barman se mira por última vez al espejo para ver si la corbata está derecha y el cabello bien peinado. Me gustan las botellas prolijamente colocadas en los estantes del bar y los vasos que brillan y la expectación. Me gusta observar cómo se prepara el primer cóctel de la noche… Me gusta saborearlo lentamente. El primer trago tranquilo de la noche, en un bar tranquilo, es maravilloso.
Estuve de acuerdo con él.
– El alcohol es como el primer amor -expresó-. El primer beso es magia; el segundo, intimidad; el tercero, rutina. Después de esto lo que hacemos es desvestir a la muchacha…
Terry Lennox y el detective privado Philip Marlowe sostienen este bohemio y romántico diálogo en la novela El largo adiós, del escritor estadounidense Raymond Chandler (1888 – 1959), considerada como la obra maestra de la novela negra norteamericana.
La novela negra (novela dura o hard boiled) es la novela policial realista: en ella, el enigma o el problema a resolver (al estilo Sherlock Holmes) ya no es lo principal; lo esencial es testimoniar el contexto de la sociedad americana de la época: la violencia, el crimen, la corrupción, la indagación de los fundamentos del poder o de los límites arbitrarios de la legalidad, son algunos de los componentes de este género literario.
Los escritores de la novela negra (designada así porque la editorial francesa Gallimard publicó estas historias con portadas de color negro, a principios de 1920, por el estilo duro y directo de tratar el crimen), tratan de reflejar una determinada realidad social, presentando el lugar donde sucede la transgresión de una forma realista, inmersa en una criminalidad difusa y semilegal; con ello, los autores rechazan, implícitamente, las determinantes sociales del momento.
Uno de los pioneros de la novela policial realista fue el estadounidense Dashiell Hammett (1884 – 1961), creador de obras como El halcón maltés y Cosecha Roja (esta última publicada en 1929, tiempo de inicio del mayor descalabro económico del siglo). Los especialistas lo señalan como “el precursor de la renovación estilística del género policíaco, por su prosa clara, directa y realista, sustentada en el crimen como institución social y no como un artilugio de la intriga”. (De hecho, el estilo narrativo de la novela negra: exacto, rápido, con economía de recursos y abundantes diálogos, influyó en escritores de la talla de Dos Passos, Hemingway, Faulkner y Steinbeck, entre otros).
“Hammett sacó el asesinato del búcaro de cristal veneciano y lo tiró al callejón… Trasladó a esa gente al papel tal y como son, y les hizo hablar y pensar en la lengua que usan corrientemente para sus fines”. Así se expresaba Raymond Chandler de Dashiell Hammett, en su ensayo titulado El simple acto de matar: un maestro definiendo a otro maestro, en una especie de paralelismo del talento literario.
Philip Marlowe y Sam Spade: detectives de calibre
En la novela, como género literario, es fundamental la construcción y caracterización, sólida y adecuada, de los personajes, por encima, incluso, de la acción; lo contrario ocurre en el cuento, que por sus límites de espacio prioriza la acción antes que la personalización de los protagonistas.
En este sentido, tanto Chandler como Hammett crearon dos detectives que fueron los prototipos de los ‘héroes’ de la novela negra: Philip Marlowe y Sam Spade, respectivamente.
Marlowe es un detective privado solitario, aficionado al ajedrez, al whisky y a las mujeres rubias y altas; el típico ‘guapo y varón’ de la historia, porque además es bien parecido y buen puñete. Es un cínico y un amargado, características que en el fondo ocultan la frustración de su espíritu tierno y romántico. “No hay trampa más mortífera como la que uno se prepara a sí mismo”, nos dice Philip Marlowe en El largo adiós.
Este querido e inolvidable detective es el protagonista de la mayoría de novelas de Raymond Chandler, entre las que destacan, además de la ya citada, El sueño eterno, La dama del lago y Playback. “Un detective es un hombre común y extraordinario a la vez. Pero es un héroe porque es un hombre de honor”, sentenció el maestro Chandler.
Sam Spade, creación de Dashiell Hammett, no es tan agraciado como Marlowe, no tiene su encanto; Spade es rudo, sarcástico y despiadado; un tipo verdaderamente ‘duro’ dentro de la hard boiled, que combate el crimen sin sentimentalismos ni arrepentimientos; en su fuerza de carácter y sus juicios inapelables radica la fortaleza de este personaje. Su aparición más celebrada es la novela ‘El halcón maltés’, en donde una estatuilla de oro desata una ola de violencia en la ciudad de San Francisco.
¿Qué tanto de su personalidad y experiencia –pues Hammett fue detective privado después de la Primera Guerra Mundial- traspasó el escritor al personaje? Esta respuesta sería digna de otra novela; seguramente Raymond Chandler hubiera sido el más indicado para escribirla…
“Su corazón era un breve e inseguro murmullo. Sus pensamientos eran tan grises como la ceniza. Y dentro de poco él también, como Rusty Regan, estaría durmiendo el sueño eterno…” Estos son los últimos pensamientos, presagios de justicia o de venganza, de Philip Marlowe, en aquella otra extraordinaria novela de Chandler, El sueño eterno…
Fuente: Opcion