El NO, castigo a la incapacidad de Noboa para resolver los problemas del pueblo

Periódico Opción
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Por Psic. Jonathan Párraga

Los resultados del reciente proceso electoral han dejado al descubierto algo más profundo que una simple acuerdo o desacuerdo a preguntas específicas. Este proceso electoral, lejos de mantenerse en el terreno técnico-jurídico con el que fue presentado, terminó convirtiéndose en un plebiscito sobre la gestión del gobierno de Daniel Noboa y, sobre todo, en una expresión colectiva del malestar acumulado. Si algo quedó claro, es que la ciudadanía no se dejó llevar tanto por los temas planteados y le dio más importancia a lo que siente y vive en su día a día.

Desde el punto de vista político, el voto se transformó en una herramienta de evaluación de la capacidad del gobierno para responder a las urgencias nacionales. En un país donde la inseguridad crece de manera sostenida, donde la economía no presenta señales claras de recuperación y donde los servicios públicos como seguridad social, salud y educación continúan en deterioro, la población utilizó la consulta para enviar un mensaje contundente: *no hay confianza en Daniel Noboa y su gobierno.* Cada casilla marcada reflejó un juicio político, no sobre las preguntas, sino sobre la percepción de abandono y la distancia entre las promesas, falsas esperanzas, demagogia y la realidad que vivimos y sobrevivimos, en algunos casos.

Pero este fenómeno no puede comprenderse plenamente sin una lectura psicológica. Las condiciones emocionales de un país moldean las decisiones políticas tanto como los argumentos racionales. En este proceso, el voto expresó un estado de ánimo; frustración, cansancio y desesperanza. La ciudadanía siente que el gobierno ha perdido la capacidad de cuidar y proteger, generar oportunidades y ofrecer estabilidad. La consulta se convirtió, así, en una forma de catarsis política: una vía para liberar tensión y rechazar la incapacidad gubernamental de atender los problemas esenciales de la población, lo que se venía rechazado en las calles desde varios meses atrás, ahora se rechazó en las urnas.

El miedo —sobre todo el provocado por la violencia— también jugó un rol decisivo. En provincias como Manabí, donde la inseguridad y las muertes violentas marcan la cotidianidad, las decisiones políticas y la voluntad popular se ven definidas por estos aspectos. Y este proceso no fue la excepción. El electorado actuó desde un estado de ánimo deteriorado, con niveles altos de ansiedad social, con una visión sombría del futuro y un sentimiento generalizado de pérdida de control. Cuando la incertidumbre domina, cualquier intento del gobierno por introducir reformas es interpretado no como una solución, sino como una distracción o un intento por imponer legitimidad a un proyecto político alejado de los intereses de las mayorías.

El resultado final revela una brecha profunda entre gobernantes y gobernados, entre el pueblo y la oligarquía. La consulta funcionó como un espejo: devolvió al poder político la imagen de un país agotado, incrédulo, con hartazgo y emocionalmente desgastado. En ese sentido, no solo fue un ejercicio democrático, sino también una radiografía del estado psicológico del país.

El desafío ahora es doble para los pueblos del Ecuador. En lo político, se debe construir una posibilidad auténtica de gobierno que garantice la resolución de los problemas y las necesidades de la población, un verdadero gobierno no se construye desde el marketing, sino desde la capacidad real de transformar la vida de la gente. Y en lo psicológico, tenemos la responsabilidad de reconstruir confianza, recuperar la estabilidad emocional colectiva y generar un sentido de futuro. Ha quedado demostrado, que este ni ningún gobierno es invencible, ni todo el poder político del estado ni todo el poder económico de las élites, pueden contra el poder popular y contra la voluntad del soberano, el pueblo ecuatoriano.

Porque cuando una consulta se vuelve plebiscito, el voto deja de hablar sobre las preguntas y empieza a hablar sobre la realidad del país. Y lo que dijo esta vez, fue un grito de rechazo absoluto.

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