Por: Gastón Andrango
Apropósito del Covid-19
Con seguridad aparecerán después de esta crisis mundial, libros, revistas, obras de teatro, danza, que son el resultado de la creación furtiva o bien concebida y naturalmente surgirán nuevos rito o mitos con nuevos festivales para celebrar la vida humana y su tragedia para llorar y conmemorar a los que la han perdido.
No hay que olvidar que en todo el mundo la vida urbana es inquietante…, ya que a los ciudadanos se les exige que sean tan temerosos como ratones y sólo se aventuran a salir si es seguro o necesario. En el Ecuador y las ciudades del mundo han enfrentado plagas y crisis de diversa índole, mucho antes y su historia está llena de épocas de confusión temporal y de recuperación posterior.
Esto es un hecho cultural que se comprende con el tiempo porque la palabra temporal es elástica, sin embargo, la recuperación puede tomar tiempo; y la vida después no es exactamente la misma como era, ya que las tradiciones se reformulan y nacen así nuevas como la alimentación, la educación, el trabajo, las condiciones de higiene, la convivencia, la agricultura familiar, el transporte etc.
La peste bubónica que golpeó ciudades en todo el mundo entre los siglos XIV y XVIII en promedio tres veces por siglo, comunidades enteras fueron aniquiladas, la recuperación de un trauma social grave fue notablemente rápido.
Ahora hay muchas teorías conspirativas de la “Pandemia COVID-19” que es muy diferente, incluso si no se siente como tal, cuando la gente está varada, muriendo y la cultura del miedo calando sus huesos silenciosamente. El lado malo, se ha extendido por todo el mundo como otro virus, más rápidamente que de costumbre y en la economía el daño ha sido casi instantáneo y global, reduciendo la actividad normal a un esqueleto en semanas.
Por lo tanto las ciudades se han convertido en espacios de convivencias interiores privados, no en lugares comunales para reunirse y para intercambiar.
Por muy horrible que parezca, el hasta cierto punto APAGADO del planeta tiene ventajas que nuestros predecesores nunca podrían haber imaginado: electricidad y gas directo a casa, así que no hay necesidad para buscar combustible; supermercados y tiendas por lo que se necesita menos para vagar por las calles en busca de comida; radio, la televisión e Internet para mantener la conexión y comunicación aunque manipulada para permitir que muchos trabajen desde casa y una enorme biblioteca mundial de material audiovisual…las artes y el entretenimiento o recreación propios de la sociedad contemporánea del siglo 21 .
Todo esto hace que sea más soportable vivir en aislamiento y ayuda a que el fantasma del virus no nos asuste y disminuya.
Todos los esfuerzos de las organizaciones artísticas , deportivas , recreativas, y actividades alternativas no convencionales que cultivan el cuerpo y el espíritu como el Yoga , danza, agricultura y más, están haciendo para distribuir y actuar en línea, están ayudando a la gente a aguantar esa nueva forma de convivencia y forjando nuevos caracteres identitarios.
Las ciudades no fueron construidas como dormitorios permanentes, sin embargo, las calles desnudas de Ibarra y otras cercanas con sus tiendas, cafés, restaurantes, bares, comercios cerrados, dejan ver su lado sombrío y el espíritu del terremoto de 1868 se pasea por las olvidadas fachadas y paredes de la multicolor urbe.
Las avenidas están despejadas de ruido y el smock, que es reemplazado temporalmente por el trino de cada vez más aves raras que vuelven curiosas a las casas y calles de la urbe, los gatos con más pasividad caminan sin perjuicios las veredas y adoquines, que respiran afables en medio de la desgracia, los lagos de la provincia no solo purifican quizá sus aguas, el sonido del viento parece acariciar más solemnemente las aguas como seduciendo a la jovencita hermosa, las leyendas de nuestros ancestros andinos y posteriores asociadas con Quilagos, Caranquis , Pastos , Quitus , Cayambis , Imbayas y sociedades republicanas y modernas que forjaron estas tierras , son de pronto más relevantes de nuevo, la sensación de que la vida está en espera, esperando algo que podría llamarse «Retornar «,. Cuando las ciudades despierten, deberán hacerlo junto a las artes y al resto del sector del trabajo cultural que tendrán que ser los agentes sociales y comunitarios del resurgimiento del RETORNAR para vivir en paz.
Se deben abrir los teatros, galerías y otros espacios tan pronto como sea posible, re – planificar agendas, pero con cualquier espectáculo que le dé a la audiencia la mayor sensación de que su vida ya no está en suspenso ni tanto peligro, para revivir la armonía o caos de vivir. Esto no significa que las actuaciones deben ser superficiales, frívolas o quizá mediocres, el público deberá apreciar un nivel de la seriedad que refleja el trauma que han enfrentado por medio de grandes y sobrios trabajos para tiempos difíciles, con arte.
El tiempo ha atestiguado que el mayor éxito y progreso lamentablemente ha surgido de períodos de la más profunda perturbación natural, social y política. Lo mismo ocurre en el mundo cultural y la dinámica de ciudad, con los festivales nuevos creados en esta ciudad y los con trayectoria, que siempre se han usado para conmemorar los momentos que ahora son parte de una memoria e identidad de la comunidad. Los festivales de artes y música contemporánea son principalmente inventos del siglo XXI, pero el propósito no ha cambiado realmente llegan a los nuevos y viejos públicos por así decirlo.
El arte y las culturas tendrán el mismo propósito en todas partes del mundo después de que la pandemia disminuya. O bien este año o tan pronto como la circunstancia lo permita en 2020 – 2021, los festivales (como la vida deportiva y recreativa) serán marcadores esenciales de la reanudación del compromiso social.
La revitalización de los pueblos y ciudades…toma energía, pero también toma dinero. Los gobiernos no deben cerrar las arcas a las medidas de alivio en el momento en que las puertas del teatro o cualquier proyecto cultural se abran de par en par de nuevo, se requerirá un gran esfuerzo para vincular con el público a gestores y artistas tan abundantes en la urbe.
También existe la sensación de que el objetivo debería no sólo devolver a las ciudades su forma original. Los responsables políticos deberían aprovechar la oportunidad de este silencio forzado para pensar y repensar de nuevo en cómo quieren sea la próxima fase cultural de este siglo. Al igual que en la era industrial, hubo un proceso enormemente inventivo para iniciar instituciones, medios de producción y cuerpos sociales, el 2020 debería ser el año en que comencemos a pensar de nuevo en nuestros objetivos culturales y ambiciones colectivas e individuales.
¿Estamos listos para tomar medidas para abordar estas formas de cambio, de evolución de la naturaleza y la sociedad y juntos reconocer el papel trascendental de las culturas y las artes en para un desarrollo justo? ¿estamos preparados para abordar las desigualdades sociales y poner la solidaridad por encima de las ganancias económicas en Imbabura? En lugar de volver a como de costumbre, ¿los gobiernos tendrán el coraje para implementar medidas drásticas cambios sistémicos? Si logramos hacerlo, saldremos de esta crisis más seres humanos unidos y más fuertes, que comparten un proyecto sostenible con proyección e identidad, lo que antes se llamaba LA GRAN MINGA.