En 10 días me gradué de pueblo.

Periódico Opción
Periódico Opción
7 Minutos de lectura

Por: Héctor Simbaña.

La aseveración que hago como título de estas líneas, intenta resumir lo que en realidad aprendí o lo que me enseñaron para ser más exacto y no tanto lo que hice, porque en realidad, creo que mi aporte en estas jornadas históricas que vive nuestro país, es sin duda insignificante frente a la magnitud y trascendencia de los hechos.

Como maestro de algunos años en las aulas universitarias, varias veces escuché de mis colegas y hasta repetí innumerables veces que no existe mejor forma de educar que no sea con el ejemplo, frase que en la calle, desde el tercer día de octubre a las 10 de la mañana en plaza indoamérica, se trasformó en una metodología indiscutible y en una experiencia de aprendizaje fenomenal.

Allí surgieron los primeros atisbos de compromiso con el país, con mi pueblo, pues cientos de jóvenes, muchos de ellos mis estudiantes, venciendo todos los obstáculos que implicaba el paro de trasportistas llegaron a su universidad, con la firme convicción de que en ella encontrarán el escenario para hacer escuchar su voz de inconformidad frente a las medidas económicas adoptadas por el Gobierno, esto lo supe, pues varios de ellos me lo contaron mientras nos concentrábamos en medio de consignas, dichas con la voz sí, pero sobre todo, con el corazón henchido de emoción.

Al inicio, no me convencí totalmente de sus comentarios, pensé que en pocos minutos o en un par de horas, dejarían la movilización, pues desde mi perspectiva y de algunos académicos, equivocada por cierto, la juventud actual es apática o indiferente a los problemas sociales y prima en su actuación el individualismo, llegando incluso a la alienación cultural.

Con el pasar de las horas y frente a una represión desmedida de la Policía Nacional y sus equipos especializados, uno a uno de ellos me dio la primera lección de valentía y de compromiso, pues no solo se encontraban presentes sino que, además junto a sus referentes estudiantiles, se ubicaban en la primera línea de confrontación armados de consignas como: //Soy estudiante soy, yo quiero estudiar, para cambiar la sociedad, vamos a la lucha//.

Aquí ellos, jóvenes de 20 a 25 años, hombres y mujeres, me enseñaron lo que significa trabajo en equipo, formaron grupos para cuidarse mutuamente, todos se reportaban de forma constante, incluso llegué a entender lo que ellos sentían cuando prácticamente me tomaban lista. ¿Está bien profe?, preguntaban, avisará si se va a ir, decían. Y yo que pensaba que solo se quedarían unos minutos. En la tarde, cuando decidí dejar las calles y luego de reportar mi decisión a los jóvenes, con seguridad y aplomo dijeron, nosotros nos quedamos, mañana nos vemos profe.

De ahí para adelante, ellos y cientos de jóvenes de distintas universidades y colegios, llegaban puntuales a las convocatorias, mantenían comunicación permanente a través de sus teléfonos móviles, todos llegaron equipados, convencidos de la lucha y su significado, de sus mochilas extraían; marcadores, cartulinas, pañoletas, banderas, anti

gases, entre otras cosas necesarias para jornadas extendidas de lucha. En estas jornadas algunos fueron privados de su libertad, su delito: alzar la voz en contra de la injusticia y del saqueo de la economía del pueblo; denunciar la corrupción de los gobernantes y la sumisión al Fondo Monetario Internacional.

Con la llegada del movimiento indígena al Parque del Arbolito y la presencia de miles de obreros, amas de casa, profesionales, comerciantes, hombres y mujeres; los rostros de la juventud se tornó mayoritario, muchos universitarios incluso llegaron con su familia, orgullosos de pertenecer a las comunidades campesinas o indígenas, los mismos que, además. con un importante sentido de pertenencia, portaban la indumentaria de la Gloriosa Universidad Central del Ecuador.

Con ellos y con cientos de jóvenes aspirantes a médicos, sobre todo, creció la solidaridad, con extraordinaria sensibilidad, organizaron de inmediato la ayuda para los centros de acopio, muchos realizan a estas horas su mejor trabajo de pasantías o de vinculación con la sociedad en cada uno de los centros de descanso, en las calles o en su barrio; sin proyecto, sin calificaciones, sin profesor tutor, sin papeles que llenar para justificar su trabajo, cada uno de ellos demuestra su capacidad y su compromiso venciendo los obstáculos que se presenta en esta tarea.

Frente a la irracionalidad del Gobierno y de las élites enquistadas en los medios de comunicación y del Estado, ellos, los jóvenes estudiantes, indígenas, mestizos, cholos, negros, obreros y campesinos, nos enseñan una vez más a todos, que la unidad del pueblo, la lucha consecuente y la organización, son el único camino para alcanzar victorias.

En estos días mis maestros han sido muchos: Inocencio, Max, Jos, Michell, Maite, Abi, Tati, Aleja, Pablo, Kevin, Manuela, Alejandro, Luis, Jairo, Manuel; entre cientos y miles que me enseñaron lo que en ningún centro de estudios se puede aprender: ser un verdadero ser humano. SER PUEBLO.

Con su ejemplo vamos a continuar en esta lucha del pueblo, para vencer los interés de los acreedores internacionales y de sus representantes en el Ecuador. Enquistados en el gobierno, en las cámaras de la producción (Nebot y Lasso) o en los supuestos colectivos ciudadanos, que exigen la PAZ y más trabajo, cuando todos sabemos que ellos se alimentan de nuestro trabajo, generando la raíz primigenia de la violencia; la pobreza y la explotación.

Comparte este artículo