Por Guido Proaño Andrade
El fallecimiento de Mijail Gorbachov ha motivado un gran despliegue informativo en la prensa internacional. En varios titulares le destacan como el último líder soviético; en rigor no lo fue, pues, dirigió la etapa final de la reinstauración capitalista en la ex URSS, aspecto totalmente contrario al sovietismo.
Gorbachov asumió las funciones de Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética, PCUS, en marzo de 1985 y poco después fue nombrado Presidente de la URSS. Era una época en la que los problemas económicos, políticos, sociales, morales tomaban grandes dimensiones en el país. En la década de los años setentas, la tasa de crecimiento de la renta nacional descendió en más de un 50% y en los primeros años de los ochentas casi llegó a cero; la corrupción se mostraba imparable, se hablaba de una «segunda economía» para designar a lo que se conoce como «mercado negro», en el que estaban implicados funcionarios del más alto nivel del Estado y dirigentes del partido; el sistema sanitario prácticamente estaba en ruinas; había hacinamiento en las viviendas; los índices de alcoholismo en la población eran elevados; las expectativas de vida de las personas se redujeron y la mortalidad iba en ascenso. Los problemas eran muchos más.
Las bases capitalistas resurgieron en la ex URSS con el golpe de Estado ejecutado por Nikita Jrushov y su camarilla en 1956, luego del fallecimiento de José Stalin (1953). En el transcurso de los años, los éxitos logrados por el socialismo en todos los terrenos mientras Lenin y Stalin estuvieron al frente del Estado fueron socavados y las leyes y formas capitalistas de producción se fueron imponiendo. Tanto así que Leonid Brézhnev (que sucedió a Jrushov) dijo que «nadie vive solo de su salario», en referencia a la existencia del «mercado negro» y de capas sociales que dependían de la actividad económica privada para sus ingresos.[1]
Gorbachov, cuando asumió la dirección del partido y el Estado, obviamente, no se presentaba como abierto promotor del restablecimiento capitalista, decía que su propósito era instaurar un «socialismo eficiente, productivo y democrático», y así llevó a la desintegración de la URSS.
Las reformas económicas y políticas para llevar al punto más alto el proceso antisocialista iniciado por el revisionismo cuatro décadas antes, las oficializaron en julio de 1987. Un año antes fueron aprobadas en un congreso del Partido, pero ya en 1984, en un discurso ante el grupo de trabajo ideológico del Comité Central del Partido, Gorbachov planteó la necesidad de una apertura informativa (glasnost) y de la reestructuración del sistema económico (perestroika).
El plan de Gorbachov buscaba establecer una economía capitalista de mercado, eliminaba el control sobre las empresas del Estado, que podían determinar qué producir, cuánto producir y los precios en el mercado de acuerdo a las demandas de los consumidores; con una nueva ley de cooperativas se reestableció la propiedad privada a empresas de servicios, manufacturas y sectores ligados al comercio exterior; el comercio exterior fue liberalizado. Se produjo una desindustrialización y la privatización de las empresas estatales. En 1994, cuando la URSS ya no existía, en Rusia el 70% de los activos provenían del sector privado.
De la mano de las reformas procapitalistas iba la glasnost (transparencia), que supuestamente tenía como propósito democratizar la información, pero en realidad fue un mecanismo para abrir las compuertas a una abierta y furibunda propaganda anticomunista, impulsada por los sectores más descompuestos y restauracionistas. La distorsión histórica del proceso de construcción del socialismo en la URSS fue uno de los blancos y, particularmente, se acentuaron los infundados ataques en contra de Stalin.
Gorbachov definió la perestroika como una revolución dentro de la revolución, destinada a lograr más socialismo y más democracia, en realidad fue una contrarrevolución en la contrarrevolución. Los problemas económicos y sociales se profundizaron, la URSS se introdujo en un caos político, los reclamos de los trabajadores y el pueblo se encendían por todo lado, algunas repúblicas soviéticas demandaban separarse.
El 25 de diciembre de 1991, Mijail Gorbachov emitió un mensaje en vivo por la televisión, anunció su renuncia a la presidencia de la República. Fue una formalidad, en los hechos no tenía control sobre la situación del país; días antes el Washington Post lo calificó con el conductor de un reino en el aire.
La burguesía internacional aplaudió estrepitosamente lo hecho por Gorbachov. Ni más ni menos que George Bush, padre, dijo que que se había producido «la transformación revolucionaria de una dictadura totalitaria y la liberación de su pueblo de un abrazo sofocador». Si el jefe de estado imperialista más poderoso del planeta dijo eso, es porque los servicios dados por Gorbachov al capitalismo mundial fueron enormes.
[1] Ver: La restauración del capitalismo en la URSS. Web de la Asociación de Amistad Hispano Soviética -AAHS- entre marzo y abril de 2021