Por Francisco Garzón Valarezo
La burguesía jamás se aventura a una lucha política cuando advierte un riesgo. Le gusta ir, como en todos sus negocios, sobre seguro. Causa gracia la alarma de sus asustadas figuras, ante el anuncio del Principito de convocar a una Asamblea Constituyente. Mil razones exhiben, y todas apuntan a despellejar la idea de la convocatoria.
No son ningunos cojudos. Saben que una cosa es con guitarra y otra con violín. Dicho de otra manera, una cosa es con Correa y otra con el pueblo. El fiasco que se pegaron en la consulta popular del 21 de abril del 2024 lo demuestra. En esa consulta, la inmensa mayoría frenamos la trampa del trabajo por horas y el obsceno intento de someter al arbitraje internacional las controversias entre empresas extranjeras y el Ecuador. Esas dos preguntas eran el único interés del Principito y su argolla, lo demás era pura paja, una carnada para arrastrar la aprobación de esas dos preguntas.
La argolla del Principito sabe que no podrá cumplir las ofertas de su campaña, sabe que no tiene sostén ni base social, algo diferente al apoyo electoral que se irá diluyendo con el rigor de la crisis. Por eso los nervios, por eso no quieren arriesgarse a perder en nuevas elecciones. Pese a que el ambiente político tiene aire favorable para ellos, seguro recuerdan que el año 2007, fracasaron en su afán de oponerse a la Asamblea Constituyente. Un año después, el 28 de septiembre del 2008, volvieron a perder el referéndum que preguntaba a la gente su aprobación o rechazo a la constitución elaborada en Montecristi.
El correísmo, enemigo de ocasión de la burguesía, tampoco quiere la constituyente. Quedan otra vez en la indecencia al coincidir como siempre en los empeños de los patrones.
Desde los pueblos, desde la izquierda revolucionaria, no le corremos a la constituyente, le decimos alto y claro que sí, que venga, para fortalecer la defensa del patrimonio del país, para salvaguardar el seguro social, para protegernos de los criminales de cuello blanco y de la delincuencia común, para recuperar las 200 millas de mar, para rescatar la salud y la educación, para amparar la conquista de la jubilación.