Por: Matero Rodríguez
El fundador y Canciller de la Universidad San Francisco de Quito, en una entrevista con Carlos Vera en el programa “Veraz”, hizo gala de la arrogancia y prepotencia, característica de las élites serranas que aún creen que se vive el Estado que ellos bien quisiera: el del feudalismo y la esclavitud.
Emulando a uno de sus autores favoritos, el embajador franquista en el mundo árabe, Emilio García Gómez, señaló que “los socialistas son unos tarados”. En ese mismo sentido, Gangotena hace gala de su pensamiento reaccionario pues, en la entrevista señala que “hoy prácticamente no hay pobres en el sentido material”. Los dogmas ideológicos de este liberal empedernido le llevan a que niegue la realidad. La CEPAL ha definido a la pobreza como un fenómeno social y económico complejo de múltiples facetas y causas que abarcan privaciones en los aspectos del bienestar individual y colectivo. Según las cifras oficiales, en el Ecuador la pobreza por ingresos afecta a 37,6% de la población; en términos multidimensionales, la pobreza aumentará de 38,20%, en 2019, a 43% en 2020, es decir, 7,4 millones de hogares sufrirán privaciones de bienes y derechos básicos. Los hogares con niños, niñas y adolescentes son los que más afectados se verán, pero la Unicef calcula que es necesaria una inversión del 2,4% del PIB para atender a las necesidades de estas familias.
Para Santiago Gangotena, el identificarse con una ideología que propugna la solidaridad, el apoyo mutuo, la equidad, la interculturalidad, la liberación social y nacional, es ser un “tarado”, e hincha su pecho cuando defiende el libre mercado y el individualismo. Sin sangre en la cara, Gangotena propugna la defensa a ultranza de las élites, de los iluminados, de aquellos grupos de poder que han dominado y explotado a los pueblos del Ecuador por siglos.
De manera, mediocre y cargado de epítetos, hace gala de su credo reaccionario que le hace asumir de manera estúpida el liberalismo a ultranza, llevando a justificar la desigualdad social bajo los criterios de que existen algunos destinados a gobernar y cualquier idea de igualdad es una estupidez. Su visión política, aupada por algunos otros plumíferos, añora la Constitución de 1830 donde para votar se requería ser blanco, saber leer y escribir y justificar cierta cantidad de dinero; si por el fuera, sólo una élite debería tener derechos pues lo otro son subsidios sin sentido a personas que no merecen más que trabajar y ser explotados.
Este tipo de articulistas y seudo académicos han proliferado en los últimos días en varios medios de comunicación para justificar el neoliberalismo y darle un contenido a la propuesta reaccionaria de Lasso.