Por Jaime Chuchuca Serrano
“La Doctrina Monroe está muerta”, dijo John Kerry en 2013 en la OEA, secretario de Estado del gobierno de Obama. Sin embargo, la verdad es que la doctrina nunca murió y ahora, 12 años después, está más viva que nunca. El actual secretario de defensa de Trump, Pete Hegseth habla de recuperar el “patio trasero” de EE.UU. Estados Unidos no ha tratado nunca como un igual a América Latina; ni siquiera a su élite. Donald Trump ha resucitado leyes del siglo XVIII, tratando de regresar al pensamiento de los fundadores de la patria; pero también quiere un baby boom con incentivos en dólares a la población.
Trump ha golpeado con los aranceles a la mayoría de países del mundo, pero ha causado problemas en su propia economía. Mientras el círculo cercano de Trump, gozó de una información privilegiada, sobre el vaivén de los aranceles, para comprar en los mercados de valores; del otro lado, el estadounidense promedio, ha visto encarecer y escasear los productos básicos. Para enfrentar la guerra comercial, el gobierno de Estados Unidos sabe que necesita una América Latina más débil, sometida, sin capacidad de respuesta, que le permita el acceso a mayores materias primas y más baratas. Para esto usarían, de ser necesario, las fuerzas bélicas, “el gran garrote”. Las oligarquías de Estados Unidos continúan creyendo que tienen un derecho moral y divino sobre el resto de los países del mundo, esta es la doctrina del Destino Manifiesto.
El fortalecimiento de la presencia política y militar estadounidense en la región, significa también mayor control sobre las operaciones de China. La guerra comercial de Estados Unidos contra China, impulsa una contracción económica del primero en este año. Estados Unidos continúa importando de China alrededor del 13% de los productos. Trump ha tenido que recular en sus fuertes aranceles contra China, pero no los ha rebajado del todo. La Casa Blanca está realizando contactos con Pekín, para renegociar acuerdos económicos. Varios presidentes y economistas latinoamericanos neoliberales, que además apoyan a Estados Unidos, han acogido un doble discurso: aplauden el proteccionismo de Trump y dentro de sus países pregonan el libre mercado. Sin embargo, la Doctrina de Trump —que recicla las anteriores doctrinas imperialistas— está cambiando también las políticas y discursos latinoamericanos.