Por Marco Villarruel A.*
1884, Berlín: Se reúnen los principales gobernantes de Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, con el objeto de repartirse “legalmente” el África. Algunos de ellos se adelantaron y sus tropas ya estaban en ese continente, nada más había que formalizar el reparto, aunque entre ellos y detrás de ellos habían guerreado entre sí. Es el inicio formal del imperialismo (aunque algunos quieran adornarlo con la palabra Geopolítica) y, como bien lo advertiría Lenin, lo que hacían es repartirse los mercados, esclavos y las tierras para sostener sus ya decadentes imperios expoliadores.
2025: Alaska, en la Base Conjunta Elmendorf-Richardson, ubicada en Anchorage, Alaska, Estados Unidos, se encuentran los llamados líderes de las más grandes potencias nucleares del mundo, Donald Trump y Wladimir Putin. En el marco de severas medidas militares debatieron, como en el siglo antepasado, el destino de Ucrania y de dos o tres repúblicas populares, anexadas por Rusia: Donetsk y Lugansk, y las regiones de Jersón y Zaporiyia.
En Berlín los afectados no fueron tomados en cuenta. Ahora en Alaska tampoco.
Es decir, los representantes de Estados Unidos y de Rusia reparten inmensos territorios, sus riquezas, sus tierras raras, la enorme producción de cereales y petróleo, y arguyen que la guerra es por la zona de seguridad. En el colmo del cinismo Trump hace de contraparte y de mediador. Habla, negocia y amenaza a Rusia, y no solo eso, sino que provee a Ucrania de armas, drones, vehículos y una potente cobertura desde los satélites.
A la distancia, pero en el mismo ajetreo sobre el nuevo reparto del mundo, se reúnen los gobiernos títeres de los países europeos para aplaudir la injerencia de Trump, y nuevamente para ofrecer miles de toneladas de armas a Ucrania.
No es solamente que la ultraderecha mundial está destrozando la paz mundial, es también la audacia y el desparpajo de líderes como Trump y Netanyahu, Bukele y Bolsonaro, que no encuentran límites a sus criminales payasadas internacionales. Son también las enormes fábricas de armas, los grandes grupos financieros y bancos, las que atizan la guerra, como se denunciara en el reciente Seminario Internacional sobre los cambios de la Geopolítica Mundial, realizado en Quito.
No se conoce los términos de algún acuerdo entre Trump y Putin, pero Rusia ha redoblado el bombardeo a las ciudades ucranianas, y Trump ha dispuesto que un escuadrón anfibio amenace las costas de Venezuela con el pretexto de perseguir a los narcotraficantes. Hace pocas semanas entró en suelo iraní para echar bombas en los edificios donde se construyen las plantas nucleares. Apoya con cuerpo y alma a los sionistas de Israel con el resultado de miles de muertos. Trump está en plena guerra contra el mundo.
*Doctor en Ciencias Internacionales