La pornomiseria digital

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Por José Díaz


Carlos Mayolo y Luis Ospina en su cortometraje “Agarrando pueblo” de 1978 realizaron una sátira directa a los documentales que explotan la imagen de la miseria latinoamericana para festivales europeos. Ridiculizaron como ciertos realizadores se lucraban y ganaban prestigio internacional a partir de la representación del sufrimiento ajeno en Colombia. Son los primeros en acuñar y criticar el término “Pornomiseria”.

La pornomiseria como un término que conceptualiza la instrumentalización de la pobreza y el sufrimiento del pueblo trabajador con un uso sensacionalista en medios de comunicación, películas, documentales, noticias, campañas de ONG y empresarios e incluso en el arte, con fines estéticos, comerciales o propagandísticos, que muestra el dolor humano —especialmente el de los más pobres— como un espectáculo, sin criticar ni proponer transformar las condiciones estructurales que lo producen. En lugar de visibilizar para generar conciencia crítica, termina explotando la miseria como mercancía simbólica e instrumento de consumo cultural.

Se trata entonces de una forma de una reproducción ideológica de la dominación burguesa, en la que la miseria generada por las propias relaciones sociales capitalistas —es decir, por la explotación estructural del proletariado y los sectores populares— es despolitizada, espectacularizada y comercializada. La pornomiseria es una expresión de la superestructura ideológica que encubre las causas materiales de la miseria. En lugar de denunciar la lógica de acumulación de plusvalía que somete a la mayoría trabajadora a condiciones de precariedad, hambre, exclusión y violencia, estas representaciones convierten el sufrimiento en espectáculo que se monetiza. Así, se neutraliza el potencial revolucionario de la explotación y dolor social, y se evita que el pueblo se reconozca como sujeto histórico colectivo, capaz de transformar la base económica que lo oprime.

La pornomiseria refuerza la alienación, pues presenta los efectos del capitalismo como si fueran “naturales”, “eternos” o “problemas individuales” y forma parte del aparato ideológico de la burguesía, ya que sirve para reforzar una visión asistencialista, caritativa o sentimental de la pobreza, pero nunca estructural. Se muestra el dolor, pero se oculta el sistema que lo produce: el modo de producción capitalista, su crisis cíclica, su necesidad de mantener un ejército industrial de reserva (desempleados) y su tendencia a la acumulación por desposesión.

En la actualidad. la pornomiseria está enraizada en los formatos digitales de YouTube, TikTok, Facebook, Instagram y más, donde abunda la mercantilización del sufrimiento popular, en los que “creadores de contenido” construyen fortunas personales y capital simbólico a costa de representar la pobreza como espectáculo con el youtuber MrBeast, quien ha consolidado un negocio en el que “ayuda” a personas pobres mediante donaciones grabadas y viralizadas. Aunque en apariencia estas acciones pueden parecer altruistas, en el fondo responden a una lógica profundamente capitalista: el sufrimiento del otro como contenido monetizable. Cada video genera millones de vistas que se traducen en millonarios ingresos por publicidad, patrocinios y se amplía su público (suscripciones), consolidando una economía del espectáculo basada en la miseria ajena.

La espectacularización del “salvador” burgués y la glorificación del carisma individual, refuerza la idea de que la pobreza se combate con gestos personales y no con transformaciones estructurales. Así, no solo se invisibilizan las causas sistémicas de la desigualdad, sino que se refuerza la ideología meritocrática y caritativa del capitalismo: los pobres necesitan «ayuda», no trabajo digo, ni mucho menos poder político ni organización y lucha con lo que históricamente han conseguido sus derechos y libertades.

Esta lógica se encuentra en auge en un momento de crisis estructural del capital, donde los mecanismos tradicionales de legitimación ya no son suficientes, y es necesario reforzar nuevas formas de hegemonía cultural. La pornomiseria digital se convierte, entonces, en una herramienta útil para reproducir la dominación de clase, mientras se vende como solidaridad y esperanza, donde el proletariado y los sectores populares son presentados como objetos de compasión, pero nunca como sujetos revolucionarios con capacidad de tomar las riendas de sus destinos.

Como denunciaban Mayolo y Ospina en “Agarrando pueblo”, este fenómeno se alimenta del hambre del pueblo, pero lo representa sin dignidad ni capacidad política. Por eso es que tanto “influencer” gringo y criollo piden con desespero que le demos like, nos suscribamos y disfrutemos del espectáculo, esperanzados en que quizás un día, de la nada, nos tocará el premio gordo.

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