La reelección de Noboa

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Por Francisco Escandón Guevara

Daniel Noboa acaba de reelegirse con una ventaja sorpresiva e histórica. Las encuestas previas que pronosticaban una elección reñida fracasaron, el país giró de la incertidumbre política hacia una extraordinaria diferencia de votos que supera el 11% de los sufragios, equivalente a más de un millón doscientas mil voluntades.

El prólogo de la segunda vuelta fue la polarización política que se agravó por la inercia y la saña de una campaña violenta. De un lado y otro, los finalistas privilegiaron las acusaciones sensacionalistas y los fake news, millonariamente pautados en las redes sociales, en reemplazo de las propuestas electorales que fueron invisibilizadas.

El objetivo de esa propaganda gris siempre fue inducir a un voto motivado por emociones, por el miedo y el odio; pese al enorme parecido práctico-concreto de los dos proyectos políticos, los dos candidatos se promovieron como el menos malo para gobernar.

En lo esencial, el triunfo de Noboa no es el resultado del reconocimiento a su gestión, quizás ese es su mayor talón de Aquiles, sino es la consecuencia de una serie de ingredientes, entre los cuales el voto anticorreísta es el principal. Está claro, el techo del correísmo es una fuerza y una debilidad que, por ahora, le permite alzarse como la primera minoría en la Asamblea Nacional, pero es la tercera vez consecutiva que pierden una elección presidencial, a pesar de los apoyos recibidos en las postrimerías de las elecciones.

La denuncia de fraude alertado por Luisa González tiene un alto riesgo político. Con más suposiciones que pruebas contundentes, el correísmo está obligado a demostrar que hay inconsistencias numéricas o quedará moralmente afectado por su disminución significativa que sólo le permitió conservar sus preferencias en cinco de veinticuatro provincias.

Noboa fue reelecto, para su nuevo mandato no requerirá de transiciones y tampoco tendrá pretextos; está obligado a resolver las exigencias que tiene el pueblo, sin margen de culpar a su antecesor, a otro, de los problemas o vicios de la administración pública.

En los próximos cuatro años, Noboa buscará profundizar el proyecto neoliberal y militarista, incluso es probable que convoque una Constituyente para legitimar esos intereses.  Ese escenario será el próximo espacio de disputa entre las élites y el pueblo: la agitación social, la lucha de clases, continuarán.

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