Por Jaime Chuchuca Serrano
El poder estatal siempre ha aprovechado los distractores para ocultar sus objetivos. Una gambeta de Lasso, es la que oculta los reales objetivos de la Consulta Popular: la dirección del poder a través de varios anexos que permiten al ejecutivo decidir políticas institucionales, ambientales, mineras, criminales a través de resoluciones ministeriales. Esta ha sido la forma que ha encontrado el régimen para evadir la lucha política dentro del parlamento.
Lasso también ha aprovechado su alianza en el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS) para enfrentarse con la Asamblea Nacional. Así como la Asamblea destituyó a cuatro consejeros del CPCCS, un juez intercedió a su favor restituyéndolos. En medio de este entramado, se disputa la designación del Contralor General del Estado, el Defensor Público, el Superintendente de Bancos y otros.
Además de las conexiones comerciales y financieras que envuelven el viaje de Lasso a EEUU, hay otro objetivo: el anuncio de su reelección. Como si EEUU determinara en última instancia quien puede ser elegido para presidente en Ecuador, Lasso dice que estando en Washington se siente “tentado” a la reelección, y argumenta: “es casi una obligación inevitable”. El significado simbólico que traduce su avisó en EEUU, habla mucho de la oligarquía ecuatoriana: su reverencia a EEUU y la conexión con el resto de las familias poderosas de Ecuador.
Mientras tanto en Ecuador, a la crisis política se unen otros problemas sociales: desempleo, sequía; se anuncian cortes de energía eléctrica; los hospitales y el IESS no cumplen con la atención de salud; y tampoco se paga la deuda social. Aunque en su viaje Lasso se ha comprometido con EEUU en la lucha contra el narcotráfico, en Ecuador la justicia hace lo posible por liberar a los cabecillas del narcotráfico.
El anuncio de Lasso por la reelección, se opone directamente a su escasa aprobación popular; recuérdese que, en junio de este año, a la Asamblea Nacional le faltaron escasos votos para su destitución; se opone, asimismo, a los acontecimientos políticos regionales, en Perú se han tenido 6 presidentes en 5 años; y en Ecuador, no muy lejos, en los años noventa, 9 presidentes en 10 años.