Los de abajo

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Por Pavel Saltos Pico

Hace 69 años, falleció el galeno y escritor mexicano Mariano Azuela, fue médico del ejército de Pancho Villa protagonista de la revolución mexicana del siglo pasado. En su novela Los de abajo, remarcó la lucha de clases, la confrontación de poderes de aquella época, las batallas encarnizadas entre rebeldes y federales. Décadas después, aunque la revolución proporcionó importantes cambios, la esencia de los problemas en nuestra Latinoamérica continúa o sean agravado.

Tal vez porque los verdaderos cambios vinieron desde arriba y no desde abajo. En Ecuador expectamos constantemente como varias de las políticas públicas siguen determinadas por la inspiración de un minúsculo grupo de iluminados que tienen las más pomposas ideas, pero que se alejan de lo que realmente desea la población ecuatoriana. En el área de salud, por ejemplo, se pavonean cuando aumentan las coberturas de atenciones de salud, sin embargo, dejan en segundo plano la verdadera esencia de una atención médica que es la calidad y la calidez. Elaboran sistemas de agendamientos de citas utilizando pomposas herramientas modernas de telefonía, a pesar de que la población requiere un acercamiento menos complicado y más amigable hacia las unidades de salud. 

En educación, se inventaron las escuelas del “milenium” sin considerar que en las zonas rurales la gente aprende mejor en su propio terreno, y que es necesario llevar la escuela al campo y no al revés. Se desea impulsar programas de industrialización de la materia prima, pero el campesino ni siquiera tiene agua para cultivar sus productos. Modernizan los centros comerciales y turísticos de las ciudades (que no están mal), sin embargo existen barrios suburbanos que no tienen agua potable, ni alcantarillado. Construyeron y remodelaron modernas cárceles, pero la población camina timorata en las calles por miedo a malhechores que delinquen, son apresados por la policía  y salen al siguiente día a seguir atemorizando a los ciudadanos.  

El resultado de esta apología a la insensatez es que los manjares de esta soslayada libertad la saborean los de arriba, será quizás porque los de abajo con su perpetua apatía dejan el camino libre para que los de arriba hagan de las suyas, trafiquen y degraden la participación ciudadana que tan bien le haría a una sociedad democrática.

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