Por: Sandra Peñaherrera
El pasado 23 de julio de este año, en los exteriores de la Asamblea Nacional, hombres y mujeres se concentraron para instalar varias carpas que se convertirían desde ese momento en el albergue de alrededor de veinte y cinco personas declarados en huelga de hambre, me refiero a los Maestros Jubilados que en una acción de la más elevada conciencia, nos demuestran que están hechos de valor, altivez y dignidad; a pesar de su avanzada edad y en muchos casos con graves padecimientos en su salud, están formados de un roble invencible, de compromiso y convicción con su Pueblo, son maestros que a lo largo de sus labores, educaron a miles de niños, niñas y adolescentes, maestros que entregaron valiosos años de su vida al desarrollo de la educación y a la transformación de la Patria.
Ellos representan la indignación y la lucha constante de más de veinte y dos mil maestros jubilados que desde el año 2008 se encuentran impagos de sus incentivos jubilares por parte del Gobierno Nacional, les han negado su legítimo derecho de acceder a los rubros de su jubilación, se cansaron de esperar, se agotó su paciencia de implorar, cual si fuesen mendigos que buscan limosnas por los rincones, asimismo rinden homenaje a sus compañeros jubilados que murieron sin antes cumplir su anhelo de cobrar su incentivo.
Exigen el cumplimiento efectivo de su derecho universal a la vida, a una vida digna, a la satisfacción de sus derechos económicos, sociales y culturales que son indispensables, el derecho a la seguridad social y en especial a gozar de una jubilación que le permita su subsistencia, demandan del Presidente Lenin Moreno cumpla con su palabra, en cuanto a la asignación de los recursos que para el efecto se necesitan; 350 millones de dólares iniciales, más 102 millones de dólares añadidos posteriormente y que a decir de los maestros jubilados deben ser cancelados en efectivo.
Han cumplido ocho días de huelga de hambre, su salud se resquebraja cada día, junto a la presencia y respaldo de varias organizaciones sociales, organizaciones políticas y demás instituciones, gritan consignas y exhiben carteles que expresan: “Soy Un Maestro Jubilado en Huelga de Hambre” “Exigimos al Gobierno el pago del incentivo jubilar de inmediato y en efectivo” “Lenin Moreno Cumple con tu Palabra” “No al pago en bonos” y muchos más; han levantado la indignación y solidaridad nacional e internacional.
Nos planteamos la siguiente pregunta:
¿Cómo puede el gobierno ser tan indolente frente a una lucha justa de Maestros que con esfuerzo, sacrificio y abnegación han contribuido al desarrollo del país?
Solo quienes conocemos la realidad en la que los maestros han cumplido su labor docente, podemos certificar las condiciones adversas, llenas de vicisitudes que debieron enfrentar en su proceso.
A mi mente vienen memorias desde que tengo conciencia; de mi Padre, hoy Maestro Jubilado y además impago de su incentivo jubilar; que día a día, cumplía su compromiso y vocación con aquellos pequeños, recuerdo sus conversaciones en las que nos comentaba a sus tres hijos, en la actualidad también maestros; sus grandes travesías, su recorrido por largas distancias en comunidades lejanas, sin vialidad, sin trasporte, transitaba por caminos deteriorados por la lluvia, pocas veces los padres de familia le proporcionaban caballos o burros para su traslado; sin embargo, venciendo todas esas adversidades llegaba hacia su sitio de trabajo: una pequeña chocita convertida en escuela y en un pequeño rincón la simulación de una habitación con un reverbero de querosén en donde cocinaba sus alimentos; así dictaba clases a niños y niñas de distintas edades, pues al inicio fue maestro en escuelas unidocentes, en comunidades pobres que carecían de servicios básicos, sin luz, sin agua potable, sin alcantarillado, sin infraestructura escolar, sin equipamiento, se trasladaba los domingos y retornaba los viernes, sintiendo la soledad, la ausencia familiar que la reemplazaba con el cariño de los comuneros.
Luego de varios años, en la “cercanía” pero en escuelas con igual carencias; recuerdo sus madrugadas, para movilizarse en los cajones de camionetas de transporte comunitario y junto a demás maestros, habitantes, animales, tanques de gas, saquillos de raciones; entre otras cosas, se movilizaba hacia su sitio de destino, trabajando por más de 30 años en similares condiciones.
Recuerdo además su acción comprometida, como Maestro Unionista, su participación en Asambleas en donde se analizaba la situación educativa y se planteaban propuestas para mejorar la educación y transformar las precarias condiciones de los maestros, condiciones que por cierto se agravaban, cuando los distintos gobiernos de turno incumplían los pagos de sus sueldos, eran varios meses sin cobrar; aun así, trabajaba con la responsabilidad de siempre; buscando trabajos a medio tiempo, en la tarde ya sea de chofer de taxi, pintando artesanías de barro, haciendo otras obras, para que nunca nos falte alimento; a pesar de todo esto, jamás en mi vida he visto a una persona tan comprometida con su labor; sin duda alguna, así es el compromiso de los maestros.
Estoy convencida de que la realidad de mi Padre, fue y es la realidad reflejada en todos los Maestros del Ecuador, como formadores de seres humanos y como transformadores de vidas, jamás se podrá desconocer el hecho de que todas y todos hemos sido formados y transformados por maestros.
Es ahora, el momento oportuno para reconocer y seguir su ejemplo, debemos unirnos y organizarnos para respaldar esta lucha justa, que se convierte en la lucha por la defensa de la vida y la dignidad de las y los ecuatorianos.