Marco Terán: mensajero del color

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De las sombras a la luz…

Por Patricio Jácome

Para acercarse a la obra plástica de Marco Terán es preciso remontarse al génesis de su espíritu, atormentado, creativo e inquieto.

La década de los 80´s sin duda fue una etapa clave para entrelazar las influencias del arte global y latinoamericano. En ese contexto histórico, y con la agitada rebeldía de su juventud –un tanto ensombrecida por soledades y desconsuelos– abraza la influencia artística del momento, que le sumerge en el fondo de su conciencia dolorida para encontrar un vasto universo de colores y formas. Experiencia emocional, que le abre paso de las sombras a la luzy que en adelante le dará rienda suelta al debate y búsquedas de su identidad. Allí; al otro lado de sus reflexiones más profundas, entra, como en una suerte de epifanía, en contacto con el arte.

Desde entonces un flujo incesante de imágenes fantásticas empezaron a engendrarse como un juego de colores caleidoscópicos sobre su propuesta estética.

El vuelo artístico de su iniciación se dio a conocer en aquellos cielos de los años 85, con una exposición colectiva denominada “CHIGUACOS”. Donde su muestra artística tuvo un impacto desconcertante en el espectador, gracias al juego de la luz y el color, arbitrariamente estallante. Aquí empieza su búsqueda narrativa, explorando la identidad y la cultura andina, que lo trae hasta la actualidad con una amplia trayectoria de exposiciones a nivel nacional e internacional.

En cierta ocasión Marco Terán fue elegido entre cuatro ecuatorianos para ser parte del libro de Arte en homenaje a Enrique Grau -destacado pintor colombiano- donde el curador de la obra, José Cirilo Henao Jaramillo, se refiere de esta manera sobre la propuesta estética de nuestro insigne artista: “Su composición es original y auténtica, son como espejos del alma que hacen de este artista ecuatoriano un creador de mundos fantásticos”.

Su peregrinaje creativo tiene una fuerte dosis de apostolado, de convencimiento absoluto en su fe artística, sin duda, es esa fe la que lo salva de las oscuras tinieblas en que tantas veces la vida se le ha presentado de frente y de costado, quizá hasta a dormido con ella; pero nada más para poseerla como fondo del lienzo donde eleva su técnica de policromías. Es decir, este artista elogia las sombras de su vida con coloridos destellos de luz y formas, no admite en absoluto la oscuridad del color negro; sino, tan solo para plasmar compulsivamente sobre él, como un mecanismo de defensa, su alegre partitura de colores. Así lo podemos apreciar en su obra individual llamada Trópicos1992, iniciando su visión de acercamiento al mundo, amazónico, aymara y quechua.

Aquí el espectador puede respirar,  en medio de la tumultuosa realidad, porque hay aire rosado, vientos huracanados, montañas del color de nuestra bandera, cielos cárdenos, tierra inusitada de óxido de hierro, plantas sagradas, animales de poder, como el mítico jaguar que nos mira acechante desde sus ojos pardos esperando un ligero descuido de los sentidos para dar el salto mortal, o también vemos las aves migratorias, como el chiguaco atornasolado, en una sinfonía de movimiento, sobre la copa de los cerros en una  danza  de  la luz y color. Mirar esta obra es abrir la ventana al santuario de la selva amazónica, y de cierta forma, a su mundo mental y espiritual. Es como un viaje al espacio y al tiempo de su narrativa estética de construcciones simbólicas que estallan en laberintos de color sobre la memoria ancestral de los pueblos primigenios. Su paleta es una vara mágica que sustrae el dolor de la vida al vuelo de emociones cósmicas y sensoriales.  Como lo define en su tiempo de “Trance”, el reconocido director de danza artística, Paco Salvador:

Marco Terán, “En su narrativa plástica de pintor autodidacta, como escribano propone desbordamientos de ardor, ruido, o serenidad en una latitud ecuatorial hermética, mágica. Sus composiciones heterogéneas son extremadamente combustibles, fieles al tiempo que vivimos, brinda una visión sensual, brutal, minuciosa y hasta obscena, donde vida y muerte se deciden en un instante”.

Y ya, más cerca del sol creativo del artista, a sus 40 años de apostolado artístico, en el perihelio de su vida, el tiempo cosmogónico que se abre hacia un cielo esmaltado de ilusiones, es como la infinita emoción de un beso imaginario de los amantes en tiempos sombríos. Mito de santuarios y relicarios de batallas mentales de una insaciable búsqueda de identidad en una poderosa creación cromática, como respuesta al mosaico simbólico de prosaicas culturas que rebasan en lo ancestral.

Rostros policromados en una suerte de metáfora emocional y texturas que conducen a la exploración de los gestos como un acercamiento a priori de las expresiones humanas, que se manifiestan en forma de lenguaje no verbal y que es capturado por el ojo observador y el espíritu inquieto de un ser que cuestiona desde la disidencia la simbiosis del adoctrinamiento cultural, como el desfigurado paisaje de historias que subyacen en los neo cánones de insólitas sociedades marcadas por el fuego fatuo de la irreverencia y la catarsis de un Kamikaze que asume a costa de todo, incluso de lo más sagrado, el llamado de su esencia.

Fiel espíritu creativo, despliega mil y una batallas espirituales dentro de un mundo que pide más de sí mismo. Arte que se eleva al goce estético de los primeros y últimos símbolos de la piedra que llora y canta al filo de la lluvia y de las tempestades ultraterrenas, fuerza insólita del cometa que viaja en un enorme latido, vínculo sagrado con el misticismo de los Apus y de los seres de poder que habitan en sus huacas solares, trazos que desarman el vuelo de lo efímero, mundo que emerge de la oscuridad con destellantes aleteos de guacamayo. Hijo del equinoccio y del arcoíris, el destino de su arte es un vuelo libre, una planta chamánika en los mares de su transformación. , la Tabualeca iedra germinal ntaagradaga revelador al  la oscuridad con destellantes aleteos de liberaci a costa de todo isaje

Como dice Marco Terán,  mensajero del color: “Mi pintura interpreta el viaje astral de la medicina sagrada”. Quizá en ese viaje de interpretaciones no verificables, pero si, sensoriales, los espectadores de su obra, podamos evidenciar una catarsis emocional que se nos refleje desde los conocimientos más ocultos y pretéritos, aquel lenguaje espiritual, en donde la utilidad del arte, nos llegue como aquel estallido de color que el maestro pinta, sobre el negro, para burlar las penas.

Atuntaqui, 20 de septiembre 2025.
 

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