Por José Díaz
En una entrevista guionizada, Javier Milei abordó la polémica criptoestafa de $Libra, una moneda digital lanzada el 14 de febrero por Keep Network en el paraíso fiscal de Panamá, no pidió disculpas y hechó la culpa a quienes confiaron en él. Milei fue el eje del fraude: la criptomoneda se publicó y, tan solo tres minutos después, él twitteó y fijó el mensaje en su perfil, impulsando a miles a confiar en un token diseñado para favorecer a sus creadores. Minutos después de retuitear a un economista local, el valor de $Libra se duplicaba y luego se desplomaba, evidenciando la mecánica de un fraude coordinado.
El caso alcanzó cifras alarmantes: la capitalización llegó a 4.560 millones de dólares, pero apenas cinco inversores con información privilegiada retiraron 107 millones de golpe, provocando un desplome del 94% y dejando a más de 5.000 personas con pérdidas millonarias. Tras el colapso, Milei eliminó su publicación y culpó a la oposición, negando cualquier responsabilidad, pese a que su influencia como presidente generó una confianza irreflexiva en la inversión.
Este episodio no es aislado. Famosos como Kanye West denunciaron tácticas similares; el rapero reveló que hace pocos días le ofrecieron 750 mil dólares para publicar un mensaje similar al de Milei, con la consigna de simular un hackeo, y si además fijaba el tuit cuatro horas, recibiría 1,2 millones de dólares adicionales. En 2021, cuando era diputado, Milei promovió otro token fraudulento, luego admitió que se trató de una promoción pagada.
El fenómeno revela un liberalismo hipócrita que, en nombre de la “libertad de mercado”, fomenta la especulación y el abuso contra el pueblo. El discurso de Milei, que se jacta de transparencia y “dar la cara”, contrasta con un sistema que beneficia a un puñado de burgueses, mientras expone a la gente común a riesgos desproporcionados.
Ante este panorama, se han iniciado movimientos hacia un juicio político y demandas de que Milei responda ante la justicia ordinaria. Sin embargo, al igual que su pésima gestión, que ha deteriorado las condiciones de vida de la mayoría de argentinos, esta fechoría podría quedar impune si no se amplifica la denuncia y condena internacional.
Llamamos a no confiar ciegamente en promesas de dinero fácil. La educación financiera y la exigencia de regulaciones son esenciales para prevenir futuras criptoestafas, donde el único perdedor siempre es el pueblo y las ganancias son siempre para un puñado de capitalistas.