Por: Manuel Salazar
La unidad es un espacio y momento, grandes o pequeños, en el que confluyen coincidencias, criterios y voluntades en busca de un objetivo. Ahí se llega afirmando en lo que se coincide; haciendo concesiones, renunciando a parte de los intereses e ideas propios, todo en favor de un acuerdo que ponga a sus participantes en mejores condiciones de alcanzar un objetivo común, o avanzar hacia el mismo.
La unidad es una síntesis de coincidencias y concesiones entre partes que se unen en busca de un propósito. En unidad, se da y se recibe, y las partes quedan en conformidad, y así, en la voluntad de trabajar con resolución para alcanzar los objetivos comunes propuestos.
No existe verdadera unidad sin coincidencias esenciales, y sin que las partes recorten algo de lo propio en favor del conjunto.
Estos criterios han atravesado las experiencias revolucionarias más trascendentes y los procesos de avances democráticos; desde la parte- historia revolución de octubre de 1917, liderada por Lenin; la gloriosa de Cuba, encabezada por el comandante Fidel Castro desde los años de 1950 en adelante: e incluyendo los pronunciados cambios hacia delante de la llamada ola progresista que ha tenido lugar en Venezuela, Bolivia, más reciente en Colombia, y en otros países de América Latina en los últimos 20 años. Y es así, se miren esos procesos a través de conceptos teóricos de análisis; o se haga con la política «de oído», como es lo dominante en la República Dominicana.
Los hechos son los hechos sobre la cuestión de la unidad política. Estos son tan frecuentes y constantes en una esencia, que convierten en ley que esta es, una suma de coincidencias y concesiones mutuas entre las partes.