En su bicentenario de emancipación
*Por Gustavo Báez Tobar
Nuestra muy amada Guayaquil cumple este 9 de Octubre 200 años de independencia, y es deber de todos los ecuatorianos sumarnos al regocijo de este magno acontecimiento histórico que nos ha tocado vivir, aunque asolados por esta inesperada pandemia que ha transformado nuestra habitual cotidianidad. Por esta razón creo que la celebración de esta efemérides no tendrá el esplendor que esperábamos, pero a no dudarlo se mantendrá la profunda significación que tiene no solo para los guayaquileños sino para todos los ecuatorianos, puesto que es un hecho patriótico que influyó poderosamente para despertar la fuerza independentista en todo el Ecuador, que culminara heroicamente en las faldas de Pichincha el 24 de Mayo de 1822.
El dato histórico
El escritor Ermel Aguirre González, puntualiza: “Felices circunstancias contribuyeron acelerar el movimiento revolucionario el 9 de Octubre de 1820, como: la campaña del Almirante Illinwhord, comandante del buque “Rosa de los Andes” que derrotó a la fragata española “Piedad” en el golfo de Guayaquil; la del crucero del Lord Conchrane en contra de las fuerzas navales españolas en las costas del Pacífico y la llegada oportuna de los tres oficiales del Batallón “Numancia”, de paso a su patria Venezuela: el Mayor Miguel Letamendi, los Capitanes: León de Febres Cordero y Luis Urdaneta”.
En ese entonces Guayaquil era un estratégico lugar por su astillero, sus atracaderos, y el movimiento socio comercial que facilitaba el desarrollo económico de toda la zona.
“La fragua de vulcano”
Así, con este nombre mitológico lo bautizaron a un salón contiguo al sitio donde los complotados se reunieron para organizar la gran gesta libertadora; el mentalizador fue el General José de Villamil oriundo de Lousiana (Nueva Orleans) estaba casado con la dama guayaquileña Ana Garaicoa, tía de Abdón Calderón, que junto a Antonio Antepara organizaron una fiesta que culminó con la toma de cuarteles y el sometimiento de las autoridades españolas, efectuándose así la gran Revolución Octubrina, sin derramamiento de sangre.
El gobierno constituido por José Joaquín Olmedo, en calidad de Jefe Político. La Junta de Gobierno quedó integrada por el General Gregorio Escobedo, como presidente y jefe militar, y con los señores Vicente Espantoso, Coronel Rafael María Jimena y el Dr. Luis Fernando Vivero, como Secretario. Según nos recuerda el referido maestro Aguirre González.
La hermosa Perla del Pacífico
¿Quién no ha admirado la atractiva urbe? Creo que no hay ecuatoriano que no haya visitado al menos una vez la preciosa joya nacional; que haya admirado sus calles y avenidas, sus plazas y parques primorosamente adornados. Temprano aprendí a quererla y admirarla como ciudad abierta al turismo y el comercio, a su gente de espíritu emprendedor, mente altiva; siempre directos, francos… valientes. Hoy, adornada con soberbios atractivos y diversiones, para propios y extraños. Se ha convertido en joyel de la Patria, cantada por músicos y poetas. Engrandecida por el talento de sus hijos.
Más que todo, Guayaquil es conocida como cuna de las libertades, ciudad libérrima y fecunda. Depositaria de nuestros sueños y esperanzas. En Vulcano ha encendido la tea de la luz y rebeldía. Históricamente, la puerta de entrada del progreso, por ser el puerto más próspero y estratégico del Pacífico. Por todo eso… es un ícono de la Patria.
En el Colegio, los maestros, a través de la poesía nos regalaban estrofas que calaban muy hondo en el alma. Nunca olvido aquellas magistrales décimas del poeta dauleño, el Padre Juan Bautista Aguirre, que describe desde hace más de un centenario a Guayaquil de aquella época: (para recordarlo, baste la primera estrofa)
Décimas a Guayaquil
Guayaquil, ciudad hermosa,
de la América guirnalda
de la tierra bella esmeralda
y del mar perla preciosa,
cuya costa poderosa
abriga tesoro tanto,
que con suavísimo encanto
entre nácares divisa
congelado en gracias y risa
lo que el alba vierte en llanto.
¡Las batallas que tenemos que vencer!
Parecería que los ecuatorianos nos conformamos, a veces, con las luchas que emprendieron nuestros antepasados, y que las batallas dadas con denodado esfuerzo en el campo de batalla son suficientes. Que la sangre derramada por nuestros héroes han lavado también las opresiones de todos los tiempos. Empero, debemos asumir que la verdadera libertad es algo que tenemos que alcanzar en todas las etapas de la historia. En la lucha de todos los días.
Las grandes celebraciones de la Patria son oportunidades para reflexionar sobre nuestro presente y nuestro futuro. Nuevos retos tenemos que enfrentar y vencer, si queremos que los hijos de nuestros hijos tengan algún remanso de paz para clarificar sus sueños, para mirar con fe y optimismo los nuevos horizontes. Pero para ello tendríamos que librar muchas combates, y nosotros, cada uno de los ecuatorianos tenemos que convertirnos en permanentes soldados, empuñando las armas del trabajo, la razón, la verdad, la justicia…la dignidad.
¡Que cuáles son esos retos! La mayoría del pueblo ecuatoriano lo sabe, y no es el propósito analizarlos, al menos en estas líneas.
Cabe eso sí, recalcar en mi cometido de saludar a la ínclita Guayaquil en esta gloriosa fecha. Desde este generoso espacio del Periódico Opción, quiero auxiliarme en los versos de un apasionado poeta atuntaqueño, GONZALO AGUINAGA ZUMÁRRAGA (1930 – 2014) bardo que llevaba la Patria en lo más hondo de su palpitante entraña, por eso cantaba a sus provincias y a sus pueblos, a sus artistas; por ello quiero entregar este poema, quizá desconocido, para celebrar desde Imbabura a nuestro Puerto Principal. El poema se intitula:
G u a y a s
Es la desembocadura
del Ecuador el gran río
Guayas. Provincia-navío,
música hecha pintura.
Guayaquil, azul señora,
claveles blancos delante.
El Guayas, río que baña
las orillas de la Historia,
surca en sus olas la gloria,
crece, en poemas, la caña.
En el Guayas flota el cielo
que resbala desde Santa Ana,
tierra espléndida y sincera.
En el cerro de Santa
Ana, el Pacífico canta,
ruge la Chocolatera.
En Guayaquil se descargan
las estrellas, de los barcos;
esta ciudad es navío,
lleva epopeyas a proa.
El corazón es canoa
que lleva el alma del río,
las estrellas ya maduras,
cuelgan de las palmeras.
Guayaquil, puerto bendito,
Alzan los ceibos los brazos,
saludan a los ocasos
y auroras de Naranjito.
Guayaquil va por el puerto
de la vía láctea…a la gloria.
Guayaquil, dulce señora,
el cielo y mar frente a frente;
en luna van, a popa,
varios luceros ocultos;
el puente, hierro y cemento,
cabalga sobre el gran río,
parece un largo navío
que transporta el sentimiento.
En Guayaquil queda anclada
la música en los párpados.
Guayaquil, azul señora,
claveles blancos delante:
Es por el puente colgante
de la vía láctea…a la gloria.
¡Loor y gloria a la espléndida…a la LIBÉRRIMA GUAYAQUIL!
*Miembro del Centro Cultural “Antonio Ante”
Nota: Foto principal se denomina “La Perla del Pacífico”.- Oleo en lienzo del artista plástico Oliverio Corrales. Miembro del Centro Cultural “Antonio Ante”.