Por Mariano Santos N.
«¡Levántome después del Tercer Siglo, de entre los Muertos»!.
Con el asalto que hicieron la policía y los militares a la Casa de la Cultura, para expulsar a los “vándalos” protestantes el pasado viernes 24 de junio, el gobierno y su coro de grandes medios corruptos, daban por sentado que el Paro nacional terminaba. Cuan equivocados estaban.
La producción minera del Ecuador está paralizada. Es lo que ocurre con las 2 principales explotaciones mineras, Fruta del Norte, en la provincia de Zamora, que extrae oro principalmente y Mirador, en Morona Santiago, que extrae prioritariamente cobre. El aeropuerto de Macas, que sirve como base de operaciones para las mineras, está tomado por comunidades Shuar y algunos campamentos de otras mineras que realizan exploración en la cordillera del Cóndor, como es el caso de Warintza fue incendiado por las mismas comunidades.
Es poco lo que pierde el País, pues mientras las mineras se llevan arriba del 80% de las utilidades, el restante, las sobras le quedan al Ecuador, lo cual es contrario a la propia Constitución, que en su art. 408 dispone Estado debe retenerse al menos el 50% de los ingresos.
Por otro lado, el petróleo, que se extrae en las otras 4 provincias amazónicas, Orellana, Sucumbíos, Napo y Pastaza está en gravísimos problemas. Este 26 de junio, en un boletín de prensa, El Ministerio de Energía indica que están cerrados 1.176 pozos, de un total de alrededor de 2.200 que estaban operativos antes del paro: 996 de la empresa estatal y 180 de manejo de las empresas privadas, como fruto de la acción de diferentes comunidades de indígenas y mestizos(colonos) amazónicos.
De una producción nacional promedio de 500.000 barriles diarios, la misma se habría reducido a menos de la mitad, con tendencia a la baja. «en 48 horas se suspendería la producción petrolera del país”, resalta el ministerio., aunque otros hablan que en una semana podría llegar a cero, sí, a cero.
El oleoducto transecuatoriano (SOTE) ha dejado de bombear crudo entre la Amazonia y Balao (Esmeraldas); el otro oleoducto(privado), el OCP, puede seguir el mismo camino en los próximos días. Aparentemente, el conflicto, el paro, se ha trasladado hacia la Amazonia, pero eso no es real, lo que sucede es que la prensa corrupta no le prestó atención, en acciones que comenzaron el mismo 13 de junio.
Todo esto, en el marco del Paro Nacional, por eso decimos, lo reiteramos, el paro es nacional, es un paro indígena popular, en donde existe un protagonismo de las masas, que, como producto de la violenta represión, ya deja un saldo de no menos de 6 fallecidos, casi un centenar de heridos, más de un centenar de detenidos.
Paradójicamente, las 6 provincias amazónicas, de donde se extrae oro, petróleo, cobre, gas, etc., tienen los índices de pobreza más altos del Ecuador, dicho de otra manera, de sus tierras, de su subsuelo, de sus profundas entrañas, se extraen las grandes riquezas naturales, pero las mismas van a otro lado, a pocas manos, a engordar las cuentas y chequera de extranjeros y sus transnacionales, a los oligarcas del Ecuador, mientras la gran mayoría de su población se debaten en la pobreza, en la miseria. De paso, sus tierras, ríos, esteros, pantanos, el propio aire que respiran, están contaminados. Por eso, los muertos, la muerte en sus comunidades, es algo «natural».
El responsable principal de los graves acontecimientos que se vienen dando en nuestro país es evidentemente Guillermo Lasso, quien ya tiene sus manos, su cara, manchadas de sangre.
Al remontarnos en el tiempo, vale traer a la memoria uno de los acontecimientos históricos más emblemáticos que debemos estudiarlo con intensidad, pues del análisis reflexivo de la historia podemos aprender muchas cosas, de los explotados y de sus explotadores.
Hablamos del año 1599, según nos relata el padre Juan de Velasco, en su libro Historia del Ecuador, “la rebelión de los jíbaros”, en plena época colonial[1]. Por esos años, 3 ciudades se habían desarrollado y crecido en forma vertiginosa en las estribaciones andinas, en las puertas de entrada a la región amazónica, al ¡DORADO! Eran los denominados Asientos Mineros de Sevilla de Oro, Logroño y Huamboya. Poblaciones con el mismo nombre existen hoy en día en las provincias de Azuay (Sevilla de Oro) y Morona Santiago, pero, como veremos luego, no corresponden a las antiguas poblaciones de este relato.
Estos 3 poblados se desarrollaron precisamente por el oro, que en grandes cantidades se extraía de minas ubicadas en sus alrededores. El trabajar en las minas de la época, significaba no solamente en el ex Reino de Quito sino en todo el subcontinente, el acercarse a la muerte; era el camino rápido para ir al más allá. La muerte, se hacía presente en forma rutinaria, como producto de los numerosos accidentes en las minas, o bien por enfermedades generadas por un trabajo esclavizante.
El indio que laboraba en las minas no era considerado un ser humano, tal vez ni siquiera un animal.
Su trabajo se iniciaba muy temprano en la mañana y terminaba muy entrada la noche, período en el cual casi no tenía descanso; su alimentación era de lo peor y la rutina, salvo en casos excepcionales, significaba el descanso del domingo.
Rodrigo de Loaiza, escribe: “Los indios que van a trabajar a estas minas entran en esos pozos infernales por unas sogas de cuero como escalas, y todo el lunes se les va en esto, y meten algunas talegas de maíz tostado para su sustento y, entrados dentro, están toda la semana allí dentro sin salir (…) con gran riesgo, porque una piedra muy pequeña que caiga, descalabra y mata a los que acierta, así acontece entrar el lunes veinte indios sanos y salir el sábado la mitad de ellos lisiados”.
Además, como en el interior de la mina reinaba un calor sofocante, un elevado número de los que habían salido ilesos, moría de pulmonía o neumonía al salir de pronto al gélido clima de las estribaciones de la cordillera oriental.
La hoja de coca utilizada ancestralmente, sobre todo para las duras faenas agrícolas o, para las largas caminatas se convirtió pronto en la droga. Los españoles la utilizaron para que los indios que laboraban en las minas trabajaran más y más.
Entonces, llegó el día en que los indios dijeron ¡BASTA! Las poblaciones afectadas tomaron conciencia de su situación y decidieron ¡ORGANIZARSE! Y ¡LUCHAR!, Para ¡defender la vida!
Pasa la voz, ¡No más muerte! ¡No más explotación! ¡No más verdugos!
No tenían otra alternativa: El “diálogo”, ayer igual como ahora, no existía.
Era liberarse o morir.
Es que no solamente que los Indianos tenían la razón, sino que ellos eran la inmensa mayoría, pero vivían en la miseria, en la esclavitud y, la minoría, los españoles, se robaban todo y daban el peor de los tratos a los nativos.
La insurrección.
Una sola salida: la insurrección armada, violenta, caló hondo en las comunidades; se habían dado cuenta que la violencia generada por sus opresores no la podían combatir y extirpar sino con otra violencia, pero la violencia organizada, insurreccional, la violencia revolucionaria. Se fijó un día, una hora y 20.000 insurgentes sitiaron Logroño a la medianoche, sin contar los que fueron a Huamboya y Sevilla. En Logroño y Huamboya, las cosas funcionaron como un reloj, no así en Sevilla.
Sitiada la ciudad por fuera, entraron al unísono a todas las casas; encendieron teas de copal (petróleo-asfalto, que utilizaban para alumbrarse) y, uno a uno, fueron sacando y ajusticiando a los españoles. Eliminaron físicamente a todos los explotadores, imagínate estimado lector, cuánto de odio quien sabe qué otros sentimientos, cabía en estos pobladores, que veían en esta acción como la única que los podía liberar.
Juan de Velasco narra que dejaron para el último al Gobernador: “A éste, ya cerca del amanecer, lo desnudaron y amarraron en una silla y le abrieron la boca con un hueso, luego comenzaron a darle en la boca, de poco en poco PEPITAS DE ORO, aquel noble metal que era el símbolo de la Gran Vida, de la opulencia, pero en contraste, era también sinónimo de la muerte, increpándole, durante esta dramática acción, lo de la codicia: ¿quieres más?, ¿quieres más oro?, ¿será suficiente?” Fue el último español en morir en Logroño, pero fue el inicio de la libertad de los Jíbaros, quienes, una vez terminado este importantísimo acto simbólico, prendieron fuego a la ciudad, desaparecieron todo lo que significaba la explotación y la muerte y, en grandes masas humanas, se posisionaron en toda la región circundante, liberándola totalmente de los españoles.
Sevilla de Oro, al igual que Logroño y Huamboya fueron también destruidas, incendiadas en su totalidad. Entonces, como decíamos en líneas precedentes, las poblaciones de hoy con los mismos nombres no corresponden a las de ayer, pues las mismas fueron desaparecidas.
Por eso, vale traer también a la memoria a César Dávila Andrade, quien en su «Boletín y elegía de las mitas», escribía:
“A ti, Rodrigo Darcos, dueño de tantas minas,
de tantas vidas de curicamayos.
Tus lavaderos del Río Santa Bárbara.
Minas de Ama Virgen del Rosario en Cañaribamba.
Minas del gran cerro de Malal, junto al río helado.
Minas de Zaruma; minas de Catacocha. ¡Minas!
Gran buscador de riquezas, diablo del oro.
¡Chupador de sangre y lágrimas del indio!
Qué cientos de noches cuidé tus acequias, por leguas
para moler tu oro,
en tu mortero de ocho martillos y tres fuelles.
Oro para ti. Oro para tus mujeres. Oro para tus reyes.
Oro para mi muerte. ¡Oro!
Pero un día volví. ¡Y ahora vuelvo!
Ahora soy Santiago Agag Roque Buestende,
Mateo Camaguara, Esteban Chuquitayupe, pablo Duchinachay,
Gregorio Guartatana, Francisco Nati-Cañar, Bartolomé Dumbay.
Y ahora, toda esta Tierra es mía.
Desde Llangagua hasta Burgay;
Desde Irubí hasta el Buerán;
desde Guaslán, hasta Punsara, pasando por Biblián.
Y es mía para adentro, como mujer en la noche.
Y es mía para arriba, hasta más allá del gavilán.
Vuelvo, álzome!
Levántome después del Tercer Siglo, de entre los Muertos!
Con los muertos, vengo!
La Tumba India se retuerce con todas sus caderas
sus mamas y sus vientres.
La Gran Tumba se enarca y se levanta
después del Tercer Siglo, dentre las lomas y los páramos,
las cumbres, los yungas, los abismos
las minas los azufres, las campaguas.
Regresó desde los cerros, donde moríamos
a la luz del frío.
Desde los ríos, donde moríamos en cuadrillas.
Desde las minas, donde moríamos en rosarios.
Desde la Muerte, donde moríamos en grano.
Regreso
¡Regresamos! ¡Pachacámac!
¡Yo soy Juan Atampam! ¡Yo, tam!
¡Yo soy Marcos Guamán! ¡Yo, tam!
¡Yo soy Roque Jadán! ¡Yo tam!
¡Comaguara, soy. Gualanlema, Quilaquilago, Caxicondor, Pumacuri, Tomayco,
Chupuitaype, Guartatana, Duchinachay, Dumbay, soy ¡Somos! ¡Seremos! ¡Soy!”
Regreso, sí, regresamos, diablo del oro, Guillermo Lasso…
Yo soy Byron Guatatuca, mi espíritu insurrecto me acompaña
para defender a mi pueblo,
mi pueblo de mestizos, de negros, de indios
Yo soy Henri Quezada, vengo por ti satán del dinero,
Tras de mi viene un pueblo rebelde
Yo soy Eduardo Iñiguez, no descansaremos hasta derrotarte, banquero pandora.
A ti Lasso, si a ti, ya no serás el «presidente», pronto serás el Gobernador…
Notas.-
[1]- LA REBELIÓN DE LOS JÍBAROS, Mariano Santos N, periódico Opción, Octubre 12, 2019 |