Por Jaime Chuchuca Serrano
Una de las palabras más usadas en las elecciones de todos los países y también Ecuador es la de “polarización”. En Estados Unidos, Trump vs. Kamala; en Brasil, Bolsonaro vs. Lula; en Argentina, Milei vs. Massa; en Colombia, Petro vs. Hernández; en Ecuador, Noboa vs. Luisa, y así hay variedad de ejemplos. Estos son los rostros visibles de las fuerzas políticas y económicas. La comunicación social, el sector mediático privado y estatal, y las redes sociales, en su mayoría dominadas por las élites, direccionan la conversación política. Si bien la polarización de la lucha clases está de por medio, los poderes también construyen coordenadas para polarizar a los bandos políticos, grupos y organizaciones, discursos, clases, etnias y géneros. Una estructura de adversarios (Mouffe); pero también de amigos y enemigos, como en el fascismo (Schmitt). Los sistemas de comunicación se arman de modo político y económico, y quien no tiene un sistema, simplemente desaparece de la comunicación hegemónica; esto le pasa a derechas y a izquierdas.
En los procesos electorales, aunque también en los fenómenos cotidianos, los medios de comunicación crean discursos, formatos, modas, imágenes de liderazgo; pero también destruyen personas, acaban reputaciones. El boom de las redes sociales ha derribado a veces los cercos mediáticos, pero también han confirmado los mensajes dominantes. En los gobiernos de Moreno, Lasso y Noboa, han estado del mismo lado, el sector mediático tradicional y el estatal (medianamente escindidos en la época de Correa). No obstante, el correísmo ha tenido la habilidad de crear su propio sistema de comunicación, con medios locales y digitales. Aunque hay otros elementos clave, esto también le ha permitido pasar a la segunda vuelta presidencial en las últimas elecciones, y tener una gran bancada de asambleístas.
En el contexto de polarización, es mucho más fácil que la mentira pase por verdad y la verdad por mentira. En el mundo mediático hay también mafias que lucran de los procesos. Se crean bandos de fanáticos que no aceptan pruebas objetivas, sino fakes creadas de modo burdo o con Inteligencia Artificial. El abuso de las campañas negativas o sucias, no son más que otro ángulo del abuso del poder, que pisotea las mentalidades y los derechos ciudadanos. Pero la manipulación informativa deslegitima también al Estado, a los actores políticos, a la democracia, a los medios y a los periodistas. ¿Cuántas verdades son acalladas y cuántas mentiras repetidas todos los días? Por los ritmos electorales recientes, la polarización continuará, por la efervescencia de las fuerzas políticas y sociales, pero también por la formación de los aparatos comunicativos contemporáneos.