Trump, Musk y las criptomonedas

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J. Romero / España

 El capitalismo se ha sobrevivido. Ha llegado a ser el freno más reaccionario del desarrollo humano. Se ha convertido en el poder omnímodo de un puñado de millonarios y multimillonarios, que empujan a los pueblos al matadero, para resolver el problema de a qué grupo de piratas debe ir a parar el botín imperialista, el poder sobre las colonias, las “esferas de influencia financiera”, o los “mandatos de administración”. Lenin. Pravda 25 Julio 1919.

Si se atiende solo a las noticias sin tener en cuenta la perspectiva política y la relación entre ellas, el mundo parece haberse vuelto loco; no se ve ninguna lógica tras los acontecimientos que diariamente asombran a cualquiera que esté atento a las informaciones. En un suspiro en términos históricos, hemos vivido situaciones que antes no hubiéramos creído posibles: la ocupación del Capitolio por los seguidores de Trump se produjo el 6 de enero de 2021 y cuatro años después, este personaje volverá a jurar el cargo de presidente de EEUU, la primera potencia imperialista del mundo. Hoy es común que personajes bufos que se definen a sí mismos como “anarco capitalistas” o “capitalistas libertarios”, dirijan estados con una gran capacidad de destrucción que amenaza el futuro de los pueblos.

En la palestra internacional se enfrentan dos modelos igualmente peligrosos: el capitalismo de estado chino, donde el Estado cumple la función de proteger, dirigir y ordenar el desarrollo del capital financiero privado y sus inversiones; y el “capitalismo libertario” yanqui donde el Estado queda reducido a su mínima expresión, como soporte del capital especulativo, y centralizador exclusivo de la violencia; el uno, inundando con sus productos los mercados de sus competidores, y el otro bus-cando erigirse en el centro de la especulación (la “cripto capital del planeta”, en palabras del nuevo presidente yanqui); ambos disputándose las áreas donde invertir su capital excedente y extender su influencia política y militar, y cerrando su propio mercado a la competencia del resto, con todo tipo de normas proteccionistas y barreras arancelarias.

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En EEUU, los representantes de alguna de las principales fortunas y corporaciones capitalistas del país, y del mundo, han dado el paso de evitar la mediación de una clase política íntimamente ligada a ellos, pero que aparecía como un factor “inde-pendiente”, representativo del juego democrático burgués, para pasar a intervenir directamente en la actividad institucional y política del Estado; y esta es una nueva circunstancia que deberemos tener en cuenta en el futuro más inmediato por su repercusiones, entre ellas, la agudización de las contradicciones entre los diferentes sectores de la oligarquía, que temen el traslado de la competencia financiera al seno mismo de las instituciones del estado burgués, lo que añade más inestabilidad al “orden” imperialista.

Sin tomar aún posesión de su cargo, Trump elegía su gobierno, dominado por especuladores sin escrúpulos, como él, junto a sujetos “peculiares” que representan a los sectores más estrambóticos del elenco de la ideología reaccionaria: Por un lado, personajes como Robert F. Kennedy Jr., un virulento “antivacunas”, elegido para hacerse cargo, precisamente, del Departamento de Salud y Servicios Humanos; por el otro, Elon Musk, la mayor fortuna del planeta, un siniestro personaje, criado en el ambiente racista de la Sudáfrica böer, declarado admirador del nazi sionismo y de las corrientes nazi fascistas más virulentas, acostumbrado a pasar por encima de cualquier norma de humanidad en su trato con el resto de las personas e imponer su voluntad frente a cualquier criterio razonable cuando su interés inmediato está en juego; un personaje que invirtió al menos 262 millones de dólares en la campaña electoral de su amigo Trump y cuya fortuna se incrementó en más de 50.000 millones de dólares de la noche a la mañana tras la victoria de este (1); o David Sacks, un multimillonario inversor de capital riesgo, uno de los principales recaudadores de fondos en Silicon Valley, encargado de dirigir la política de la Administración en Inteligencia Artificial y Criptomonedas, cuando no han pasado aún dos años desde la quiebra del Silicon Valley Bank, a principios de 2023.

La cuestión es que los pilares de la política del nuevo presidente de EEUU y sus valedores son una clara expresión del grado de descomposición de la economía estadounidense y del imperialismo en general, y del intento de la élite capitalista yanqui de cambiar el campo de juego frente a sus competidores: mientras el estado chino centra sus esfuerzos en dar salida a la inmensa capacidad de producción de ese país, lo que, paradójicamente, está detrás de sus gravísimos problemas económicos (para quien esté interesado en acercarse a la crisis de sobreproducción en China, recomiendo la lectura del artículo de Rolando Astarita: “sobreproducción y guerras de precios hoy, evidencia empírica”), el estado yanqui apuesta por convertir su economía en un gigantesco salón de juego en el que la oligarquía financiera pueda apostar su capital sobrante en todo tipo de inversiones especulativas.

Huelga decir que, a pesar de las medidas que una y otra potencia y sus aliadas aplican en contra del rival (las barreras arancelarias hace tiempo que se acercan, cuando no superan, el 100% del valor de alguno de los productos del competidor), los intereses de los capitalistas de uno y otro bando siguen firmemente entrelazados; es decir: del mismo modo que la inversión productiva sigue llegando a China desde empresas del otro lado a pesar de las sanciones, las inversiones en valores especulativos de los capitalistas chinos continúan engrosando las bolsas de sus enemigos “geoestratégicos”.

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Con la llegada de Trump al Capitolio, las criptomonedas y, en particular la más conocida: el bitcoin, se han convertido en uno de los símbolos de esta nueva fase. No es la primera vez que las instituciones de EEUU salen en apoyo de las criptomonedas: el 10 de enero de 2024, el mundo cripto recibió la bendición de Wall Street y de la Comisión de Valores y Bolsa con la aprobación de los fondos cotizados (ETF) que permitía las cotizaciones con criptomonedas en la bolsa de EEUU, pero, tras las elecciones del pasado 5 de noviembre, Trump, que hace tres años definía el bitcoin como una estafa (2), prometía convertir EEUU en “la capital cripto del planeta”: “Vamos a hacer algo grande con las criptomonedas porque no queremos que China ni nadie esté por delante de nosotros», afirmaba en una entrevista.

Una parte de la oligarquía financiera de EEUU y del establishment de esta potencia, sigue viendo con temor las “ocurrencias” de su líder -miembros de su propio partido, optaron por una postura “razonable” en la reunión del Senado que aprobó el aumento temporal del techo de gasto para evitar la suspensión de pagos del Gobierno que hubiera podido paralizar el enorme aparato del estado yanqui-; pero, aunque parezca una de tantas decisiones excéntricas del “excéntrico” Trump, detrás de su apuesta por elevar las criptomonedas al rango de factor económico oficial de la economía de EEUU, hay una lógica, “original” si se quiere, pero acorde al carácter irracional del propio sistema capitalista.

En primer lugar, claro está, detrás de ese re­pentino afán están intereses estrictamente perso­nales del presidente yanqui, ya que, dos meses antes de las elecciones en EEUU, Trump había creado “World Liberty Financial”, una empresa de criptomonedas, junto a sus hijos y dos socios (3) (E. Musk, también es otro admirador del do­gecoin, su criptomoneda favorita, aceptada como pago por la compañía Tesla).

Pero, de confirmarse a lo largo de los próxi­mos meses, detrás de esa decisión puede estar, también, un intento de cambiar el campo de jue­go en la pelea interimperialista, a la par de facili­tar las hazañas antisociales de los especuladores. El propio Trump afirmaba en julio pasado: que quería que EEUU fuera la capital cripto del plane­ta y superpotencia del bitcoin del mundo. Y aña­día: “si define el futuro, quiero que sea minado, acuñado y hecho en EEUU. Que sea la nación que marque el camino”.

Ahora, cuando las principales potencias ri­vales avanzan en la “desdolarización” de los in­tercambios internacionales, el intento de colocar a las criptomonedas en el centro de éstos tiene como uno de sus objetivos, desregular aún más las inversiones del gran capital financiero interna­cional y seguir controlando el mundo económico imperialista, manteniendo a EEUU como “la na­ción que marca el camino”.

Así lo señalaba el diario catalán “La Vanguar­dia” hace unos días: “El sector (el de la inversión especulativa) anhela más facilidades para lanzar proyectos y gestionar el negocio…Una desre­gulación podría servir para operar sin cumplir estrictos procesos regulatorios” y añadía: “Su desregulación favorece la inversión, pero eleva el riesgo de fraudes, manipulación y volatilidad”.

Que los especuladores quieran desregular sus inversiones y apartarlas de los controles del estado, no significa, sino todo lo contrario, que no teman las súbitas caídas de rentabilidades de sus inversiones y exijan, para evitarlo, el amparo del estado; para paliar las inevitables consecuen­cias de los continuos cracs financieros, necesitan que el Estado liberal respalde figuras tan “eté­reas” como las criptomonedas, que han demos­trado sobradamente su volatilidad, con el riesgo que ello comporta para inversionistas y especula­dores, riesgo que aumenta conforme aumenta el uso y el peso de las criptomonedas en el mercado de capitales (hay que tener en cuenta que la ca­pitalización del bitcoin es de unos 1,8 billones de dólares por lo que supera ya a la de la plata; y que el oro vale unos 17 billones, pero en los próximos diez años podría ser rebasado por aquel).

Con objeto de garantizar ese respaldo, la se­nadora Cynthia Lummis del partido de Trump, presentaba recientemente una “Bitcoin Reser­ve act” que llevaría a que el Estado comprara bitcoins con las reservas estratégicas de oro de EEUU (valoradas aproximadamente en 660.000 millones de dólares).

Como recoge la revista Cinco Días en su edi­ción del 27 de diciembre, aunque, actualmente el país dispone de reservas estratégicas de petró­leo y de oro, la idea es que el bitcoin sirva como cobertura contra la devaluación del dólar esta­dounidense, para fortalecer el balance de EE UU y respaldar futuras emisiones de deuda. Para la revista Grand Continent, se trataría de convertir a la criptomoneda en la nueva reserva de valor, el nuevo activo que garantizaría a los acreedores, mejor que el oro, la solvencia de Estados Unidos.

Por su parte, la senadora que presentó la Ley Bitcoin, lo dijo así de claro: “Tenemos el dinero ahora, pero ya no lo mantendremos en dólares estadounidenses, un activo diseñado para deva­luarse al menos un 2% por año, lo mantendremos en un activo (el bitcoin) que aumentará su valor” (4). Otra cuestión es que lo consigan. Otros paí­ses, como Brasil, Polonia o Rusia, se están plan­teando también el emprender esta carrera por acumular la criptomoneda en sus reservas.

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No hay forma más evanescente y abstracta de representar el valor de cambio: aisladas en “la red”, las criptomonedas incrementan o reducen su valor súbitamente, en función de la confianza que en ellas mismas depositan los especuladores que buscan una rentabilidad fuera del ámbito productivo; sus fluctuaciones siguen idéntico patrón anárquico que el sistema de cuya lógica económica forman parte.

Pero los riesgos son muchos, por más que la senadora solo vea beneficios en arrimar el capital a su bolsillo. Resalto dos que expone el grupo bancario suizo Mirabaud en la información de Cinco Días: “sus fluctuaciones podrían reducir el valor de la reserva, comprometiendo su esta­bilidad como activo…Además, los gobiernos que acumulen grandes cantidades de bitcoins corren el riesgo de concentrar el mercado, lo que podría distorsionarlo o crear una dinámica monopolís­tica».

El loco movimiento de esa bomba de retar­do que es el bitcoin se refleja perfectamente en sus fluctuaciones más recientes: tras conocerse la apuesta de Trump por esta criptomoneda, su precio se disparó hasta los 108.000 dólares el 17 de diciembre, un 140% más que a principios de 2024; y tres días después había perdido el 9%. Y esta tendencia no es nueva: a lo largo del tiempo su cotización ha sido una auténtica montaña rusa que periódicamente arrastraba consigo el capital de miles de inversores. Así, por ejemplo, a finales de 2022, había perdido el 60% del valor que tenía en noviembre del año anterior. (5)

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Al conocer estos intentos de ignorar la ten­dencia general del capitalismo hacia la crisis, buscando nuevos valores fantasma que sustituyan a los actuales, apartándolos del control estatal, pero no del sostén del Estado, uno no puede por menos que acordarse de las certeras palabras de Marx en su libro El Capital, al tratar sobre el doble papel que juega el crédito en el modo de producción capitalista: “por un lado, desarrollar los resortes de la producción capitalista, el enri­quecimiento a través de la explotación del trabajo ajeno, hasta convertirlos en el más puro y colosal sistema de juego y especulación y reducir cada vez más el número de los pocos que explotan la riqueza social; y por otro lado, crear la forma de transición a un nuevo modo de producción, esta dualidad es la que da a los principales portavoces del crédito…ese agradable carácter mixto de es­tafadores y profetas…” K. Marx. “El Capital”

En definitiva, ahora, cuando avanzan los mo­vimientos para desplazar a la moneda yanqui que cada vez despierta menos confianza en las tran­sacciones internacionales, el nuevo gobierno de EEUU busca crear una gigantesca aspiradora de capital que funcione al margen de los circuitos hasta ahora oficiales, para mantener en funcio­namiento la economía capitalista. Pero ese nue­vo truco de tahúr, no va a cambiar en nada las tendencias insertas en el modo de producción capitalista. Si finalmente prospera, será una huida hacia adelante, un nuevo espejismo que no crea­rá más riqueza social, ni siquiera aportará renta­bilidad a los pequeños inversores privados que apuesten su dinero en los juegos especulativos; será un nuevo jalón en la crisis general de capita­lismo en su carrera hacia el desastre.

La coordinación internacional de los factores productivos en la época imperialista, se enfrenta a su armonización social; y, de igual forma, como consecuencia, el capitalismo ya no desarrolla las fuerzas productivas, sino que se opone objetiva­mente a su desarrollo o directamente las destru­ye; no es un factor de progreso, sino su opuesto, su principal obstáculo.

El desarrollo de la técnica, la mejora de los procesos productivos, impulsan a los grandes ca­pitalistas a desviar sus inversiones hacia formas de valor de cambio cada vez más alejadas del va­lor de uso de las cosas y los servicios y del con­trol formal de los estados; además, al abaratarlos, paradójicamente, destruyen empleo y se constitu­yen en freno de la actividad económica.

Pero que nadie piense que el capitalismo, una vez cumplida su misión histórica, la de desarro­llar las fuerzas productivas hasta la creación de un mercado mundial, desaparecerá por sí mismo. Solo la acción organizada del proletariado, su compromiso internacionalista para avanzar en la superación del sistema capitalista, podrá permitir salir de la lógica irracional de un modelo de pro­ducción basado en la explotación del hombre por el hombre.

NOTAS

(1) Según la BBC Las acciones de su compañía, Tesla, de las que Musk posee el 13%, subieron aproximadamente un 35% en los primeros días desde la elección de Trump, impulsando el valor de la firma en el mercado a más de un billón de dólares.

(2) A mediados de 2021, Trump decía:“El bitcoin parece una estafa. No me gusta, compite contra el dólar. Quiero que el dólar sea la divisa del mundo”; y, aún antes, durante su primer mandato aseguraba que el bitcoin (las cripto­monedas) facilitaba el tráfico de drogas y que no tenía valor.

(3) Uno de sus socios, Chase Herro es un vendedor en línea que orgullosamente se define a sí mismo como un “sinvergüenza de internet”, capaz de venderle cualquier cosa a cualquiera, según recogía en octubre pasado el New Yotk Times

(4) En palabras de la directora de investigación de activos digitales de Wisdom Tree, un fondo especializado en ETF (Fondos Cotizados en Bolsa), el bitcoin sería una alterna­tiva descentralizada y sin fronteras a los sistemas financie­ros tradicionales, el nuevo “oro digital” de la especulación.

(5) La quiebra de FTX en 2022, uno de los mayores fraudes financieros de los últimos años en EEUU, que “evaporó” el dinero de miles de inversores, es parte de una larga histo­ria de escándalos financieros ligados a las criptomonedas.

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