Fiesta de fin de año en Atuntaqui: síntesis de tradición y cultura popular

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Por Gustavo Báez Tobar 

El cantón Antonio Ante cumplió el 2 de marzo de 2019 el octogésimo primer aniversario de vida autónoma; con este motivo y por resolución unánime del Directorio de la Casa de la Cultura, “Benjamín Carrión” Núcleo de Imbabura  rindió justo homenaje a esta ínclita tierra, entregando la Medalla Pilanquí a la Corporación “31 de Diciembre”, encargada de la coordinación  y realización de las tradicionales festividades de fin de año y sus famosas comparsas.

Claudio Malo González, destacado maestro y pensador cuencano, expresó con acierto: “En la Antropología Cultural, el término cultura se democratiza en la medida en que se entiende por él aquello que el ser humano colectivamente ha creado, creación que a su vez organiza el comportamiento de las personas que integran la comunidad”. Esta conceptualización resulta muy apropiada para referirnos al hecho cultural atuntaqueño que  merece ser destacado por el gran desarrollo que ha tenido a través de los tiempos, a tal punto que el año 2007 fue reconocido como PATRIMONIO CULTURAL INTANGIBLE DEL ECUADOR.

Sus orígenes

Según el prestigioso investigador anteño Miguel Posso Yépez, parece que los inicios de esta expresión cultural se dieron a finales de la década de los 30, por lo tanto, -tiene ya unos 80 años de vigencia-; fue un mes de diciembre, cuando los señores Salvador Maldonado y Segundo Posso, obreros de la Fábrica Imbabura, tratando de hacer reír a sus compañeros tomaron prestado un burro de la vecindad, lo acicalaron graciosamente, amarraron tarros a la cola del animal,  y cabalgando en él con sus gorros virados recorrieron varias cuadras de Andrade Marín y bajaron con dirección hacia Atuntaqui; empero nadie pensó que esa  pequeña charada fuera creciendo paulatinamente hasta convertirse en un gran atractivo  turístico a nivel nacional e internacional.

En reconocimiento y valoración de este evento de alto contenido socio cultural la Casa de la Cultura concedió este año la Medalla PILANQUÍ a todo un colectivo, diverso, pero unido para  celebrar una tradición maravillosa que ha ido in crescendo en las últimas décadas hasta alcanzar prestigio en todo el país. La Presea es un merecido premio a una epopeya de humor, fantasía y alegría desbordante. Aproximadamente 20 comparsas, cada vez más nutridas y sorprendentes, desfilan a su turno con sendos carros alegóricos para exhibir impresionantes danzas, con música y canciones, para deleitar a decenas de miles de espectadores que gozan y aplauden a las comparsas y a los numerosos disfrazados, que el año pasado se estimó en mil seiscientos.

El hombre detrás de la máscara y el disfraz.

El atuntaqueño ama la careta, la mascarada y la representación escénica. No le importa cuánto le cuesta su disfraz o maquillaje,  pero su gusto es reír y hacer reír  a la gente, y para ello se prepara al menos con dos meses de anticipación  en su Club, en su barrio, en el entorno familiar… para planificar el tema de la comparsa, ensayar los bailes, y confeccionar personalmente el disfraz elegido para la ocasión.

Es que el hombre tras de la máscara  se dis-trae, deja de ser yo y encuentra su alter ego; momentáneamente ese otro yo vive la otredad que todos llevamos dentro, y se crea y se re-crea. Goza en su nuevo estatus,  se convierte en payaso, saltimbanqui, prestidigitador… Y allí participa con su Club, con su barriada para deleitar a sus amigos, a sus paisanos y a los curiosos visitantes. No le importa el papel que le toca desempeñar: de héroe o de villano, de mayoral o peón, de rey o esclavo,  de ángel o demonio; de hombre o de mujer – al fin y al cabo todos tenemos de masculino y femenino-. Y la mujer, ocupa su rol: de reina o vasalla, novia, esposa y madre, pero siempre con gracia y con donaire.

Las comparsas: metáforas de la vida

En cada comparsa está la alegoría de la vida, hiperbolizada, retratada en sus usos y costumbres. Y allí está el público que se identifica en las grandezas o en las pequeñeces vivenciales. Es la metáfora de la existencia en su crudeza, en su grandeza, en su amargura; pero a través de la mascarada encuentra el lado cómico y humorístico de la vida. El 31 de Diciembre el Mundo se concentra en Atuntaqui: las espectaculares versiones desfila el Carnaval de Río de Janeiro, las corridas de toros de la Madre Patria, la fiesta de los cerveceros de Alemania, los Gaiteros escoceses, el Carnaval Veneciano, la Roma de Julio César y Cleopatra, la cálida África o los países orientales. Los Mariachis desfilan con su concierto de alegría; los Gauchos con su música pampera. Todo, en maravillosa policromía, en emocionante polifonía que conmueve y apasiona. En este desfilar, no se escapan ni el país  de los simios, ni la vida salvaje…ni los microorganismos, ni los extraterrestres. Todo, en espectacular fantasía e inusitado humor. Es el alma de un pueblo que canta, baila y remeda; que se declara en vigilia para custodiar el presente y avizorar el futuro.

Nuestro amigo y compañero del Núcleo de la Casa de la Cultura, Marcelo Valdospinos Rubio, el año pasado  publicó su último Tahuando y lo tituló: Apropiarnos de lo propio. Parecería un contrasentido, pero no, no lo es, por el contrario, es un mensaje de honda verdad: los pueblos seremos grandes reconociendo los méritos propios, los atributos de nuestra gente, sin egoísmo… más bien con el aplauso espontáneo y sincero. Por eso tenemos que congratularnos y exaltar todas las manifestaciones culturales y estimularlas  en sus afanes de mejoramiento y permanente búsqueda de identidad individual y colectiva.

Tenemos que reiterar, el atuntaqueño es ingenioso para la caracterización de los personajes y muy talentoso para su representación. Parecería que en Atuntaqui todo el año se conjuga en todos sus tiempos y modos el verbo PRODUCIR. Sí, producir elegancia, crear modelos… producir moda; pero en Diciembre, su cometido es PRODUCIR risas y sonrisas…sueños y ensueños; pues con bombos y platillos, más de un centenar de disfrazados cada 28 de diciembre anuncia la temporada de Inocentes, en el esperado Bando Bando,  que es una alegoría del tradicional Bando en el cual la autoridad -acompañado de un trompetista- daba lectura de algún anuncio legal es informativo para todo el público.

Por todo lo expuesto la Corporación 31 de Diciembre merece reconocimiento y admiración, y en esta Entidad  representada por el  Dr. Wilfrido Vinueza,  reciben también  el aplauso y el testimonio de permanente  agradecimiento y admiración cada uno de los tradicionales clubes, colectivos y barriadas;  en fin todos los participantes, hombres y mujeres, jóvenes y niños,  que en un as de corazones, al unísono, entonan un himno sublime  a la vida y elevan al cielo una oda de amor al trabajo, al optimismo…A LA ESPERANZA.

Poesía, música, sentimiento…

Para concluir este sentido homenaje a Atuntaqui quiero incluir unos versos –que ni de lejos aspiran a convertirse en poesía-, pero sí en una síntesis de la auténtica fiesta popular. Su título es: Treinta y uno de diciembre; ha sido musicalizado por Darwin de la Torre en ritmo de paseíto y cantado por Fernando Terán, está grabado en CD y ya se escucha cantar con alegría contagiosa en las fiestas de fin de año:

Ha llegado el treinta y uno/ treinta y uno de diciembre/

fiesta alegre en Atuntaqui/ vamos todos a gozar.

Es un año que viene/ mientras otro que se va/ es alegre despedida/ con amor y con disfraz.

Bando Bando es el inicio/ de jarana popular/ las comparsas muy alegres/ ya inundan mi ciudad.

A la hora de la quema/ del muñeco preferido/ mil luces son preludio/ del año que vendrá.

¡FELIZ AÑO! Es el augurio/ que brota a flor de labios. ¡El abrazo cariñoso/ consagra la hermandad!

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