Por Ricardo Naranjo
En 2018, el mundo llegó a la cifra récord de 1 500 millones de jóvenes, nunca antes se había reportado tantos habitantes de este rango de edad y la cifra va en aumento. Según varios organismos internacionales, para el 2050, la población joven llegará a la mitad de seres humanos sobre el planeta y se concentra mayoritariamente en Asia, África y Sudamérica, paradójicamente, en las zonas donde más pobreza existe. Este ya era un mundo injusto antes de la pandemia y la juventud estaba entre los sectores que se llevaba la peor parte.
Las cifras abundan: Según la OIT, el 35% de la población desempleada del mundo corresponde a jóvenes de hasta 25 años, la tasa de empleo juvenil inadecuado triplica a la tasa general y se calcula que, al menos hay 600 millones de “ninis”, es decir, jóvenes entre 15 y 24 años que ni estudian ni trabajan. Pero, hay más: la juventud el sector que menos salario percibe, que menor cobertura de seguridad social tiene, es la población que más incurre en la informalidad, subempleo, empleo inadecuado; es la más expuesta a muertes violentas, la principal víctima de adicciones, ¿Desapariciones forzadas y abusos sexuales?, ¡Exacto!: las principales víctimas son mujeres jóvenes.
De ahí que no es de extrañarse que, la juventud, perteneciente a sectores obreros, estudiantiles, campesinos y organizaciones de mujeres, hayan sido la “primera línea” del despertar de los pueblos que se produjo casi simultáneamente en todo el mundo en 2019, desde Haití, hasta Francia, pasando por España, Chile, Irák, Honkong, Túnez, Egipto y un largo etc., etc., etc. La juventud, los trabajadores y los pueblos salimos a luchar contra la injusticia, la desigualdad, la corrupción y las medidas antipopulares de los gobiernos que parió el sistema capitalista. La naturaleza inhumana del imperialismo, ya quedaba al descubierto, de la mano de la generación a la que muchos “daban por perdida” y que, acumulando la historia de su pueblo, valiéndose de la nueva tecnología y las tradiciones de la barricada y la incendiarias, desbordaron el mundo para decir: ¡Aquí estamos y no estamos conformes con el mundo en el que vivimos!
Luego, vino la pandemia y, el mundo entero tuvo que someterse, casi por completo a un confinamiento forzoso, se ha parado la economía y se empieza a vivir una crisis global nunca antes vista. Los Estados, al servicio de las grandes empresas, cuidan sus ganancias y, en los países donde manda el neoliberalismo como Estados Unidos, Brasil y Ecuador, se dictamina el “sálvese quien pueda” porque, aunque la gente muera hay que garantizar la acumulación capitalista. Pero, la cuestión no queda ahí: No hay sistema de salud que tenga capacidad para atender la emergencia, la gente que se queda en casa corre riesgo de morir de hambre antes que por coronavirus, las cifras oficiales -maquilladas y todo-, para ellos son números, pero para nosotros son familiares y seres queridos.
¿Qué nos queda, entonces a los jóvenes?, nos queda agitar conciencias, continuar la lucha que emprendimos, soñar con un mundo más justo y equitativo. Nos queda ser solidarios y luchar por comida y medicina para nuestro pueblo, contra quienes buscan descargar los efectos de la crisis en los que menos tienen. Nos queda estar en primera línea, ¡Otra vez!, en todas las batallas, desde las redes sociales hasta la manifestación y la barricada que habrá que montar, así sea a dos metros de distancia entre cada uno. Con o sin coronavirus, este sistema está en decadencia, la enfermedad ha desnudado su debilidad y su barbarie, ahora, es tiempo de pasar, del confinamiento a la lucha por una nueva vida.
¡Primero de Mayo, Primero la Vida!
¡Ven, organicemos la revolución!
Juventud Revolucionaria del ecuador