Por Estefanía Camacho / Revista Gatopardo
Mei Ann Chen, directora de la Sinfonietta de Chicago.
Bajo el mando de Mei-Ann Chen, la Sinfonietta de Chicago tiene 47 por ciento de intérpretes mujeres y 82 por ciento de solistas mujeres.”Project W: Works by Diverse Women Composers”, es un gran tributo a las compositoras contemporáneas que incluye la “Sinfonía #MeToo”.
Solamente el 1.7% de las piezas programadas por sinfonías estadounidenses en Estados Unidos de 2015 a 2016 fueron compuestas por mujeres. El 98.3% restantes, fueron obras de hombres vivos y muertos, según la Orquesta Sinfónica de Baltimore.
Desde 1970, algunas orquestas empezaron a hacer audiciones a ciegas, tras notar que había una evidente brecha de género en el cuerpo de músicos, donde menos del 5 por ciento eran mujeres.
A partir de la década de los ochenta, el esfuerzo se generalizó y las orquestas más importantes del mundo implementaron formatos de audición en los que los músicos implementaron una forma de audición en la que los candidatos tocan detrás de un telón, de tal modo que ningún tipo de información visual interfiriera en el veredicto. Desde entonces, el porcentaje de mujeres en las orquestas mejor calificadas en Estados Unidos. Entre 1970 y 1993, la presencia de mujeres en las orquestas aumentó de 5 a 21 por ciento.
Un estudio realizado por Claudia Goldin y Cecilia Rouse en la Universidad de Harvard encontró que la probabilidad de que una mujer avanzara en el proceso de selección en orquestas aumentó 11 puntos porcentuales gracias a esta técnica, así como la posibilidad de ser seleccionada, con un 30 por ciento más.
La Chicago Sinfonietta es una de las más vanguardistas en ese aspecto, al destacar el trabajo de compositoras contemporáneas para la grabación de su disco anual. Bajo el nombre de Proyecto W, la orquesta comisionó cuatro mujeres para componer obras que serían interpretadas por la orquesta bajo la dirección de Mei-Ann Chen.
Jessie Montgomery, violinista afroamericana de la Sinfonietta de Chicago.
El disco inicia con la suite Dances in the Canebrakes de Florence Price, la primera mujer afroamericana reconocida como compositora sinfónica. En 1933, la orquesta interpretó su Sinfonía No. 1 y fue la primera vez que una orquesta tocó una obra escrita por una mujer afroamericana.
Algunas piezas descubiertas después de su muerte se siguen estrenando, ese es el caso de Dances in the Canebrakes. La suite contiene elementos de la música afroamericana y fue escrita originalmente para piano, después Price le añadió un arreglo musical para orquesta, que se asemeja a Rhapsody in blue de George Gershwin. El disco continúa con Sin Fronteras, escrita por la brasileña Clarice Assad. El inicio es una tenue y casi lúgubre melodía que se transforma en una travesía llena de aventuras, sensación que producen los instrumentos de viento.
La siguiente pieza es Coincident Dances, de la violinista afroamericana Jessie Montgomery. Está inspirada en una caminata en su ciudad natal, Nueva York. Musicalmente es un sendero de cuerdas que atraviesa el barrio que Montgomery vio transformarse gracias a la fuerza de su comunidad. Profunda y frenética, la multi cultural Coincident Dances avanza hasta revelarse como una compleja obra llena de sonidos tan contrastantes como los que se perciben al transitar por una calle de Nueva York.
“Imagino que la música es un lugar de encuentro en el que las personas pueden conversar sobre sus diferencias e historias en común”, ha dicho Jessie, quien estudió en Juiliard y en las universidades de Nueva York y Princeton.
Reena Esmail está a cargo de las dos obras siguientes: Charukeshi bandish y la Sinfonía #metoo. Las dos conforman una obra inspirada en sus experiencias personales con un inicio tenso y múltiples cúspides sonoras.
“El reto es bastante claro: ¿estás dispuesto a interpretar el trabajo de una compositora que fue abusada por el mismo sistema que le enseñó a componer?”
Sinfonietta de Chicago
Esmail estaba trabajando bajo comisión para en su pieza en 2017, cuando dio inicio el movimiento #MeToo. Ella estaba llena de rabia y admiración por las mujeres que denunciaban, pues ella misma vivió acoso sexual en la preparatoria y la universidad. Sin embargo, no lo asimiló hasta años después y guardaba la esperanza de que alguna vez esos sentimientos salieran en forma de música.
“El reto es bastante claro: ¿estás dispuesto a interpretar el trabajo de una compositora que fue abusada por el mismo sistema que le enseñó a componer?”, explicó Reena durante una presentación de #metoo. Los momentos más incómodos en su pieza son pasajes angustiantes, con momentos breves de tranquilidad. Finalmente, la sinfonía toma un respiro a cuerdas, luego los instrumentos de viento toman el control abriendo un resplandor sonoro.
Hay un punto en el que la música se detiene y crea un silencio abrupto que se rompe cuando las músicas cantan, una por una y en orden, el año en el que entraron a la orquesta. Luego sus voces se unen para darle de nuevo música a #metoo.
Tras escuchar su primera pieza, Charukeshi bandish, la conexión entre las dos se vuelve clara. Los bandish son una manifestación tradicional hindustaní en la que la intérprete debe improvisar.
Reena Esmail, compositora invitada de la Sinfonietta de Chicago.
La base musical india llamada Charukeshi es una de las piezas favoritas de Esmail, porque cambia constantemente entre altos y bajos que ella interpreta como luz y oscuridad. “En #metoo, la bandish se convierte en la protagonista de la pieza, una mujer que está tratando de navegar a través de un mundo lleno de trampas, callejones sin salida o vueltas oscuras, pero en cada ocasión encuentra el camino de vuelta a su propia, poderosa e individual voz”, explicó Reena.
Jenniffer Hidgon es una mujer clave en la música clásica contemporánea, recibió el Premio Pulitzer y un premio Grammy en 2010. Es una flautista autodidacta cuyo camino a la composición empezó cuando tenía 21 años de edad.
Dance Card es una sinfonía en cinco movimientos que celebra la alegría, la poesía y la pasión. Una fanfarria de cuerdas da inicio a esta obra y en algún momento se convierte en serenata. Dance Card está inspirada en unos libritos que las mujeres debían usar en el siglo XIX y a inicios de siglo XX para registrar en ellos qué pieza musical bailaban con qué hombre.
“Este trabajo refleja el compromiso profundo que los intérpretes de cuerda tienen con la composición musical (…) y cuando asistimos como audiencia, en efecto, llenamos nuestro librito de baile con esa experiencia compartida”, explica Jenniffer Hidgon.
La directora, maestra Chen
La Liga Americana de Orquestas difundió un estudio que reveló que de cada 10 directores musicales, solo una es mujer.
Mei-Ann Chen tomó la batuta de la orquesta de la Chicago Sinfonietta luego de que el antiguo director estrenara la obra más celebrada de Higdon, Blue Cathedral. Fue en ese concierto de 2011, dedicado a las mujeres en la música clásica cuando Chen se hizo cargo del legado de Freeman, un hombre que renovó la orquesta y le dio el prestigio que mantiene en la actualidad, por ser inclusiva de muchas formas.
Bajo el mando de Mei-Ann Chen, la orquesta tiene 47 por ciento de intérpretes mujeres y el 82 por ciento de solistas mujeres en una sola temporada.
Durante la temporada Hear Me Roar (Óyeme rugir), la orquesta presentó más compositoras clásicas.
“Quisimos retar la imagen tradicional del compositor de música clásica (blanco, hombre… y muerto) y presentar el trabajo de artistas de todo el mundo con un legado de casi un siglo”, explicaba el programa de la temporada.
Fuente : Revista Gatopardo