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Luego de haberse festinado el gobierno anterior la suma nada despreciable de algo más de $1.500 millones para la «construcción» de la refinería del Pacífico, en donde los bandidos querían hacer la gran fiesta con un sobreprecio gigante, pues se conoce ahora que la tal refinería ya estaba presupuestada en alrededor de $15.000 millones, pero su costo real no debía superar los 10.000 millones, según lo revela el actual ministro de petróleos Carlos Pérez; es decir, $5.000 millones pensaban cobrar como PEAJE los asaltantes del siglo 21, el gobierno de Moreno insiste en la construcción de la mencionada refinería, ahora denominada de Manabí.
Pero, la pregunta de rigor es: ¿Es necesaria esta nueva refinería?
Desde hace bastante tiempo quien escribe estas líneas venía sugiriendo a los gobernantes de turno, primero a los preCorrea y luego al propio Correa para que se construyan en las refinerías existentes (Esmeraldas, Sta. Elena y Shushufindi) plantas paralelas denominadas unidades de alta conversión, que reprocesen los residuos de las refinerías y, obtener más derivados de los que necesitamos, para evitar en lo fundamental 2 cosas: la creciente importación de derivados y, eliminar la corrupción instalada por los denominados brokers (intermediarios) que hacían la fiesta con grandes negociados en la importación de los derivados, quienes tenían un gran poder en esos gobiernos, razón por la que nunca se construyeron esas plantas, que no solo hubieran evitado las importaciones, si no que el País habría tenido excedentes para exportar.
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En números redondos, cuando se procesa el crudo en las 3 refinerías ecuatorianas las mismas producen un 50% de derivados livianos o blancos, gas, gasolinas, diésel; el otro 50% son los residuos o derivados pesados que pueden procesarse nuevamente en estas plantas de alta conversión, para obtener los productos blancos-livianos, de los cuales somos deficitarios.
En la actualidad si se intenta construir esas plantas para reprocesar los residuos, disminuiríamos las importaciones de combustibles, pero ya no tendríamos excedentes para exportar, en virtud de que el consumo interno ha llegado a niveles inimaginables y la producción de las 3 refinerías no abastece la totalidad del consumo.
Sumando la producción de las 3 refinerías existentes, el Ecuador refina alrededor de 150.000 barriles diarios de crudo, equivalentes a 54,68 millones de barriles anuales (año 2017), de los cuales la mitad es residuo; pero nuestro país consume más de lo que se refina pues consumimos 87,63 millones de barriles anuales de combustibles, de los cuales 49 millones son importados. Cierto es que estos 87 millones que «consumimos» no son reales, ya que miles de barriles salen de contrabando por nuestras fronteras a Colombia y Perú, aunque en lo fundamental el contrabando se da por mar, negocio en el cual intervienen principalmente 3 «interesados”: los narcos para abastecer sus embarcaciones con droga, las grandes flotas de buques pesqueros extranjeros que se aprovisionan con la ayuda de algunos comedidos ecuatorianos y, otros contrabandistas que llevan el producto a los países vecinos.
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El mundo entero consume los combustibles hidrocarburíferos para 2 propósitos fundamentales: 1) la industria, comercio y domicilios y, 2) el transporte, con un consumo equilibrado entre ambos.
El fin de la era de los combustibles fósiles está cerca. Las señales abundan: las fuentes renovables (ej. solar y eólica) exceden sistemáticamente las expectativas; la difusión del vehículo eléctrico supera con creces los pronósticos; no se diga de los vehículos que funcionan con hidrógeno, cuya tecnología lucha casi a la par con los eléctricos.
El año anterior, el mundo enfrentó una serie inédita de inundaciones, huracanes, incendios forestales y sequías en casi todos los continentes; las olas de calor se hacen cada vez más intensas, más frecuentes y más prolongadas. Pero lo peor todavía no llegó. Para evitar efectos más devastadores, el abandono gradual del carbón no será suficiente. La seguridad climática futura demanda poner FIN A LA ERA DE LAS GRANDES PETROLERAS. Muchos analistas serios, principalmente aquellos que no tienen vínculos con las grandes corporaciones aseguran que en veinte años viviremos en un mundo impulsado por el sol, las olas y el viento.
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Según un informe publicado el 1 de febrero de 2017 por los gabinetes Carbon Tracker y Grantham Institute, ambos con sede en Londres [1], la caída de los precios de los vehículos eléctricos y de las energías renovables podrían frenar la demanda de petróleo a partir de 2020, es decir, dentro de solamente 2 años, ocasionando por consiguiente una baja significativa en los precios, lo que a su vez implica que solamente los crudos con bajos costos de producción (que no es precisamente el caso ecuatoriano, en donde los costos son extremadamente altos) tendrán acogida en los mercados; más adelante señala «A partir de 2025, si el sector de los coches eléctricos sigue su ritmo de expansión actual, la demanda de petróleo podría caer en dos millones de barriles diarios, según el informe, una cifra similar a la que en 2014 hundió el mercado petrolero».
La mayor parte de las petroleras tienen desde hace rato un departamento o área de energías renovables, no para investigar hacia adelante, si no lo contrario, para saber, con conocimiento de causa, cómo boicotear a las nuevas energías alternativas, aunque en la actualidad comienzan a incursionar, por ej. la British Petroleum en gigantescas centrales solares o, en invertir en la carga ultrarrápida de vehículos eléctricos.
El boicot a las alternativas ya se venía dando desde fines del siglo XIX, casi a la par con el descubrimiento de los vehículos con combustibles fósiles, aunque lo más «curioso» se dio hacia fines del siglo anterior cuando la General Motors, que ya había fabricado más de 1.200 vehículos en su fábrica de California, de repente los desapareció y destruyó, dejando solamente uno como de colección; se «había dado cuenta» que no le convenía este descubrimiento porque una gran cantidad de talleres que fabricaban repuestos y partes de sus vehículos estaban condenados a cerrar al igual que otros talleres encargados del mantenimiento de los mismos en varias partes del mundo, lo que le significaba una multimillonaria pérdida.
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En la actualidad los precios de las energías solar y eólica son la opción más barata en la mayor parte de Europa y, continúan en una vertiginosa carrera en la eficiencia y la rebaja de sus costos.
“Calculamos que a partir de 2020 los vehículos eléctricos serán más baratos que los de combustión fósil” explica el periódico energético Luke Sussams, aunque otros más conservadores creen que esto se dará en 2023. Hasta hace unos 3 años, estos vehículos tenían básicamente 2 problemas: la autonomía de recorrido (no superaban los 100 km) y el tiempo de duración de las recargas (entre 6 y 8 horas por recarga).
En la actualidad, los carros eléctricos tienen ya una autonomía de recorrido para cada carga, de por lo menos 300 km, tecnología que sigue avanzando, es decir lograr un mayor recorrido con una carga; y, las recargas ya se las realiza ahora en 5 o 6 minutos, el mismo tiempo que demoraría un vehículo de combustibles hidrocarburíferos en poner gasolina o diésel, con la ventaja de que una nueva tecnología hace que, en menos de 2 años, la recarga será inalámbrica, es decir sin necesidad de cables.
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Otra tecnología que avanza a pasos agigantados es la del hidrógeno. Igual como en el caso de los caros eléctricos, tenían problemas hasta hace poco, el más gravitante, el costo de separar los componentes del agua, cuya fórmula es H2O, en donde se separa al hidrógeno, para utilizarlo como combustible, mientras el oxígeno es liberado a la atmósfera, problema ya resuelto en la actualidad. Sin embargo, la tecnología original de estos vehículos era la de «tanquear» simplemente agua, sea está limpia o sucia, de río o de mar, etc. y, con un dispositivo especial, instalado en el carro, separar el hidrógeno, para utilizarlo como combustible; esta tecnología se «perdió» y, actualmente lo que se hace es separar el hidrógeno en grandes centros de almacenamiento, los que abastecen y cargan baterías con este combustible.
Hay sin embargo otro tipo de vehículos que estará en la disputa de la fabricación de carros no contaminantes en muy corto tiempo; son los MDI (nombre de la empresa francesa fabricante), carros que funcionan con aire comprimido[2], es decir el mismo que respiramos; además el mismo motor se convierte en compresor de aire para cargarlo durante la noche.
Uno de los países que más contamina en el planeta es China; sin embargo hoy está a la cabeza en la fabricación de los vehículos eléctricos; y, en la ciudad Shenzhen, desde el 1 de enero del presente año 2018, 16.359 autobuses eléctricos, adquiridos en 2016, son los responsables de dar el servicio público en la ciudad [3].
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Bajo una nueva ley aprobada el 2017, a partir de 2018 todos los autobuses que presten el servicio de transporte para pasajeros dentro de Shenzhen deberán ser eléctricos, por los que queda prohibido usar autobuses de combustión interna, una ley que ahora buscan llevar a todos los vehículos, medida que aplica tanto para los autobuses de servicio público como para aquellos privados.
En la actualidad, en China el precio final de un autobús eléctrico es ligeramente superior al de los propulsados por motores de combustión interna, pero con tendencia a la baja.
Con todas estas consideraciones de los adelantos tecnológicos, con las energías alternativas, es evidente que el Ecuador no puede darse el lujo de construir una refinería que en la actualidad su costo bordea los $10.000 millones, a más de los costos ambientales; si se la construye, que el capital privado asuma el riesgo, que no creemos lo asuma, pues de aquí a unos 10 años probablemente quedará solamente en fierros y solo fierros, sobre todo si las nuevas tecnologías generan una drástica baja en la demanda mundial de derivados hidrocarburíferos, con la consiguiente baja de sus precios; así, algunos creen que la década 2020 – 2030 mantendrá bajo el precio del crudo[4].
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Subsiste, sin embargo el problema actual de la importación de derivados hidrocarburíferos, para lo cual creemos que se pueden implementar algunas salidas emergentes:
– Realizar un inventario nacional del consumo de combustibles para detectar los sitios donde se da el contrabando hacia el extranjero y, ejercer las medidas punibles para cortar de raíz este verdadero desangre a la economía del País.
– Optimizar y maximizar la producción en nuestras 3 refinerías (las de Esmeraldas, Shushufindi y Santa Elena), que teóricamente tienen una capacidad para refinar 175.000 barriles diarios (110.000 barriles-Esmeraldas-, 20.000 barriles-Shushufindi- y 45.000 barriles-Santa Elena) de crudo, pero según los reportes oficiales solo refinan 150.000 barriles, evidentemente como parte de la corrupción imperante para beneficiar a los brokers (intermediarios).
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– Eliminar la tercerización en la comercialización de los combustibles, que viene de la época de Correa, pues los encarece. Así, existen las comercializadoras extranjeras, que cobran un porcentaje a los distribuidores nacionales por «prestar» la marca, los empresarios nacionales dueños de las estaciones de servicio.
– Realizar un estudio técnico-económico para determinar si a estas alturas, se justifica o no la construcción de las plantas de alta conversión para reprocesar los residuos, que hablábamos al inicio de esta nota, pues a lo mejor resulta mejor continuar con las importaciones, hasta el cambio total y real de nuestra matriz energética.
– Invertir los recursos del petróleo creando un departamento especial de energías renovables en la propia estatal petrolera (que tiene que convertir las 2 actuales -Petroecuador y Petroamazonas- en una sola) para, en conjunto con ciertas universidades y politécnicas, realicen investigación científica de energías renovables como la eólica, solar, vehículos eléctricos, a hidrógeno, aire comprimido y, otras potenciales que se investigan en otras partes del planeta como la del hielo, olas y corrientes marinas, algas marinas, etc. ¿Por qué decimos que debe investigarse las energías eólica y solar?, pues por que en el Ecuador si bien existe más de 90% del parque industrial, comercial y domiciliario con energía hidráulica, con las centrales hidroeléctricas, se trata éstas en realidad de energías semirenovables, pues no sabemos si en un futuro cercano o lejano, con esto de los cambios climáticos, una SEQUÍA puede dejar sin agua esas centrales…
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Referencias.
[1]. Los autos eléctricos, una amenaza para las compañías petroleras. El Comercio, 31 julio 2018
[2]. MDI Un vehículo compacto operado por aire comprimido
EDICIÓN IMPRESA Nº 67. Revista mundo empresarial
www.integracomunicacion
[3]. Una ciudad china tiene más autobuses eléctricos que 5 grandes urbes de EE.UU.
https://www.hibridosyelectricos.com/…/ciudad-china…autobuses-electricos-5-grandes-…
[4]- La adopción masiva de coches eléctricos mantendrá bajo el petróleo en 2020 – 2030. Bloomberg. 28 febrero 2016.
https://www.motor.es › Noticias
Quito, 1 de agosto de 2018.
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