Por Marco A. Villarruel A.
Como razón de Estado se pueden entender algunas cosas. Por ejemplo la potestad que tiene un gobernante para adoptar decisiones drásticas a efectos de conservar su gobernabilidad en momentos de crisis política, social, ambiental o económica, ya que la supervivencia del Estado está por encima de la de sus integrantes, individualmente. El hombre es malo por naturaleza y por tanto se requiere la mano fuerte del Estado o de lo contrario la humanidad se destruiría en medio de intensas y egoístas guerras intestinas, dice algún autor. En otras palabras, aplicar la ley del más fuerte. Claro, Maquiavelo justificaba diciendo que a los príncipes no se los puede juzgar a partir de criterios ordinarios de moralidad, compasión, integridad y conocimiento.
Pero su práctica está seriamente cuestionada por la falta de legitimidad que muestra en múltiples casos alrededor del mundo. Tanto así que se la conoce como la ley de Establo.
Han sido los presidentes autoritarios los que más han apelado a la razón de Estado, pero con el objetivo de ordenar medidas represivas, atentatorias a los derechos humanos.
En los nubosos campos de los intereses geoestratégicos veamos casos que institucionalizan esta práctica. Colombia invadió al Ecuador en el caso Angostura en el año 2008. Para este efecto de nada sirvieron los acuerdos internacionales ni las decantadas declaraciones de amistad y respeto a los límites territoriales. En los tiempos del coronel Chávez, Venezuela extraditó “por razones de Estado” al guerrillero de las FARC, Joaquín Pérez Becerra. Eran otros tiempos y hasta otras razones de Estado.
Razón de Estado y no otra cosa fue lo que determinó al gobierno de la URSS a no apoyar con franqueza al gobierno de Salvador Allende y a no condenar ni romper relaciones diplomáticas con la dictadura genocida argentina. El gobierno chino ha actuado de la misma manera con muchos gobiernos del mundo no obstante de que en ellos han sido perseguidos y masacrados miles de comunistas y revolucionarios.
Razón de Estado se adujo cuando el ex presidente Correa decretó el estado de excepción luego del terremoto del 2016, o cuando el presidente Chávez lo hizo para conjurar lo que él denominó un golpe de Estado. En ambos casos se suprimieron los derechos fundamentales de las personas.
Si se trata de legitimar acciones contrarias a la razón a pretexto de los intereses del Estado eso es lo que se entiende con el apoyo incondicional del presidente Vladimir Putin al régimen de Nicolás Maduro. Veamos: ¿podría el dirigente ruso estar de acuerdo con el socialismo, el populismo, la corrupción y el desgobierno de Maduro? Nunca. Esas y otras manifestaciones culturales venezolanas serían perseguidas en Rusia. Pero ya que se trata de ganarse un espacio en la pugna mundial, bueno es tener un aliado tan cerca de los Estados Unidos. Algo así como que “el enemigo de mi enemigo, es mi amigo”.
En el complicado ajedrez internacional destaca el apoyo turco a Maduro. Recep Erdogan, presidente de Turquía, mantiene casi trescientos mil presos políticos, entre ellos a miles de militantes de izquierda y no tuvo empacho en declarar “Maduro, hermano, resiste. Turquía está contigo” cuando Juan Guaidó se proclamó presidente. Es que este país refinó 35.2 toneladas de oro, lo que significa mucho de los 1 000 millones de dólares que Venezuela vende a Turquía. En tanto que Erdogan vendió a Venezuela 61 millones de dólares en alimentos, que se reparten subsidiados al pueblo.
Lo de Cuba es clamoroso. Por razones de Estado y por encima de los principios revolucionarios que animaron tradicionalmente a la isla, hoy apoya de manera masiva a Maduro, que en compensación le vende a precios subsidiados miles de toneladas de petróleo, mantiene miles de médicos, técnicos y maestros, le apoya en materia de seguridad y fortalecimiento militar.
Razón de Estado es lo que le lleva a Donald Trump a amenazar con militares al gobierno de Venezuela. Los guerreristas norteamericanos en esencia no están motivados por lo que ocurre en el interior de Venezuela. Es el peligro de suspensión del suministro de petróleo, es el terror a que se extienda el populismo izquierdizante chavista por América Latina, lo que provoca el pánico de Trump.
Los objetivos imperiales siguen obstaculizando la paz mundial y no permiten la libre determinación de los estados.