Por Ramiro Vinueza.
La mundialización capitalista ha transformado desde hace más de 25 años la estructura de la economía mundial. La profundización de la división internacional del trabajo es el primer cambio (distintos componentes de una misma mercancía se produce en varios países) pasando así de una internacionalización del capital a una mundialización productiva que se estructura alrededor de lo que denominan cadenas de valor mundiales.
De esta forma, la mundialización conduce tendencialmente a la formación de un mercado mundial y también a la formación de una clase obrera mundial definida en sentido amplio como clase trabajadora. Esto pone en competencia a los trabajadores de todos los países tanto de los “avanzados” como de los “emergentes”.
Michel Husson, autor del estudio La formación de la clase obrera, señala además que en los años 90 con la entrada de China, India y el antiguo bloque soviético, se duplicó la fuerza de trabajo que entró a confrontar en el mercado mundial.
Según las estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo, el número de asalariados a escala mundial crece. En los países “avanzados”, aumentaron en un 20% entre 1992 y 2008, para luego estancarse desde la entrada en la crisis. En el resto del mundo (los países “emergentes”), aumentó cerca de un 80% en el mismo período. En la industria manufacturera es más marcado, entre 1980 y 2005, la mano de obra industrial aumentó 120% en los países “emergentes”, pero bajó 19% en los países “avanzados”.
Lo constata también un estudio del Fondo Monetario Internacional, que calcula la fuerza de trabajo mundializada, es decir la que está directamente integrada en las cadenas de valor globales y dice que: entre 1990 y 2010, la fuerza de trabajo global se incrementó 190% en los países “emergentes”, frente al 46% en los países “avanzados”.
Así -añade Husso- la mundialización lleva tendencialmente a la formación de un mercado mundial y también a la de una clase obrera mundial, cuyo crecimiento se produce en lo esencial en los llamados países emergentes. Este proceso va acompañado ahí de una tendencia a la salarización (paso a la condición de asalariada de personas que no lo eran) de la fuerza de trabajo. La tasa de salarización (la proporción de asalariados en el empleo) aumenta de forma continua, pasando del 33% al 42% en el curso de los últimos 20 años. Se verifica igualmente que esta tendencia es más marcada en el caso de las mujeres.
Segú la OIT, el empleo mundial se reparte en: 470 millones en los países avanzados. Empleos asalariados en los países “emergentes” 1.100 millones y 1.550 millones de otro tipo de empleos. Para un total mundial de empleo de 3.200 millones aproximadamente.
Entre 1992 y 2012, la dinámica del empleo establece un crecimiento del 40% en los países emergentes, de los cuales 76% corresponde a asalariados y el 23% a otros empleos, mientras en los países avanzados la tendencia es de menor crecimiento.
Datos sumamente útiles para ratificar que la clase obrera, constituida por miles de millones de hombres y mujeres, por su condición de fuerza social más avanzada y revolucionaria, es la llamada a transformar la actual sociedad de la explotación y pobreza, en la sociedad de los trabajadores, justa, democrática y de bienestar para todos.