Por
Francisco Escandón Guevara
El asesinato de Minerva, Patria
y María Teresa Mirabal, activistas dominicanas que participaron en el
combate contra Rafael Leonidas Trujillo, no sólo fue uno de los hechos que
precipitó la caída de la sangrienta dictadura militar, sino constituye el
símbolo de la actual lucha que cada 25 de noviembre se conmemora.
Están por cumplirse sesenta años desde aquel asesinato de las mariposas, pero la violencia de género persiste en una sociedad estructuralmente machista que justifica los delitos de odio contra la mujer, fabrica su inferioridad y naturaliza la discriminación.
Detrás de las escalofriantes cifras de acoso y abuso sexual, aún se conservan opiniones que responsabilizan a las víctimas. Injustamente para la cultura dominante patriarcal las mujeres son culpables por cómo visten, por dónde caminan, por sus compañías, por cómo se divierten, etc. Es terrible además que los casos de femicidios incrementen, año tras otro, por carencia de políticas públicas que detengan el crimen contra las mujeres.
La institucionalización de la inferioridad es tal que el trabajo reproductivo no es reconocido como actividad productiva, los salarios de las mujeres son menores al de los hombres (a pesar que sus labores sean semejantes), la promoción de mujeres en cargos directivos del sector público y privado es considerablemente menor que las oportunidades que tienen los hombres.
La discriminación es tanta que se las impide decidir sobre su cuerpo, se penaliza el aborto por violación y no contentos con ello la paridad de género, en la elección de las vicealcaldías, fue vulnerada por expresa violencia política.
Es evidente, los contradictores de los derechos de las mujeres son principalmente el Estado y las élites que siguen peyorizando sus derechos y luchas.
Mientras los conservadores las llamen feminazis, el comercio mercantilice sus cuerpos y los machos las violen ellas protestarán; mientras los curuchupas se horroricen al mirar sus torsos desnudos, la represión las encarcele y la iglesia las condene ellas seguirán los senderos de las mariposas.
Las Mirabal inspiran a millones de mujeres latinoamericanas, los levantamientos populares también huelen a su rebeldía. La semilla de la igualdad, sembrada en las fértiles conciencias feministas, pronto será cosechada.